En muchas ocasiones infravaloramos el dolor de espalda y, por desconocimiento o porque, tal vez, los profesionales sanitarios no acertamos en dar una buena solución a estos problemas, mucha gente lo sufre durante toda la vida. Incluso, al ser el dolor algo subjetivo y variable entre las personas, podemos ser muy incomprensivos con aquellos que lo padecen. Sin embargo, el 80% de la población lo tiene o lo ha sufrido alguna vez. Además, la evidencia científica demuestra que es un error pensar que estas dolencias afectan solo a los mayores. De hecho a los 16 años de edad hasta el 70% de los jóvenes ha padecido dolor de espalda.
Por ello, hay que intentar seguir informando y debemos intensificar la educación sobre la salud de la espalda para prevenirlo. Sin duda, las escuelas juegan un papel fundamental y resulta necesario el trabajo multidisciplinar entre profesionales educativos y sanitarios para que podamos prevenir este problema.
¿Por qué sufrimos dolor de espalda?
Antiguamente se creía que esta afección se debía siempre a alteraciones de la columna vertebral, como la artrosis, escoliosis o hernias discales. Hoy en día se sabe que no es así.
El dolor de espalda aparece por un mecanismo neurológico que causa dolor, inflamación y contractura muscular. La mayoría de las veces no se sabe qué lo desencadena. En pocos casos el dolor es causado por una alteración orgánica de la columna vertebral. En general, las alteraciones de la forma de la columna vertebral son consecuencias del día a día.
Por ejemplo, la repetición de esfuerzos en posturas incorrectas o, sobre todo, la falta de una musculatura suficientemente potente y equilibrada pueden ser factores predisponentes. Otras causas que han demostrado aumentar el riesgo de padecer dolor de espalda son, por ejemplo, el miedo a padecerlo y la exposición a vibraciones.
Cervicales y ciática, muy comunes
El dolor cervical o de cuello normalmente se manifiesta como una molestia en la nuca que se traslada hacia la parte posterior de la cabeza y ambos hombros y que desaparece al cambiar de postura o al acostarse. Con el paso del tiempo el dolor puede volverse más intenso, los movimientos de cuello se limitan y el dolor se irradia hacia los brazos y manos, apareciendo también hormigueos o pérdida de fuerza. También es frecuente que este dolor se acompañe de crujidos al mover la cabeza hacia los lados, mareos, sensación de inestabilidad o cefaleas.
Antiguamente, este tipo de patologías se asociaban al envejecimiento, sin embargo, en la actualidad se da con más frecuencia entre los 35 y los 65 años, edades que coinciden con la vida laboral. Al analizar este dato puede deducirse que existen algunos factores psicosociales responsables del dolor: la tensión, la ansiedad o una mala ergonomía en el entorno hacen que el trastorno sea más frecuente y que su prevalencia vaya en aumento. También existen casos de dolor cervical en niños muchas veces ocasionados por malas posturas al dormir, al sentarse o por sobrecarga en sus mochilas y en jóvenes de hasta 18 años por exceso de tensión
La ciática, por su parte, es otro de los dolores más incapacitantes que se producen en la espalda. Afecta a la zona lumbar y puede bajar hasta el pie. La causa puede ser un dolor reflejo por contracturas u otras disfunciones musculares. La hernia discal es otro de los motivos más frecuentes. Asimismo, la espondilolistesis (una vértebra se desliza hacia delante sobre la de abajo), la artrosis u otras alteraciones vertebrales también pueden comprimir el nervio y producir un dolor muy agudo.
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¿Cómo se diagnostica el dolor de espalda?
Cuando el dolor no cesa es conveniente acudir al médico para que averigüe la causa. Se puede acudir al médico de atención primaria quien, probablemente, derivará al especialista como el traumatólogo, que es el que trata los problemas del aparato locomotor tanto por traumatismos o por enfermedades.
Para llegar a un diagnóstico fiable, en primer lugar realizará anamnesis (entrevista médica) para conocer el historial clínico del paciente, las situaciones en las que se produce el dolor, cuándo aparece o desaparece, su intensidad, antecedentes, ... Asimismo, realizará una exploración física. En contra de lo que se creía antiguamente, las radiografías son poco útiles para detectar la causa del dolor de espalda. Sólo cuando la historia clínica y la exploración física sugieren que es necesario, tiene sentido realizarla.
Tras esta primera visita, las pruebas que suelen realizarse para su diagnóstico son las siguientes:
- Radiografías o análisis de sangre para descartar que el dolor se deba a enfermedades generales que se manifiestan en la espalda.
- Resonancia Magnética. Es un error hacerla cuando no lo sugiere la historia clínica y la exploración física (por ejemplo, alrededor del 30% de los sanos tienen hernias discales que no dan problemas y verlas en una resonancia magnética puede inducir a prescribir tratamientos inadecuados).
- Pruebas neurofisiológicas esencialmente para detectar la existencia de compresión de estructuras nerviosas o hacer su seguimiento.
Actividad, el mejor tratamiento
Cuando duele la espalda es importante mantener el mayor grado de actividad y movilidad que el dolor permita y evitar el reposo en cama (aunque en el pasado se tuviera esta constumbre). En la mayoría de los pacientes, el dolor desaparece en menos de 7 días. Cuando dura más de 3 meses y se hace crónico, al margen de las causas que lo producen, el dolor es más resistente y difícil de tratar.
En estos casos, el enfoque multidisciplinario resulta fundamental. Los médicos estudiaremos a cada paciente exhaustivamente y suministraremos farmacoterapia, terapias físicas o indicaremos cirugía cuando sea precisa. En colaboración con fisioterapeutas y especialistas de la actividad y educación física desarrollaremos los programas de ejercicios musculares oportunos para su recuperación.
¿Se puede prevenir?
Sí, y podemos hacerlo introduciendo pequeños cambios en nuestro día a día. Para evitar el dolor de espalda es importante mantener el mayor grado posible de actividad física, hacer ejercicio y usar normas de higiene postural al sentarse, coger peso u otros movimientos y actividades que realizamos diariamente. Además, podemos seguir estos consejos:
Refuerza los abdominales. Ayuda a reforzar la zona lumbar. Pueden ser útiles ejercicios como los que se recomiendan en el método Feldenkrais, yoga o pilates, siempre supervisados por un buen profesor.
Al caminar. Reparte el peso a ambos lados, echa los hombros hacia atrás y aprieta ligeramente el abdomen.
Al agagacharte. No dobles la espalda, sino las rodillas.
Al sentarte. La zona lumbar debe quedar bien apoyada en el respaldo y las piernas en ángulo recto. Utiliza un reposapiés.
Al nadar. Es preferible que nades en estilo espalda o crol. La braza no se recomienda porque hipertensiona la columna.
Zapatos cómodos. Evita los tacones. Lo ideal es utilizar entre cuatro y cinco centímetros de tacón.
Elige un buen colchón. Debe ser flexible, pero no rígido.
Cuidado con la almohada. El cuello no debe estar flexionado o extendido hacia abajo. Debe quedar alineado con el resto del cuerpo.
No te automediques. Debe ser siempre el médico quien te recete los fármacos que debes tomar contra el dolor. Generalmente, serán antiinflamatorios, analgésicos y/o relajantes musculares pero deben tomarse tras un correcto diagnóstico.