En un parque de la Ciudad de México, un grupo de niños juega básquetbol, entre ellos destaca una pequeña de estatura media y tez morena que baila al ritmo de los rebotes del balón y se escabulle divertida mientras trepa entre los árboles; ella es Adriana Paz. Más o menos así comenzaría el relato que la actriz describiría para contar su historia, como ella misma confesó en esta entrañable entrevista en exclusiva para ¡HOLA!
Con un tono nostálgico, Adriana evoca los recuerdos de su infancia, su juventud y su madurez, todos ellos bajo un mismo hilo conductor: la actuación. La estudiante de teatro que hace unas décadas soñaba con aparecer en la pantalla grande y hoy comparte créditos con grandes personalidades del séptimo arte como Selena Gomez y Zoe Saldaña, hace un recuento de los momentos y las personas que han marcado su camino.
Para la actriz, la formación académica juega un papel muy importante, como quedó evidenciado a lo largo de esta conversación en la que rememora las palabras de los maestros que han guiado sus pasos en esta profesión; desde sus inicios, en las aulas del Colegio de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en su natal México, hasta los deslumbrantes sets de grabación en Hollywood.
Ganadora de tres premios Ariel, una nominación al Goya y su más reciente premio a Mejor Actriz en el Festival de Cannes por la película Emilia Pérez llevaron a Adriana a los cuernos de la luna; donde se toma un respiro para disfrutar del éxito de la cinta que protagonizó bajo la dirección de Jacques Audiard y aplaudirse por haber tomado la decisión correcta al elegir el arte sobre la ingeniera o la administración.
Los ojos del mundo se han posado sobre ella y ésta es la excusa perfecta para conocer a la actriz que ha puesto el nombre de México en alto y echar un vistazo sobre Adriana como la mujer, madre y esposa más allá del "corte y queda".
Empezaría ese relato con una niña jugando básquetbol, disfrutando enormemente de treparse a los árboles y de bailar.
Pues ha sido y es uno de los proyectos más grandes e importantes de mi carrera en muchos sentidos. Con mayor exposición mediática, muchos viajes, experiencias nuevas e importantes aprendizajes. Lo disfruté como espectadora y por supuesto, hacerla fue un proceso muy gozoso.
Pues sí, en cierto sentido sí, porque lo que está provocando Emilia es increíble. Hay opiniones a favor y en contra, pero nadie se queda indiferente. A mí todavía nadie me ha dicho “no me gustó”. Los comentarios que he recibido y las reacciones que he sentido en cada proyección, han sido muy emocionantes. Lograr provocar eso en el público no es nada fácil. En Europa, EEUU, Canadá y México las reacciones de la gente son muy emotivas. Steven, un conocido incluso estaba temblando: “Yo no sentía esto desde Mulholland Drive” me dijo. Emilia ha hecho ruido y provocado muchas conversaciones.
Primero que nada, la posibilidad de trabajar con Jacques (Audiard), un director que me gusta mucho y cuyas películas ya había visto y disfrutado. También la oportunidad de trabajar en Francia; de vivir en París y compartir esta experiencia con mi esposo y con mi hijo, que estuvieron conmigo. Conocer a Karla, a Zoe, a Selena, a Edgar y a todos los implicados: Virginia, Camila, Juan Pablo. En cada proyecto para mí lo más importante es el aprendizaje que te deja y Emilia me ha dejado cosas nuevas, por ejemplo, el canto. Aunque ya había tomado clases y cantar siempre me ha encantado, esta experiencia me permitió explorarlo de manera diferente. Estaría feliz de repetirlo. Es una parte de mí que no había explorado mucho y me dejó buenos comentarios por parte de la gente.
¿Te acuerdas de la caricatura de Katy la oruga?, pues mis papás me compraron el disco y lo rayé de todas las veces que lo puse. Recuerdo que trepada en el sillón cantaba “Un día volaré”.
