Bárbara Coppel y Alejandro Hank celebran el bautismo de su hijo menor, Kilian, en Cabo San Lucas
El Sacramento se realizó el 5 de julio en la capilla de Pueblo Bonito Sunset Beach, en el templo donde Bárbara y Alejandro se casaron hace más de ocho años
Bien dicen que uno siempre regresa a donde fue feliz. Tal es el caso de Bárbara Coppel y Alejandro Hank, quienes viajaron de España—donde radican desde hace tiempo— a Cabo San Lucas, Baja California Sur, para festejar un acontecimiento familiar: el Bautismo de Kilian, el menor de sus tres hijos. Originalmente, la ceremonia estaba planeada para efectuarse en Sevilla, donde la pareja vivió hace tiempo; pero en 2020, a raíz de la pandemia, los planes se complicaron. Así que, pasados unos años, Bárbara decidió que este 2024 era el momento adecuado pues, de otra forma, el Bautismo de su hijo se juntaría con su Primera Comunión. El Sacramento se realizó el pasado 5 de julio en la capilla de Pueblo Bonito Sunset Beach, justo en el mismo templo donde Bárbara y Alejandro se casaron hace ya más de ocho años.
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Alejandro Hank con Bárbara Coppel y Kilian
Acompañados por sus seres queridos en una íntima atmósfera, la familia presenció la ceremonia religiosa durante la cual el pequeño, de cinco años, se mostró risueño en todo momento. Por supuesto, también estuvieron presentes los otros hijos del matrimonio, Amaia y Bastien, de siete y seis años, respectivamente. En cuanto a los padrinos de Kilian, Bárbara eligió a dos personas muy cercanas a ella: su amiga Patty Robinson Bours —a quien conoce desde sus días de colegio en Suiza— y el esposo de esta, Javier Gándara Fernández.
Además de contar con la presencia de sus entrañables amistades de Cabo San Lucas, los Hank-Coppel recibieron a invitados procedentes de diversos puntos del país, como Mazatlán y Monterrey.
"Queríamos que la reunión fuera 'ultramini', pero somos mucha familia. El único protocolo era pasarla bien. No hubo código de vestimenta; solo se requería el buen ánimo de todo el mundo", nos comentó en exclusiva Bárbara Coppel.
En exclusiva para ¡HOLA!, Bárbara Coppel nos habló sobre este acontecimiento, en el que las risas, las anécdotas y los buenos deseos para Kilian fueron clave para volver memorable ese día. Tras el acto religioso, los Hank-Coppel fungieron como los perfectos anfitriones de una reunión efectuada en la casa de la madre de ella, Letty Coppel. El banquete consistió en platillos típicos de Mazatlán en los que abundaron los mariscos, los cuales, con su sinfín de sabores, resultaron todo un deleite al paladar.
¿Cómo te sientes que Kilian haya recibido el Bautismo?
Todo estaba planeado para bautizarlo en el 2020 en Sevilla, pero se atravesó la pandemia. Ahora, estamos muy contentos, sobre todo mi mamá, nuestro pilar de fe.
¿Cuál fue el momento más especial de la ceremonia?
Cuando fue bautizado literalmente. Yo creía que, por tener el niño cinco años, había un protocolo distinto; pero lo cargamos los padrinos y nosotros para que recibiera el Sacramento. Él solo se secó con una sonrisa de la cual todos los asistentes fuimos parte. Y todo culminó en aplausos.
Al realizarse la ceremonia precisamente donde se casaron Alejandro y tú, de seguro fue inevitable que recordaran su boda. Además, ese lugar fue el escenario del Bautismo de uno de sus hijos. ¿Qué reflexión te merece ese momento en su vida como pareja?
Después de ocho años y medio nuestra boda y de tres hijos, volvemos a celebrar un Sacramento. Nunca me imaginé esto, pero tengo mucho que agradecer, la vida ha sido muy generosa con nosotros.
Alejandro Hank y Bárbara Coppel en el Bautismo de Kilian, su hijo menor
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¿Cómo inculcan a sus hijos sus valores en el hogar?
Están en una etapa temprana de su formación y esto es importante en los hogares. Estamos viviendo sus años formativos y por eso les dedicamos todo nuestro esfuerzo para que sean mejores seres humanos. Día a día ellos viven el amor que sentimos por la familia, el trabajo en equipo y la ayuda al prójimo.
¿Cuál es el significado del nombre de Kilian?
Kilian es un nombre irlandés. Es un guiño a mis tatarabuelos Patrick Kelly y Ann Ma-cfarland, que emigraron de Irlanda en 1870. Significa pequeña iglesia, justo como el sitio donde el niño fue bautizado, en Pueblo Bonito Sunset Beach.
