Si la historia ha demostrado que todas las reinas y princesas de la corona noruega se casaron por amor también ha señalado que el infortunio, el exilio y la lucha las han acompañado hasta la actualidad y que también han tenido que pasar la prueba de la historia no exenta de sufrimiento y escándalos. De Maud, la primera Reina de Noruega y la princesa Marta, que nunca llegó al trono; a la reina Sonia y la princesa Mette-Marit destinada también a llevar corona. Como dijo el Rey Harald: "No existe una familia perfecta. Todos somos seres humanos, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades".
Haakon y Mette-Marit
Haakon y Mette-Marit se conocieron en 1996 cuando ella estaba embarazada y volvieron a reencontrarse dos años después. En el año 2000, adquirieron una casa en el centro de Oslo y se fueron a vivir juntos con Marius, de tres años. Se casaron en 2001, después de una tormenta mediática en la que el polémico pasado de Mette-Marit dio la vuelta al mundo. Su vida quedó tan expuesta entonces, que incluso se planteó dejar al príncipe. Pero pidió perdón, eligió quedarse al lado del futuro Rey… Y hasta hoy. Como dijo en una entrevista con el medio Se og Hør, “Me alegro de haber elegido el amor”, aunque seguramente no contaba con tanto.
Podría decirse, de hecho, que las adversidades no han dejado de acompañar a Mette-Marit desde su llegada a palacio y estás son algunas de ellas. En 2002, contrajo una infección pulmonar, sufrió la fractura de un pie y graves quemaduras en el rostro y lesiones en la córnea. Poco después fue fotografiada dando un manotazo al príncipe Haakon en plena crisis por su pánico a volar, fobia de la que tuvo que tratarse. En 2008, le fue diagnosticada una conmoción cerebral leve tras una caída. En 2013, fue operada de una hernia discal y en 2015 sufrió un accidente de tráfico con lesiones cervicales. En marzo de 2018, pasó por quirófano porque sufría de vértigo posicional benigno (síndrome de los cristales); en octubre del mismo año fue diagnosticada de fibrosis pulmonar, enfermedad crónica que cambió su vida y la lleva a tener que darse de baja de la agenda con frecuencia, y en 2021 se fracturó el coxis... Un sinfín de avatares y de golpes de mala suerte, aunque seguro que ninguno tan doloroso cómo el tener que ver a su hijo mayor, Marius, yendo de escándalo en escándalo y de interrogatorio en interrogatorio, ocho en total.
El joven de 27 años está acusado de violencia contra su última novia Rebecca Helberg -incumplió, además, una orden de alejamiento- y también de presunto maltrato doméstico contra otras dos exparejas, Juliane Snekkestad y Nora Haukland, aunque si bien asumió la responsabilidad de los primeros hechos, niega las acusaciones de sus exparejas.
Tres meses después de ser arrestado (4 de agosto), la situación lejos de calmarse ha ido a peor. Mette-Marit ha tenido que prohibirle el acceso a la casa señorial de Skaugum, su hogar, mientras, en paralelo, el proceso judicial avanza -Marius se enfrenta a seis años de prisión- y crece la preocupación porque la futura Reina puede ser llamada a declarar. Y podría salirle caro haber querido proteger a su primogénito. Según VG, la princesa "notificó a su hijo que la policía iba a detenerlo”, acudió a su casa para “limpiarla” (disponía de vivienda propia en los terrenos de la corona) y lo acompañó hasta la escuela Jansløkka, donde lo esperaban para arrestarlo.
Las fachadas se están derrumbando en Skaugum, el hogar familiar al que su primogénito, un hijo para el príncipe Haakon y un hermano, para la princesa Ingrid y Sverre, ha llevado una gran crisis para la monarquía. Un trono en el que, desde la proclamación de su independencia del reino de Suecia en el año 1905 hasta la fecha, se han sentado tres Reyes y dos Reinas ya que el rey Olav, padre de Harald, actual soberano, reinó casi cuarenta años siendo viudo.