Las tres han trabajado mucho y luchado por encontrar un lugar en la industria y en el mundo. Son grandes mujeres, tiernas y cariñosas que comparten el gusto de estar en casa. Zoe tiene tres chamacos, y cuando le pregunté cómo lo lograba, me respondió: “No lo hago sola, tengo una gran comunidad que me apoya”. Son mujeres a las que les gusta compartir con sus seres queridos y que, a pesar de haber alcanzado grandes logros en esta industria, se esfuerzan por no perderse a sí mismas. Mantienen los pies sobre la tierra y recuerdan constantemente que, al final, todos somos iguales. Aunque cada quien tiene su propio camino, todos hemos enfrentado momentos distintos y difíciles. Por eso, es importante ser empático con los demás. Haber conseguido muchas cosas no debe hacerte olvidar de dónde vienes.
Tengo una carrera larga en México, y aunque mucha gente ha reconocido y valorado mi trabajo, también hay quienes ni siquiera sabían que existía. Así es, simplemente. Cannes es un festival con mucho prestigio y no hay manera de ignorarlo. Hasta el director de la escuela de mi hijo me escribió para decirme: “me acabo de enterar, ¡felicidades!”. Eso me está dando una mayor exposición; hay gente que se acerca para decirme que quieren saber más sobre mí y preguntar dónde pueden ver otras de mis películas. Me han mostrado interés por conocerme más, y eso está increíble. Estoy recibiendo mucho cariño de mi gente.
La verdad es que sí, desde la primera vez que me nominaron, aunque no gané, fue una experiencia muy emocionante. Los Arieles, la nominación al Goya, el reconocimiento en Cannes, la medalla que me dieron en Nueva York y la de Morelia, la verdad es que lo disfruto y lo agradezco mucho. Hay una parte de mí que no se la cree porque, aunque hay gente a la que no le guste mi trabajo, hay quienes consideran que lo que hago valió la pena para darme un premio. Todos los reconocimientos me alegran de la misma forma.
No recuerdo quien, pero alguien en mi familia me lo dijo de niña. Yo sé que no lo hicieron para lastimarme sino porque realmente ellos no creían que fuera posible. Me preguntaban: “¿A qué te vas a dedicar?” Y cuando les respondía “me gusta actuar”, su respuesta era: “¡Ajá, sí! ¿Pero qué vas a estudiar?” En una ocasión, me dijeron: “Eso no es para la gente como nosotros”. Aunque no vengo de una familia pobre que no tuviera para comer, sí fui a escuelas públicas porque a mis papás no les alcanzaba para pagarnos la escuela privada a los tres. Mis papás fueron y siguen siendo personas trabajadoras, que nos dieron todo lo que pudieron, pero aun así había carencias. No pude tener clases de piano o de baile, pero me regalaron el deporte, porque era lo que ellos conocían, y fue el regalo más valioso que pudieron darme.
Disfrutaba tanto el cine que decía, yo quiero estar ahí, me quiero ver ahí y fui tenaz, persistente, pero sobre todo me permití soñar y mis padres nunca me dijeron “no puedes”. Me facilitaron el camino al no cortarme nunca las alas.
No, mi hermano Óscar, que es el del medio, es artista CGI (una subcategoría de los VFX, efectos especiales) y también estudió cine. Es un tipo muy talentoso, dibuja muy bien, es creativo y muy chambeador. Fausto, el menor, es fotógrafo; de hecho, algunas de mis fotografías favoritas las tomó él. Además, trabaja con la madera y le gusta escribir. Mi papá estudió ingeniería y mi mamá administración, pero él hubiera sido un excelente bailarín y a ella le gustaba mucho escribir. Aunque tuvieron menos privilegios que yo, eso hace que las cosas sean más complicadas. Cuantas más necesidades tengas, más difícil es. Hay que ser muy necio y persistente para conseguir lo que uno quiere.
Pues todavía no aprendo del todo y a veces me rebasan. Con el tiempo, a medida que mi carrera ha avanzado y he logrado mejores proyectos, sueldos y credibilidad, mi trabajo me ha respaldado para tener mejores oportunidades, y eso me ha ido relajando. Los momentos económicamente difíciles me generan muchísima neurosis, me pongo nerviosa y me estreso.
