Este miércoles 22 de marzo, el mundo del espectáculo despertó con la terrible noticia del fallecimiento de Rebecca Jones a los 65 años. La actriz, protagonista de grandes historias de la televisión en los años 80s, contaba con una amplia carrera en la actuación que no sólo la hizo famosa, sino una de la más queridas del público por sus papeles como villana.
Desde muy joven dedicó su vida a su pasión por la actuación, y así como logró conquistar la pantalla chica, se ganó el corazón de Alejandro Camacho, su gran amor por más de 20 años.
Rebecca Jones
Rebecca Jones Fuentes Berain, su nombre de pila, nació el 21 de mayo de 1957 en la Ciudad de México. Ahí pasó su infancia por la nacionalidad de su mamá, pero años más tarde, se mudó a California, pues su padre era originario de Estados Unidos.
Desde niña mostró interés por la actuación, una pasión que guió sus pasos escolares. Después de graduarse del Laguna Beach High School, en California, ingresó al Orange Coast College, en donde se graduó en Arte Dramático.
Con el sueño de aparecer en la pantalla chica, Rebecca decidió regresar a la Ciudad de México, en donde logró dar sus primeros pasos profesionales en la entonces fábrica de sueños que era Televisa.
En 1982, Rebecca hizo su gran debut televisivo en El Amor Nunca Muere. Aunque tuvo un papel pequeño, era suficiente para que su carrera fuera en aumento.
Participó en grandes producciones como Maleficio, La Traición, Cuna de Lobos e Imperio de Cristal.
Rebecca trabajó en más de 30 telenovelas. Pero su talento no se limitó a la pantalla chica. Jones también sumó más de 12 producciones cinematográficas y casi 20 obras de teatro.
Su pasión era notoria cada vez que se paraba frente a las cámaras, por lo que obtuvo varios premios y nominaciones, incluyendo una nominación al Ariel a Mejor Coactuación Femenina por Tercera Llamada (2014).
Su vida personal también pintaba bien. En los 80s, Rebecca mantuvo una relación con Humberto Zurita, pero lo suyo terminó después de un tiempo y cada uno formó una familia con personas distintas.
Rebecca coincidió en los foros con Alejandro Camacho, con quien tenía una gran química frente y detrás de cámaras. En 1986, la pareja se dio el “sí, acepto”, formando uno de los matrimonios más sólidos del espectáculo. Tuvieron un hijo, Maximiliano Camacho Jones.
Se entendían tan bien que fundaron una compañía productora de la que salió la telenovela Huracán y películas como El tesoro de Clotilde.
Sin embargo, hubo problemas en su matrimonio que les costó resolver, llevándolos a separarse de forma tranquila en 2011. Ella aseguraba que no hubo infidelidad o situaciones complicadas, sólo analizaron las cosas y determinaron que lo mejor era seguir por caminos separados.
Camacho y Jones mantuvieron contacto y una relación cordial, tanto que en 2018, cuando ella reveló que padecía cáncer de ovario, él estuvo a su lado apoyándola.
A pesar de la enfermedad, Rebecca siguió trabajando en lo que más amaba. Y aunque se sometió a tratamientos con los que se veía libre de cáncer, la situación empezó a empeorar. A mediados del año pasado, Alejandro Camacho aseguraba que la enfermedad había vuelto. Un detalle personal que a ella no le gustó que se ventilara.
“Si ustedes le quieren dar más peso a lo que dice una persona que no vive conmigo..., que efectivamente es el padre de mi hijo pero no vive conmigo ni sabe nada de mi vida, ni tiene que opinar acerca de mi salud, pues allá ustedes. No creo que lo hizo con mala intención, simplemente no tiene por qué opinar, es un hecho. Yo no opino acerca de él porque no sé su vida”, dijo un tanto molesta a medios de comunicación mexicanos.
Rebecca había optado por no priorizar el tema del cáncer, pero su salud volvió a llamar la atención cuando fue hospitalizada por una neumonía que la sorprendió justo después del estreno de la telenovela Cabo en donde daba vida a Lucía. Y aunque la producción la esperaba para continuar con las grabaciones de su personaje, Rebecca se retiró de la historia para dar más importancia a su salud.
Su deseo siempre fue mejorar para regresar frente al público en alguna obra de teatro en la que volvería a escuchar el aplauso del público. Pero el destino no se lo permitió.