No voy a confirmar que tener una maleta de cabina siempre a mano es una obsesión, pero puede estar muy cerca. No me gusta esconderlas mucho y comienzo una especie de relación amorosa con ellas en cuanto veo que me acompañan durante un viaje y cumplen su función. Pero quizás, más que con las maletas, me pasa con las bolsas de viaje.
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Desde bien pequeña, siempre he contado con alguna que me hacía sentirme como en casa en cualquier habitación de hotel. Está claro que, para más de unos cuantos días, es inviable que todo quepa dentro. Pero para una escapada de fin de semana, son siempre mis favoritas.
Y creo poder explicarte el porqué. Son mucho más agradables al tacto, más flexibles para ir contigo en cualquier medio de transporte y, en mi caso, mucho más personalizables. Para lugares en los que llegas bien entrada la noche, o que tienes que recorrer bastantes metros a pie, mejor no tener que arrastrar nada. Además, al tener un tamaño más reducido, todo siempre está bien organizado y lo encuentras a la primera. Y, si no, siempre puedes utilizar bolsas de compresión dentro de ellas.