Una vez, cuando tuve mi primera nominación, el dolor de cabeza fue tan intenso que terminé en el hospital porque pensé que iba a sufrir un infarto cerebral. El doctor me dijo: “No tienes nada, pero si no aprendes a regular esta energía y este estrés, sí te puede dar un infarto cerebral”. Por mi salud empecé a tomar clases de yoga y eso me ayudó muchísimo. También he tomado terapia, y con los años he aprendido a darle importancia a las cosas solo en la medida en que realmente la tienen. He aprendido a priorizar y a desechar lo que sí y lo que no merece la pena. Al estar en calma me he dado cuenta de qué es lo verdaderamente importante. Empiezas a valorar, a tener menos prisa, a confiar en el trabajo y en que las cosas van a suceder.
Eso es algo que no sabía hacer en mis veintes. En ese sentido, creo que fue mi peor edad. Estaba más delgada, fuerte y joven, pero tenía mucha incertidumbre, miedo, prisa y frustración porque las cosas no sucedían.
Obviamente, nunca he estado sola. Es fundamental contar con tu comunidad: mi familia, mis hermanos, mis papás, y mi mánager, quien ha estado conmigo durante 15 años y fue la primera persona que confió en mí. Él fue el primero en decir: “Ella es la mejor actriz y se va a ganar un Ariel”, y así fue; me enseñó a confiar en mí misma. Es muy importante tener a alguien que, en tus momentos difíciles, te respalde, te diga "chíllale y sigue adelante". En la pandemia, se canceló un proyecto que iba a ser mi primer protagónico en Estados Unidos. Ya había filmado algunas temporadas y se cayó. Un día, en medio de las lágrimas, le dije a mi esposo: “¡Me voy a dedicar a otra cosa!” y él me contuvo. Por eso, es esencial tener cerca a la gente que te quiere, que te recuerda lo que realmente importa y te anima a levantarte.
No, nunca. Mi maestro Mendoza solía decir que se puede todo, pero no al mismo tiempo, y yo le respondí: “¿Cómo no?” Al final, sí se pudo, pero ha implicado sacrificar algunos momentos con mi hijo, especialmente cuando empezaron a suceder las cosas por las que había estado trabajando durante tanto tiempo. Me embaracé poco después de Las horas muertas y grabé La Tirisia sin saberlo. Cuando gané el premio de Morelia, estaba a punto de dar a luz, por eso no pude ir a recogerlo. Luego vino El autor, que fue la película que me llevó a España, y después Vis a vis. Todo sucedió cuando mi bebé estaba chiquito. Mi madre ha sido súper importante, sin ella no lo hubiera logrado. Estuvo conmigo el primer año de mi hijo y no se despegó de mí, a donde necesitaba ir estaba ella. Cuando trabajé en España, mi madre iba y venía de Europa con un niño de 3 años hasta que un día me dijo: “hija, ya necesito seguir mi vida. Ya te encaminé”. Luego me dijeron: “Adriana, tu hijo ya no puede vivir así, necesita una estructura”. Fue otro momento difícil, porque tuve que dejarlo con su papá. Para mí, fue la decisión más difícil de mi vida.
Enseñarle que hay que trabajar por lo que uno quiere, ser congruente consigo mismo, dar lo mejor de ti, ser honesto y saber conversar. La conversación y la comunicación son súper importantes para que no haya malentendidos, para que las relaciones sean sanas en todos los lugares.
Cuando Cosme era chiquito, me preguntaba por qué no tenía un trabajo normal, en una oficina, sin salir de la ciudad. Yo le expliqué: "Hago lo que amo y he luchado mucho por esto, y me gustaría que tú también hagas lo que realmente haga latir tu corazón". Mi hijo tenía cuatro años cuando pensó que lo había abandonado, y es que pasar dos meses sin verlo a esa edad es mucho tiempo. Ahora que está más grandecito ya lo entiende. Hace poco platicando él me dijo: “mami, ¿te acuerdas cuando pensé que me habías abandonado?, yo ya entendí que no es así y me encanta ver que haces lo que te gusta".
