Después de un tiempo de polémica, marcado por el delicado momento que atraviesan sus cuentas y por unas recientes vacaciones privadas para todo la familia en Brasil, los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia encuentran la paz en un lugar idílico, con un plan austero y con una tradición centenaria. El jefe del Estado sueco y su mujer, al parecer sin hijos ni nietos, celebraron sus vacaciones de Pascua en la sencilla cabaña de montaña que tiene la familia desde hace casi cien años en Jämtland, una provincia que hace frontera con Noruega.
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Dos sillas de camping, una esterilla y su perrito Brandie, suficiente para disfrutar de la primavera, un plan que en el caso del rey también ha incluido algo de esquí de fondo, una modalidad más tranquila que el esquí alpino, al que fue muy aficionado en otro tiempo. La pareja cuenta que están en su cabaña de montaña en Storlien, en Jämtland, la provincia que también es el ducado del rey. Su cabaña de montaña está situada a dos kilómetros de la frontera con Noruega, y es un legado de los padres del rey, la princesa Sibylla y el príncipe heredero Gustaf Adolf, quienes a su vez la recibieron como regalo de bodas de una asociación histórica que promocionaba el esquí y la vida al aire libre en esta zona.
Ahora, que el rey Carlos Gustavo lleva más de cincuenta años en el trono y sus tres hijos ya son mayores, los reyes recuperan este plan que hicieron muchas veces durante la Pascua cuando los príncipes Victoria, Magdalena y Carlos Felipe eran niños. Estas vacaciones, con un carácter muy sueco, ya que es un momento del año en el que muchos ciudadanos aprovechan la combinación de altas temperaturas y últimas nieves, no han generado el impacto que tuvieron las anteriores, el viaje privado de la familia real a Brasil.
Hay que recordar que, según la propia institución, el presupuesto asignado a la monarquía no ha sido suficiente para cubrir sus actividades oficiales, el mantenimiento de las residencias reales y los parques, ni las celebraciones planeadas, como su 80 cumpleaños y las bodas de oro con la reina Silvia en 2026. Esta situación, que se remonta a los tiempos de la pandemia, ha hecho que la Casa Real sueca haya tenido que recurrir a préstamos del gobierno para cubrir algunos gastos, lo que ha complicado aún más las finanzas. De forma paralela, el Estado y la Casa Real no se ponen de acuerdo en cuanto a los alquileres o el rendimiento que se puede sacar a las propiedades que pertenecen a la corona sueca, así que el tira y afloja no ha hecho más que comenzar.