¿Cuándo comenzó la planeación del evento? ¿Quién te apoyó para que fuera un éxito?
Hace unos meses decidimos que ya no podíamos esperar más porque casi que se le junta con la Primera Comunión. La «autora intelectual» sin duda fue mi mamá, que nos abrió las puertas de su casa y nos ayudó en los preparativos para que todo saliera perfecto en un ambiente familiar y de íntimos amigos.
Kilian con sus padrinos, Patty Robinson Bours, y su esposo, Javier Gándara Fernández.
¿De qué manera se involucraron los hermanitos de Kilian, Bastien y Amaia, en la celebración?
Estaban muy emocionados por su hermano. Amaia le pidió a mi mamá, que es superdevota, un rosario que la niña utilizó como collar. Fue ella quien quiso bendecir los alimentos, muy segura de sí misma y con ese toque de líder simpática que la caracteriza. Bastien me ayudó a acomodar las mesas. Estaba sorprendido por la cantidad de primos que llegaron: como vivimos tan lejos de la familia, nunca se imaginó que tenía tantos. Estaba feliz.
Kilian ya es un poco más consciente de lo que sucede a su alrededor. ¿Qué te decía sobre el Bautismo? ¿Cómo se lo explicaste?
Le fuimos diciendo desde Madrid y estaba contento, aunque no entendía mucho. Nosotros le inculcamos hacer el bien siempre y que Dios es amor. No le mencionamos palabras que utiliza la Iglesia que lo pudieran asustar. Le dijimos que solo necesitaba entender que ahora ya formaba parte, como todos nosotros, de una comunidad que lo quiere mucho desde que nació, pero que ahora su pertenencia ya es oficial. De hecho, recibió muchos regalos de Bautismo que normalmente los niños ni notan porque son bebés. Obviamente eso lo tenía muy ilusionado porque, en esta ocasión, le tomó muchos días abrir los regalos. Sus hermanos se vieron beneficiados porque ellos también recibieron regalos.
Aún es un pequeñito, pero ¿él tuvo algo que ver en la organización? Quizá el sabor de su pastel, el menú para los niños...
Yo tenía planeado darles algo mexicano a los niños, a mis hijos les encanta la comida mexicana. Pero Kilian la puso muy fácil: «nuggets» de pollo y papas fritas. Los niños estuvieron superbién portados en sus lugares hasta que llegaron las cajas con dulces y juguetes, el bolo que los padrinos trajeron para ellos. Por cierto, el pastel de piña con nuez—que elegí yo y que es una receta de mi abuela—también se sirvió en nuestra boda; es una verdadera delicia.
Toda la familia Coppel: en las sillas, los orgullosos abuelos, Ernesto Coppel Kelly y Letty Coppel; a la derecha en esa imagen, las hermanas de Bárbara: Hayley junto a su marido, José Luis Mogollón, y Letty con su esposo, Pedro Literas.
¿Qué te hace sentir orgullosa de Kilian?
Es un niño muy alegre y amoroso. Fuerte físicamente, poco se queja cuando se hace daño. Es seguro de sí mismo, se preocupa por sus hermanos y es un apasionado de los legos y los juegos de mesa.
¿Cuál es tu esperanza para Kilian en el futuro? ¿En qué clase hombre te gustaría verlo convertido?
En un hombre feliz, bondadoso, que se preocupe por la gente y el planeta que lo rodea. Que cumpla sus sueños y que todo lo que haga sea con pasión.
Además de compartir una sólida amistad con Patty y su marido, ¿qué otras cualidades viste en ella para designarla como madrina de tu hijo?
A Patty la conozco desde los 18 años, cuando nos fuimos a estudiar a Le Châtelard en Suiza. Fuimos superfelices en el internado y hemos seguido siendo amigas a lo largo de todos estos años, a pesar de nunca haber vivido en la misma ciudad. Vemos la vida desde el mismo cristal y nos entendemos con la mirada. Es una mujer con una fuerte personalidad, muy simpática, noble e inteligente.
Hablando un poco más de la celebración, ¿qué tal la pasaron Alejandro y tú? Se suele decir que los anfitriones son los que menos disfrutan por los nervios, por el afán de que todo salga perfecto.
Disfrutamos tanto como los invitados. Esa era la intención inicial. Queríamos hacer algo «ultramini», pero al final somos mucha familia. El único protocolo era pasarla bien. No hubo código de vestimenta; se requeriría solo el buen ánimo de todo el mundo. Después del Bautismo nos trasladamos a casa de mi mamá, y no pasó mucho tiempo para que la fiesta se convirtiera en un festejo en la piscina.