Luego de pasar tres semanas fuera del estudio de El Gordo y la Flaca, Lili Estefan regresó al foro lista para conquistar a la audiencia del programa y aclarar cuál era su estado de salud, además de revelar que no estaba de vacaciones como se había dicho. Ante los rumores sobre su ausencia en el show, Lili contó que se había quedado completamente sin voz debido a un problema en sus cuerdas vocales. Con estas declaraciones, la conductora de televisión hizo un alto a las especulaciones que apuntaban a que tenía coronavirus, y que por ello había estado fuera del programa.
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A su regreso al show de Univision, Lili compartió ante las cámaras que no se hizo un test para detectar si tenía COVID-19, a diferencia de Raúl de Molina, quien a lo largo de esta temporada se ha realizado dos pruebas. ‘La Flaca’, como es conocida, reveló que el último viernes que estuvo en el programa, empezó a presentar ciertas molestias en la garganta, al punto de quedarse sin voz. Primero empezó con la nariz constipada, y este malestar se transformó en una sinusitis, la cual se convirtió en una laringitis, ocasionando un hematoma en sus cuerdas vocales.
En las tres semanas que estuvo fuera de las cámaras, Lili debió permanecer en silencio y hacer una rehabilitación para fortalecer sus cuerdas vocales. Raúl empezó a bromear diciéndole que ojalá a su esposa le sucediera lo mismo. Durante la ausencia de Lili en el programa, Clarissa Molina fue quien tomó su lugar por unas semanas, apoyando a Raúl en la conducción del show.
Ante la pandemia, la producción de El Gordo y la Flaca ha tomado las medidas necesarias para evitar un contagio entre los miembros de la producción, así como de sus presentadores. Lili Estefan, por ejemplo, ha limitado sus salidas, además de quedarse en casa al lado de sus dos hijos. Por la emergencia sanitaria, Lorencito, el hijo mayor de la presentadora, regresó de California debido al cierre de las escuelas, e incluso, la graduación de su hija de la preparatoria fue en línea.
En tanto, Raúl de Molina es uno de los que ha tenido más cuidados, al punto de llevar cubrebocas y guantes en su oficina, además de salir a la calle solo para actividades esenciales. De hecho, la hija de Raúl, Mía de Molina, tuvo que regresar de Washington D.C. –donde estudiaba la universidad—y lleva más de tres meses en casa de sus padres, en Miami.