Poco después de celebrar la graduación de su hija Lara, para María Celeste Arrarás vino otro gran momento, pues fue el turno de su hijo Adrián Vadim para festejar su ceremonia de graduación. Adrián, quien comenzó una carrera como cantante hace un tiempo con su madre de representante, es el hijo adoptivo de la periodista y su exmarido Manny Arvezu. Adrián, al igual que Lara, se graduó de la Florida International University (FIU), pero en otra especialidad. Así que por estos días, todo en casa de María Celeste es celebración y orgullo por sus dos hijos menores terminando esta importante etapa en su vida escolar.
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A través de sus stories de Instagram, la periodista de origen puertorriqueño dio un vistazo de este día tan especial para su hijo, quien la llenó de orgullo al concluir su formación profesional. En sus redes, María Celeste compartió una serie de fotos y videos, en las que Adrian aparece acompañado de su mamá, así como de su hermana Lara. A este evento familiar también acudió el galán de la periodista, de quien hasta el momento se ha reservado su identidad.
Por lo visto, la pareja de María Celeste es cercano a los hijos de ella y tiene una relación de respeto y cordialidad con los chicos, quienes están por emprender el vuelo y empezar a cosechar su propio camino. Por un lado Julián, el hijo mayor de María Celeste, se graduó de la universidad hace dos años y lo hizo con honores. Lara también concluyó con altas notas, mientras que Adrián ha llenado de orgullo a sus padres al terminar sus estudios y seguir con su carrera dentro de la música. Así que tras años de esfuerzo, los chicos han terminado sus estudios y están listos paa ‘volar del nido’ y emprender nuevas aventuras.
De Rusia a Miami
Para María Celeste ha sido todo un orgullo ver a su hijo graduándose, pues Adrián enfrentó diversas dificultades tras ser adoptado. El niño fue adoptado en 2000 en Rusia, y vivía en un orfanato, hecho que dificultó su desarrollo en sus primeros meses de vida. Tras conocer al pequeño, la comunicadora y su entonces esposo quedaron encantados con él y procedieron a la adopción.
Una vez en casa, el proceso de adaptación no fue nada sencillo, pues el bebé presentaba cierto retraso en su desarrollo. “Como nadie le hablaba en el orfelinato, nunca aprendió a balbucear como hacen otros niños antes de comenzar a hablar”, explicó María Celeste en su columna Así lo veo.
“Sólo sabía gruñir y tuvo que recibir varios meses de terapia. También necesitó fisioterapia para fortalecer sus músculos, de manera que pudiera sentarse derecho, gatear y, con el tiempo, caminar. Además, recibió terapia ocupacional para aprender a relacionarse con los demás”, añadió. Finalmente, su ‘rusito’, como ella lo llama, se integró a la perfección a su familia y se convirtió en un niño amoroso de sentimientos nobles. Ahora, es todo un joven adulto listo para ‘comerse el mundo’ y disfrutar al máximo.