Historias dignas de un cuento de hadas
La carrera de las reinas de Nuestra Belleza Latina va más allá de un certamen televisivo. Detrás de cada una de las participantes hay una mujer llena de sueños e ilusiones, con una historia inspiradora que no pasa desapercibida para las jóvenes en casa quienes se imaginan un futuro tan exitoso como el de Francisca Lachapel, Clarissa Molina o Alejandra Espinoza.
La vida de estas guapas mujeres no siempre estuvo llena de lujos y fama. Antes de portar la corona, cada una recorrió un camino complicado que, con un gran deseo en el corazón de ser exitosas, las llevó hasta el reality de Univision, con una oportunidad que les cambiaría por completo la vida.
Francisca Lachapel
Antes de ser coronada como reina de belleza y convertirse en presentadora de Despierta América, Francisca Lachapel era una joven humilde que siguió su corazón hasta hacer realidad sus sueños.
Desde pequeña, Francisca se imaginaba frente a las cámaras de televisión, y aunque era un deseo que la motivaba día a día, se topó con comentarios que le decían que ella no podría ser famosa por su físico.
Sueños inquebrantables
La también modelo recordó aquellos días al compartir en su cuenta de Instagram una foto de cuando tenía 13 años. "Muchos me dicen que eso es imposible porque las niñas como yo no tienen esas oportunidades porque soy pobre, no soy bonita y estoy gordita", escribió como si aún tuviera esa edad.
Siempre decidida a triunfar, Francisca estudió para técnico en computación, una carrera que parecía que le daría la estabilidad económica que buscaba para ella y su familia. Sin embargo, el destino tenía preparado algo muy distinto para ella.
Arquitecta de su propio destino
A los 20 años, Francisca dejó su país para llegar a Estados Unidos. Sin dinero, pero con los sueños y metas fijos, la joven trabajó vendiendo ollas de puerta en puerta en los vecindarios de Nueva York, un empleo en el que le pagaban por comisión.
"Pasaba los días muriéndome de hambre, tocando puertas mientras vendía mis ollitas y nadie abría. Hasta que una persona abría la puerta y no sólo me compraba, sino que también me daba algo de comer", contó en Despierta América sobre aquellos días en los que se topó con gente de gran corazón.
Los días más difícilies
Francisca no tenía un hogar e iba de un lugar a otro con su maleta, sin encontrar un lugar para desempacar de forma definitiva. "Una vez recuerdo que no tenía para la tarjeta para pagar el bús o el metro y yo estaba en la calle casi a media noche" recordó.
"Se paró un señor en un taxi y me dijo: '¿A dónde vas? ¿Quieres que te lleve?'. Me dio un poquito de miedo porque era tarde y un hombre diciéndome eso, pero algo me hizo sentir que yo estaba bien y que no iba a pasar nada", contó sobre una de las muchas personas que la ayudó en los momentos más difíciles.
El concurso que cambió su vida
Con la fe inquebrantable, Francisca Lachapel participó en Nuestra Belleza Latina en 2015, certamen en el que su carisma, su historia, su belleza y su personaje Mela la Melaza fueron suficientes para ganar el voto del jurado y del público.
La vida que siempre soñó
El concurso la llevó a ser parte del programa matutino de Univision, en donde día a día se gana aún más admiradores. Hoy está felizmente comprometida con Francesco Zampogna, el hombre que tanto buscaba y que la admira por su fuerza y la belleza interior que la hacen única.
Un destino escrito con magia
Clarissa Molina hoy es una de las conductoras más queridas de la televisión gracias a su trabajo en El Gordo y la Flaca. Además, su carrera cuenta con un gran triunfo en la pista de baile del programa Mira Quién Baila All Stars.
Clarissa Molina incluso cumplió su sueño de convertirse en actriz luego de protagonizar Qué León, película que le mereció varios reconocimientos por su entrega, carisma y profesionalismo en la pantalla grande.
La decisión que cambió su vida
Pero antes de que todos esos proyectos formaran parte de la agenda de Clarissa Molina, la joven vivió momentos llenos de angustia luego de que dejara su natal República Dominicana.
