La seda es uno de los tejidos más antiguos que conservamos. Su origen se sitúa en China hace más de 4.500 años. Se compone, principalmente, de proteínas creadas por algunos grupos de insectos en su proceso hacia la metamorfosis. Esas proteínas crean monofilamentos muy finos que consiguen un tejido de brillo natural, muy suave y agradable al tacto, con buena tolerancia a la humedad y, en cierto sentido, un tanto delicado.
Tanto es así que hay que lavarlo y cuidarlo de una manera muy específica si no queremos que, tras tres salidas a la calle, la prenda pierda su brillo, se endurezca y, en definitiva, deje de ser esa blusa o vestido que habíamos comprado. Y es que, la seda, es un tejido natural, por eso necesita muchos más mimos por nuestra parte.