Todo lo que me ha pasado me ha forjado y agradezco hasta las cosas malas, porque en los momentos más difíciles es cuando sabes quién eres y cuando decides quién quieres ser. Confrontar tu oscuridad te ayuda a tomar decisiones importantes sobre tu vida y a cuestionarte: ¿Es esto lo que quiero o no? ¿A dónde quiero ir? ¿Qué tengo que hacer? Sin esos momentos quién sabe dónde estaría. Otro de mis maestros decía: “el confort da asco” y no sé si es una frase suya, pero es verdad. La dificultad también hace que desarrolles herramientas. Así que si tuviera que cambiar algo sería haber aprovechado un poco más la escuela porque era muy floja para leer. Me encantaban las materias prácticas, pero me costaban las teóricas.
Sí, aunque mis hermanos y yo somos hijos de los mismos papás, el más chico es muy blanco, nació con ojos azules y cabello rizado, y escuchar constantemente: “Ay, qué bonito el güerito, mira qué ojos” sí me generó inseguridad sobre el color de mi piel y mi apariencia. El papá de mi hijo también es moreno, de tipo maya, y cuando estaba embarazada, uno de sus tíos, seguramente sin malicia, dijo: "Ojalá que saque los genes blancos de la familia, para que no sufra".
Yo crecí con ese complejo, y me costó mucho tener una autoestima saludable. Mi hijo es más morenito que yo y, en pleno 2024, le han llegado a decir "negrito", pero él se sabe guapo y valioso. He intentado quitarle esa mochila de piedras que no le pertenece y enseñarle que da igual el color; lo que importa es cómo actúas en la vida.
Así como disfruto estar con mi hijo y mis perros, me gusta mucho estar sola en mi casa. Cuando mi marido (David Trejos) se va a rodar y mi hijo está con su papá, me encanta no hablar. Solo he tomado un retiro de silencio y ahí me encontré. Es una experiencia que le recomiendo a todo el mundo. Al principio es difícil porque crees que no vas a poder, pero cuando lo consigues encuentras el lugar en donde está tu verdadera voz. He encontrado mucha paz en la soledad.
A las personas que me aman de verdad. Para el ser humano es muy importante sentar tus bases en el amor y en la confianza. Tuve dos papás que nos quisieron mucho, que siempre nos trataron como iguales. Por supuesto que cometieron muchos errores y hay cosas que les he reclamado porque me han lastimado, pero ¿quién te enseña a ser padre? Nos educaron cómo podían con sus propias heridas y traumas. También agradezco a mis hermanos, que de verdad son mis mejores amigos y los adoro. A mi hijo y a mi esposo, todos ellos son lo más importante, porque podría ganar cualquier premio, pero no sabría tan rico si volteara y no tuviera con quién compartirlo.
Se estrena 'Emilia Peréz' en México. Tengo en puerta otra película de la que estoy muy orgullosa, se llama ‘Arillo de hombre muerto’, que es la primera cinta en la que estoy en todas las escenas. Fue muy desgastante, pero trabajé padrísimo con Alejandro Gerber que es el director. Bromeaba diciéndome: “No sé si ponerte el crédito como actriz o como codirectora”. Me gustaría mucho dirigir, pero tengo mucho respeto por ese lugar, aunque me está dando la cosquillita por hacerlo, así sin pretensiones.
Créditos:
Realización: Chiara Primatesta
Entrevista: Gabriela Luna
Fotografía: Izack Morales
Estilismo: Dante Albertti
Maquillaje: Lucia Gomez Fuente
Peinado: Lisset Allende
Video: Terranova Studios
Asistentes de producción: Samia Ruiz
Alejandro Ocaña
PR: Armando Bocanegra