En los más de 23 años que tiene El Gordo y la Flaca , Raúl de Molina nos ha hecho partícipes de los detalles de su vida en casa junto a su esposa, Mily, y su hija, Mia. Hace unos años, fuimos testigos de cómo la joven de 22 años inició una nueva etapa de su vida cuando entró a la universidad, cambios en el hogar de los Molina de los que Raúl ha hablado con mucho humor frente a las cámaras que comparte con Lili Estefan. Esta vez, el originario de Cuba, contó que hace un tiempo él y su esposa fueron a terapia por el bien de su hija, aunque no quedó muy contento con las sesiones.
“Mia se estaba quejando de 20 mil cosas. Ella estaba en la universidad, que no quería que le llamaran todos los días”, explicó entre las risas de Lili. Raúl, en parte serio y un tanto molesto por el motivo de las citas y lo que gastó, agregó: “He pagado no sé cuánto dinero para ir a (ver) a dos personas mayores, dos señores que nos dieron terapias”, recordó.
La solución no fue nada práctica para El Gordo, según relató: “Me dicen: ‘Mira, van a llamar a Mia una vez a la semana y ella los va a llamar a ustedes cuando ella quiera. No la pueden llamar todos los días porque a ella le molesta’”.
Aún indignado por la situación y el remedio, continuó: “La terapia me costó como dos mil dólares, la bobería por tres semanas, que tuve que ir todos los días, después una vez a la semana. Mia también iba”.
Pero la aparente solución no arregló mucho, porque las cosas no cambiaron tanto. “Cuando Mia llega a la universidad, te llama cada 10 minutos: ‘Necesito un Uber. No tengo la tarjeta trabajándome’”, prosiguió sobre los detalles llenos de humor en su familia.
Raúl de Molina, lo que sea por su hija
Aunque Raúl no comparte la idea de la terapia, hace lo que sea por ver tranquila y feliz a su hija. Una responsabilidad amorosa y paternal que no ha dejado pasar desde que Mia era una pequeñita, cuando los padres notaron que no hablaba como se suponía que haría una niña de su edad. “Cuando Mia era más pequeñita veíamos que Mia no estaba hablando todavía. Y ahora no para de hablar”, contó de forma irónica.
Raúl y Mily acudieron a terapia para ayudar a su hijita: “Entonces vamos a terapia cuando tenía como dos años y no estaba hablando mucho. Dice la terapeuta: ‘Estoy viendo algo raro, está jugando con muchos juguetes a la vez’”, un detalle que para Raúl era de lo más normal. “Ella cogía un juguete, jugaba con él un minuto y se va a jugar con otro juguete. ¡Eso es lo mismo que hago yo!”.
Y es que, para él, las cosas parecen tan obvias para resolver que no es necesaria la opinión de otra persona. “Si yo voy a terapia para que me ayuden a perder peso, y dicen: ‘Raúl, tienes que hacer esto, controlarte de no salir a restaurantes’. ¿Te imaginas que me tienes que decir eso a mí? Yo sé lo que tengo que hacer”, agregó.
Al final, junto a Lili Estefan, aceptó que la terapia es buena para las personas que tienen problemas serios, con los que la gente ya no puede lidiar. “¡Qué bueno que la terapia le trabaja a la gente!”, expresó sobre la ayuda que reciben algunos para superar algunas situaciones. Lo que no considera serio son los problemas que llevaron a terapia a su hija.