Fue el pasado mes de enero cuando supimos que Magdalena de Suecia, Chris O'Neill y los tres hijos del matrimonio, Leonore, Nicolás y Adrienne, estaban inmersos en una de esas temidas mudanzas. Cajas y cajas de cartón se amontonaban a las puertas de la vivienda de Miami en la que los cinco miembros de la familia habían residido durante el último año y medio. En aquel momento, la explicación más plausible era que la casa había salido a la venta y que la princesa y los suyos, que vivían de alquiler, tenían entonces una fecha límite para abandonarla.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Después de semanas en las que tuvieron que lidiar con continuas visitas de posibles compradores, llegó el momento de hacer las maletas y abandonar el que había sido su hogar hasta entonces: una villa de 700 metros cuadrados repartidos en siete dormitorios, siete baños, cancha de tenis, bodega, piscina, porche y jardín con palmeras. Si bien es cierto que la residencia que han dejado atrás Magdalena de Suecia, su marido y sus hijos -antes de poner rumbo a otro enclave de Florida- se puso a la venta, esta no fue la razón principal de su mudanza, dado que todavía no hay un comprador en firme.
Ha sido la prensa sueca la que se ha encargado de desvelar que uno de los motivos de peso que han propiciado este cambio de residencia ha sido un robo sufrido por Magdalena de Suecia y Chris O'Neill. El matrimonio fue víctima de un asalto a su domicilio hace unos meses, durante una de las ausencias de la familia. Desde entonces, la princesa no se ha sentido segura en casa. De ahí que el matrimonio haya decidido rescindir rescindir su contrato de arrendamiento, dado que Magdalena de Suecia ya no se atreve a quedarse sola con sus tres hijos en el inmueble.
No es la primera vez que un miembro de la Familia Real sueca vive un episodio similar. A su tía, la princesa Christina, le sustrajeron en su día varias piezas de joyería -una diadema, dos anillos, un brazalete y unos gemelos de oro-. En 2010, una banda de ladrones irrumpió en el castillo de Drottningholm y se llevó varios artículos de gran valor, dejando tras de sí cuantiosos destrozos, entre los que se encontraba una figura del siglo XVIII, que se hizo añicos. Drottningholm volvió a ser escenario de un nuevo asalto el año pasado, cuando varios individuos dieron un golpe nocturno y se llevaron dos copias de un reloj.
Pero si en todo este tiempo hubo un robo de película, ése es el que se llevó a cabo en agosto de 2018: dos personas se llevaron varias piezas de joyería pertenecientes a la Corona sueca de la catedral de Strängnäs y se marcharon primero en bicicleta y luego navegando en una lancha que tenían atracada muy cerca del lugar. Entre los objetos sustraídos se encontraban dos coronas funerarias pertenecientes a reyes suecos y un orbe de oro. Seis meses después, la policía del país recuperó el valioso botín y lo hizo en un contenedor de basura de Estocolmo.