No lo ha tenido fácil Mette- Marit, pero tampoco sus antepasadas. De ahí que se hable de la 'maldición' de las princesas noruegas -una palabra frecuente cuando se hace referencia a las desgracias en las casas reales- y que se repite cuando se habla de la reina Maud, nieta de la reina Victoria, de la princesa Marta de Suecia, que falleció antes de llegar al trono, e incluso de la reina Sonia, aunque como decíamos al principio todas se casaron por amor.
Harald y Sonia Haraldsen
También los actuales soberanos Harald y Sonia Haraldsen, aunque tuvieron que luchar contra viento y marea durante ocho largos años para poder casarse. La actual Reina era de una familia acomodada, pero no de sangre real, y se tomaron todas las medidas para distanciarlos, aunque sin ningún resultado. Sonia enfermó de amor, Harald la rescató, y con el paso del tiempo, tras amenazar con renunciar al trono, consiguió que se aprobara el matrimonio.
La boda se celebró el 20 de agosto de 1968, en la Catedral del Salvador de Oslo, pero no terminaron los problemas para la ya nueva princesa de Noruega. A lo largo de otra década -realmente, hasta pocos años antes de la muerte del rey Olav V- tuvo que soportar un sinfín de afrentas del Monarca y humillaciones de su círculo próximo y hasta del servicio, que no podían aceptar que una 'modista' -sus padres eran dueños de una tienda de moda-, pudiera acceder al trono del país. Fueron años difíciles para Sonia en la corte, a los que se sumó un aborto, en 1970, aunque compensados por el nacimiento de sus hijos, Marta Luisa y Haakon, y el apoyo y el amor de su marido. “Está claro que ha habido periodos de mi existencia en los que la tarea ha sido difícil y también, que ha habido momentos en los que me lamenté de la elección de vida que hice. Cuando llegan los malos tiempos, se desea haber elegido diferente. Pero así es para todos” declaró la Reina a Anne Grosvold y Anne Torjusson, autoras del libro Primeras damas de Noruega.
A la muerte del rey Olav en 1991, Harald llegó al trono y Sonia se convirtió en reina, la primera en 53 años y la segunda tras la independencia Noruega, en 1905. Fue en esa época cuando vivió años de paz y tranquilidad, aunque no le duró mucho, porque en 1998 ya empezaron a circular las noticias de la relación del príncipe heredero con Mette-Marit y con ellas llegaron un aluvión de problemas y el resto ya es historia. Como lo es el divorcio de su hija Marta Luisa y el escritor Ari Mikael Behn que terminó quitándose la vida dos años después; y su segundo matrimonio con el chamán estadounidense Durek Verrett.
Olaf V y Marta
Quienes no tuvieron problemas para casarse fueron los padres de Harald, Olav V de Noruega y la princesa Marta de Suecia, que eran primos hermanos, se comprometieron durante los Juegos Olímpicos de Ámsterdam en 1928, y contrajeron matrimonio en Oslo en 1929. Fue la primera boda real celebrada en Noruega en 340 años y, antes de que llegara la II Guerra Mundial, tuvieron tiempos felices durante los que nacieron sus tres hijos: Ragnhild, Astrid y Harald. Bien es cierto que, en 1930, un incendio destruyó su casa, Skaugum, y que Marta, que tuvo problemas de salud desde muy joven, perdió a su hermana, la reina Astrid de Bélgica, en un accidente de coche, en 1935; y al año siguiente, a su tío, el rey Jorge V del Reino Unido. Además, cuando las tropas nazis invadieron Noruega (1940) el matrimonio decidió separarse, buscando Marta y sus hijos refugio en Suecia y finalmente en Estados Unidos, donde residió por un tiempo en la Casa Blanca.
