Poco a poco, los reyes europeos del siglo XX van dejando paso a sus herederos. En abril de 2013 fue Beatriz de Holanda la que abdicó en favor de su hijo Guillermo. Pocos meses después Alberto II de Bélgica hizo lo propio y dio paso a su hijo Felipe. Ya en junio de 2014, el rey Juan Carlos cedió el testigo a Felipe de Borbón. Y el pasado mes de diciembre, el emperador de Japón Akihito anunció que abandonaría voluntariamente el trono del crisantemo, un hecho insólito en 200 años. Sin embargo, otros monarcas se resisten a dejar su puesto. Es el caso, por ejemplo, de Isabel II de Inglaterra, de Margarita de Dinamarca o del propio Harald de Noruega.
El rey Juan Carlos: 'Quiero lo mejor para España y el Príncipe de Asturias encarna la estabilidad'
Precisamente las dudas que podían existir sobre la abdicación de este último han quedado zanjadas después de que el protagonista, que la próxima semana cumplirá la nada desdeñable cifra de 82 años, haya concedido una entrevista a un medio noruego en la que aclara cuál es su verdadera intención respecto a la posibilidad de ceder el trono a su hijo Haakon antes de su fallecimiento. "He prestado un juramento ante el Storting (así es como se conoce al Parlamento de Noruega) y eso es algo que creo que dura toda la vida. Es así de simple", comentaba recientemente en conversación con Dagens Næringsliv.
El rey Harald deja claro de este modo que no piensa renunciar mientras viva y que seguirá siendo el monarca de todos los noruegos hasta su muerte. "Esto se ha convertido en una tradición en este país con la que sin duda continuaremos", ha comentado. Esta forma de pensar no impide, sin embargo, que en determinados momentos puntuales de su reinado su hijo haya tenido que coger las riendas después de que le dieran la baja por enfermedad. Es lo que ocurrió, por ejemplo, el pasado mes de abril. Haakon de Noruega asumió entonces parte de la agenda oficial como si de un rey se tratase.
El heredero ya tenía experiencia en estas lides, pues quince años antes también aceptó la regencia durante la enfermedad de su padre. Por aquel entonces al rey Harald le habían intervenido de un cáncer de vejiga que le apartó temporalmente de la vida pública. La historia se repetía, pues el propio Harald ya tuvo que suplir las funciones de su padre debido a la grave enfermedad que sufría el rey Olav. Poco después, el monarca regresó y permaneció en el trono hasta su muerte, en el año 1991.
La enfermedad del rey Harald cambia la vida de toda la Familia Real noruega