En 2019 la vida de Ana Araujo dio un vuelco repentino a raíz del incidente vial en el que se involucró su esposo, Pablo Lyle. Al calor de una discusión en una transitada vía camino al aeropuerto, el actor golpeó a un hombre, quien días después falleció en el hospital. El lamentable suceso dio pie al inicio de un mediático y prolongado proceso legal, el cual implicó la realización de una serie de audiencias y la puesta en marcha de estrategias judiciales por parte de la defensa del actor, esto tras ser acusado de homicidio involuntario. A partir de ello fue declarado culpable y puesto en prisión, en donde deberá permanecer cinco años. Ante este complicado panorama familiar, Araujo no baja la guardia, pues tiene muy presente la importancia de cumplir con una sola misión; sacar adelante a sus dos hijos, Aranza y Mauro, por quienes ha tomado impulso en el instante más duro de su vida.
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La vida de Ana Araujo tras el incidente de Pablo Lyle
Con el corazón en la mano, Ana compartió lo difícil de asimilar el hecho de haber perdido su estabilidad familiar en un abrir y cerrar de ojos. Tras la detención de su esposo en Estados Unidos, enfrentar su contrastante situación se convirtió en una experiencia dolorosa. “Veníamos de un viaje familiar, pasa un suceso y mi vida cambia de repente. Lo que me costó mucho aceptar es que a partir de ese suceso mi familia dejó de ser para siempre eso que éramos, en ese viaje. Ya nunca volvimos a vivir juntos todos, ya nunca pudimos estar tranquilos juntos todos, nos embarcamos en una situación distinta de la vida. Yo lloraba porque cuando yo veía los viajes de las familias viajando, como que yo decía: ‘Yo tenía eso, ya nunca más va a volver a ser’…”, reveló en una charla concedida al espacio llamado Cada Quien El Podcast.
Tras un periodo inmersa en esos dolorosos pensamientos, Araujo tomó la firme decisión de no dejarse caer. Supo entonces que debía asumir su presente tal cual las circunstancias ocurrían, con una vida familiar por delante y teniendo muy clara una sola cosa; había un mar de posibilidades para ella y debía aprovecharlo. Después de todo, dejar de aferrarse al pasado fue su mejor sanación, según confiesa. “En cuanto aprendí a aceptar que eso ya no iba a ser para mí fue cuando empecé a poder voltear a ver, dejar de ver para atrás lo que tenía y voltear a ver enfrente, ver un mundo de posibilidades y nuevas maneras de ser, de vivir, de experimentar y ver todas estas nuevas bondades que ya había para mí en este nuevo camino…”, confesó.
Trabajar para sus hijos
Con el paso de los meses, Ana Araujo redobló esfuerzos para salir adelante. Motivada por su red de apoyo en Mazatlán, ciudad en la que radica, puso en marcha sus emprendimientos, un negocio de postres saludables y más proyectos en los que hoy se mantiene enfocada. Para ella, lo más importante es poder proteger y dar todo lo necesario a sus hijos. “Hablando de mi negocio me ha costado tanto trabajo crecerlo y sobrevivir de él, ahorita que me presentaron como empresaria dije: ‘Es mi sueño ser empresaria’, sueño con ser esa persona, me ha costado un montón porque donde pones tu energía es donde va a ir ese crecimiento. En mi caso, mi energía está puesta en mis hijos, mi dinero está puesto en mis hijos, en su felicidad, en su tranquilidad, en su bienestar, en su salud mental… Mi negocio ha crecido bien lento y me ha costado un montón…”.
En otro momento, Ana contó cómo sus seres queridos nunca la soltaron de su mano, pues frente a los acontecimientos de su vida supo que debía actuar de inmediato por sus pequeños. “Cuando yo me quedo sin nada y nada más con mis hijos y digo: ‘Ahora de qué vamos a vivir, cómo les doy de comer…’ algo muy importante para mí fue el apoyo familiar, amigos, toda la gente que te está apoyando en tu nuevo comienzo para mí es como bien importante y fue la clave…”, afirmó. “Cuando me plantee cómo mis hijos pueden estar bien (dije): ‘Estando bien yo’, porque luego empiezan como problemas o situaciones en donde dices: ‘Voy a llevar a los niños a terapia’ y fue lo primero que yo pensé pero fue muy claro para mí cuando me dijeron: ‘No, si tú estás bien tus hijos van a estar bien’… lo intenté de esa manera y me di cuenta que sí…”.