Los entusiastas admiradores de la Familia Imperial esperaban la llegada a la estación de Shimoda del Príncipe heredero, de su esposa y de su hija, que saludaban su asueto con la mejor de las sonrisas y la mirada en el horizonte, un ojo en el monte Fuji y el océano Pacífico y otro en los destinos del Imperio de los próximos años