A los 12 años, Clarissa se enfrentó al divorcio de sus padres Domingo Molina y Clara Contreras. Ambos, por separado, partieron a Estados Unidos, mientras Clarissa vivía en la casa de la nueva esposa de su padre. A los 15 años la joven siguió los pasos de sus padres y hermanos y llegó al país en busca de un futuro prometedor. Pero se encontró con un panorama distinto, pues no tenía un hogar
Un futuro incierto
Clarissa Molina participó en el reality Nuestra Belleza Latina 2015, del que salió ganadora su hoy amiga Francisca Lachapel. Con los sueños en pausa, el futuro de Clarissa era incierto. Hasta que le llamaron del certamen meses después para que participara en la versión VIP. Un llamado que rechazó al principio.
"Yo quería estudiar actuación en ese momento. Yo no sabía ni qué hacer con mi vida. No tenía casa porque cuando vine a NBL 2015, vendí mi carro, uno viejito. Me dieron 500 dólares. Mi ropa la dejé en casa de mi hermano. No tenía en dónde estar", recordó.
La decisión que cambió su vida
"Me habían llamado en 2015 pero dije que no porque iba para Miss República Dominicana y me quería enfocar en eso. En enero de 2016 me llamaron para decirme que una chica había salido y era la primera en la lista del VIP", contó en una charla en Despierta América.
Clarissa jamás imaginó que se convertiría en la ganadora de aquella edición que la mantuvo como reina de belleza por dos años. "Yo no quería venir porque pensaba que Francisca, una dominicana, ya había ganado. Ya no le van a dar (la corona) otra vez a una dominicana. Esa era mi mentalidad", confesó.
Finalmente, al escuchar su nombre como la ganadora, por la mente de Clarissa no pasaba la emoción de ser famosa, pues al recibir la corona de manos de Francisca Lachapel, pensó en su futuro. "Yo no pensé que iba a ganar. Pero todo lo que pensé en ese momento fue: voy a estar estable, finalmente, con mi casa", dijo feliz.
Ale, la de Tijuana
La historia de Alejandra Espinoza no es distinta a la de sus amigas y compañeras de reality. Nacida en Tijuana, México, Alejandra creció en una familia numerosa en donde se imaginaba como reina de belleza. Pero haber crecido rodeada de carencias la llevó a esforzarse aún más para alcanzar sus sueños.
Antes de ser Nuestra Belleza Latina 2007, Alejandra Espinoza estaba enfocada en participar en Nuestra Belleza México, concurso en el que representó a Baja California, su estado natal.
Enfocada en sus sueños
A diferencia de otras participantes, Alejandra no tenía la solvencia para cumplir con algunos detalles que le pedían para el concurso. "A mí me tocó ser Nuestra Belleza Baja California y trabajar en Mc Donald’s en Estados Unidos. Yo tenía que trabajar porque en México me dieron una lista de cosas que tenía que llevar y yo no tenía dinero. Yo trabajaba y trababa de juntar (dinero) para irme lo mejor preparada al concurso”, contó en uno de sus videos en YouTube.
La infancia que recuerda con amor
A pesar de aquellas carencias, Alejandra Espinoza vivió una infancia feliz. Siempre acompañada de sus hermanos, jugaba en las calles cercanas a su hogar, tal como recordó hace meses, cuando recorrió su barrio después de varios años. "No es fancy, pero es mi Tijuana", dijo la presentadora mientras orgullosa mostraba las calles en las que creció.
Una nueva vida
Aunque fueron años de carencia, Ale no cambiaría nada de su pasado. "Nunca nadie ponía un pero, de verdad, nunca, nunca, yo no recuerdo en algún momento escuchar a alguno de mis hermanos, a mi papá, a mi mamá, o a alguien quejarse de tener que bajar escaleras, o de tener que vivir donde vivíamos, porque independientemente de lo que teníamos, yo les puedo decir, tuve una niñez que jamás en la vida cambiaría por nada del mundo", dijo contenta.
Hoy, además de tener múltiples proyectos en puerta, está felizmente casada con Anibal Marrero, con quien tiene un hijo, Matteo, el pequeño que día a día ilumina su vida con su sonrisa.