En 2016, Wisin y su esposa Yomaira Ortiz sufrieron el golpe más duro que pueden recibir los padres: el fallecimiento de un hijo. La pareja perdió a su pequeña Victoria Yireh tan solo un mes después de que viniera al mundo, ello debido a una rara enfermedad genética que le fue diagnosticada desde que estaba en el vientre de su mamá. Si bien aquel fue un momento de enorme dolor y tristeza para la familia, hoy el cantante conserva tanto los buenos recuerdos, como las valiosas lecciones que le dejó su partida.
El cantante conversó recientemente con el creador digital Chente Ydrach y entre otros temas, habló de su faceta de padre. Cuestionado sobre si Yelena, su hija mayor (15 años), quisiera seguir sus pasos profesionales, Wisin hizo una reflexión sobre aquel duro episodio que vivió en el pasado.
“En 2016 yo perdí una hija, hembra, una niña, y a Yelena yo la veo como un regalo del cielo, porque el que puedan respirar mis hijos es un regalo del cielo”, comentó. “Pregúntale a un doctor cuántas conexiones hay en tu cuerpo para que tú puedas respirar, es un milagro”, expuso.
“Cuando yo miraba atrás en mis conciertos y veía a mi hija bailando, una niña que le encanta el arte y que quiere estudiar en Boston ingeniería de música y quiere ser ingeniera, yo digo ‘wow’, porque nosotros tenemos la oportunidad, las herramientas para poder llevarla a cumplir sus sueños (...) Entonces para mí es un privilegio, primero porque perdí una hija, y segundo, porque la vida está en un switch”, expresó, y dijo que por ello trata de disfrutar al máximo cada minuto con sus retoños.
La valiosa lección que le dejó la muerte de su hija
“Yo le dije al médico cuando se estaba muriendo mi hija Victoria: ‘Cuánto tengo que darte, qué dinero tengo que darte, tú me dices, para llevarla a un hospital para que puedan salvarla’”, recordó. “Y él me dijo: ‘Tú estás confundido, es que ya no se trata de la medicina, se trata de Dios’”, contó.
“¿Y sabes qué? Ese día aprendí que todas las veces que los veo respirando es un regalo del cielo... porque yo viví la experiencia de ver una niña 33 días tratando de respirar hasta que su vida se apagó”, compartió. “¿Yo podía controlar eso? No podía. Puedo controlar muchas cosas, pero hay cosas, Chente, que no podemos controlar”, expresó.
“33 días que Dios me llevó poco a poco, y todos los días lloraba, me hacía el fuerte, pero era algo que yo tenía que vivir porque yo era muy terco, y Dios es experto arrodillando orgullosos”, expresó.