La princesa Marta, que hablaba siete idiomas, se convirtió en la mejor amiga del presidente Roosevelt durante la Segunda Guerra Mundial y, después, finalizada esta, regresó a casa donde la esperaba su marido, que permaneció junto a su padre, el rey Haakon VII, durante todo el conflicto. Había vuelto la paz y se presentaban años preciosos, pero la salud no la acompañó. Tras superar distintas enfermedades, falleció víctima de un cáncer el 5 de abril de 1954. Tres años después, su marido Olav subía al trono, permaneciendo viudo hasta el fin de sus días (casi 40 años), al igual que su padre, Haakon VII, que nació como Carlos de Dinamarca, y fue el primer soberano de una Noruega independiente en casi 600 años. Como diría su hijo, el actual Rey "Murió demasiado pronto, para ella y para mí”.
Haakon y Maud
Y llegamos a Maud, nuestra última protagonista, aunque en la historia, la primera Reina de Noruega. Una princesa inglesa, que nunca dejó de serlo en su corazón, aunque el destino le tenía reservado el trono de Noruega.
Era hija del que sería el rey Eduardo VII del Reino Unido y Alejandra de Dinamarca y vivió toda su infancia y juventud en la corte británica. De hecho, se casó con primo hermano, Carlos de Dinamarca, en la capilla del Palacio de Buckingham. La boda se celebró el 22 de julio de 1896 -fue la última a la que asistiría la reina Victoria, su abuela- y recibieron como regalo Appleton House, en los terrenos de Sandringham, Norfolk… Pero los recién casados se trasladaron a Dinamarca, donde la princesa no fue muy feliz. El clima le afectaba a su delicada salud y también la soledad por las ausencias constantes de su marido, oficial de la marina danesa. Una situación que la llevó a alargar cada vez más sus estancias en su añorada Appleton House. Tanto es así que, seis años después de la boda, se anunció su embarazo desde el Reino Unido y no regresó a Copenhague hasta que su hijo, el príncipe Alejandro, nacido el 2 de julio de 1903, tenía nueve meses. Una decisión que generó y sigue generando todo tipo de especulaciones sobre la paternidad del heredero, especialmente tras ver la luz uno de los libros de Tor Bomann-Larsen. Tras una larga investigación, el escritor ha llegado a la conclusión de que la llamada "cura de reposo" por la que Maud fue ingresada en un hospital de Londres fue en realidad un tratamiento de inseminación artificial. Un método que sólo era conocido entre los profesionales médicos y que llevó a Sir Francis Laking, médico y cirujano, a recibir la Gran Cruz de Dannebrog de la mano de Christian IX de Dinamarca "por su curación milagrosa y haber otorgado al Rey un nuevo Príncipe de Dinamarca".
Dos años después, les propondrían el trono de Noruega y en 1906, el príncipe Carlos, bajo el nombre de Haakon VII, y Maud eran coronados en la catedral de Nidaros de Trondheim, convirtiéndose su hijo Alejandro en el príncipe heredero Olav.
Como reina inesperada, Maud tuvo que renunciar a sus deseos personales y permanecer al lado de su esposo en Noruega, un país al que intentó dar lo mejor, incluso en los tiempos de la Primera Guerra Mundial, pero con un pie siempre en Inglaterra, su hogar y el país donde pasó los últimos días de su vida.
Su salud siempre había sido quebradiza y, en una de sus visitas a Londres, le sobrevino un fuerte dolor abdominal, motivado por el Cáncer que sufría y que, según el escritor Bomann-Larsen, quiso ocultar, así como el drama que vivió. Fue intervenida quirúrgicamente y, a los pocos días, sufrió una insuficiencia cardiaca falleciendo el 20 de noviembre de 1938, a los 68 años.
Su última aparición pública fue en mayo de 1937, cuando asistió, junto a su cuñada, la reina madre María, a la coronación del rey Jorge VI y la reina Isabel en Westminster. Y sus restos, trasladados a Noruega en el acorazado británico Royal Oak, fueron sepultados
Junto a su marido, fallecido el 21 de septiembre de 1957, en el mausoleo real del castillo de Akershus.