Detrás de los muros del Palacio de Mónaco , se escribieron algunos de los capítulos más glamurosos de la historia del Principado. Su Patio de Honor, su Galería de Hércules, su Sala del Trono fueron el escenario incomparable de bodas icónicas, de posados majestuosos, de recepciones fastuosas… Sin que lo sospecharan sus residentes, los príncipes y princesas de la dinastía Grimaldi, estos lugares míticos escondían desde hace siglos un tesoro de un valor incomparable: unos frescos del Renacimiento italiano, pintados en el siglo XVI por artistas influenciados por Miguel Ángel y Rafael. Los gustos de los sucesivos señores de Mónaco los habían relegado a las mazmorras del olvido debajo de varias capas de pintura. Una minuciosa labor de restauración y recuperación, llevada a cabo por un equipo de expertos internacionales durante ocho años, ha permitido devolver su esplendor original a más de 600 metros cuadrados de escenas mitológicas de una excepcional calidad artística. El príncipe Alberto II nos invita a descubrir en exclusiva su palacio y esas maravillas que simbolizan el poder de los Grimaldi y su amor por la patria y la familia.
“Creía saber mucho sobre el palacio”
—Monseñor, gracias por recibirnos en su casa. ¿Sospechaba de la existencia de estas joyas escondidas debajo de las paredes del palacio?
—Creía saber mucho sobre el palacio, pero esta campaña de restauración permitió sacar a la luz unos tesoros y unos frescos insospechados. Sabíamos que había varias capas de restauraciones sucesivas, pero descubrir estos frescos originales fue realmente un acontecimiento excepcional. Hay algo mágico en reencontrarse con esta parte de nuestra historia que estaba olvidada y escondida. Nos permitió también remontar la transformación del palacio a mediados del siglo XVI y no a una fecha posterior, como se creía. Desde un punto de vista histórico y familiar, es muy interesante.
—Por su complejidad y duración, este proyecto se parece un poco a uno de los doce trabajos de Hércules que adornan la Galería del Patio de Honor. ¿Por qué decidió ponerlo en marcha?
—Teníamos que hacer trabajos de restauración en los frescos del Patio de Honor, porque habían empezado a sufrir por el aire marino. Después de los primeros descubrimientos, decidimos extender las investigaciones al resto del palacio. Fue cuando encontramos más frescos en la Galería de Hércules, pero también en las salas y en todos los grandes apartamentos del ala oeste. Descubrimos cosas extraordinarias, como el techo de la Sala del Trono, que es una de las últimas grandes obras interiores. Puede que nos encontremos con más sorpresas. En cualquier caso, me alegra mucho haber hecho esta obra, de una manera muy bella y ecorresponsable, con gente de gran calidad y, sobre todo, con un equipo de restauradores que es de la más alta categoría. Me gustaría rendirles homenaje y agradecerles su trabajo.
En las paredes y techos restaurados, Hércules, Europa o Ulises, vestidos de vibrantes colores, simbolizan el poder de los Grimaldi y cuentan su amor por su patria y por la familia
—¿Imaginaba que este proyecto iba a durar tanto e interferir de esta manera la vida del palacio?
—Es una decisión que hemos tomado con los responsables de este proyecto colosal. Por supuesto, tiene un impacto sobre la vida del palacio y sobre el número de actos oficiales que tradicionalmente se celebran en estos grandes apartamentos. También tiene un impacto sobre los movimientos de la vida familiar. Pero era importante hacerlo. La preservación del patrimonio significa mucho para mí, así que decidimos hacerlo a fondo y de la forma más ética e innovadora posible.
—¿Cómo reaccionó la princesa Charlene cuando le habló del proyecto y de los cambios que se avecinaban en el palacio?
—La princesa Charlene está entusiasmada y feliz porque hemos podido llevar a cabo esta obra. El año pasado, ella enseñaba a unos invitados suyos los grandes apartamentos, se cruzó con unos visitantes y disfrutó mucho enseñándoles los frescos. Muestra muy bien cuánto le importa el proyecto y su deseo de compartir la alegría familiar por esta hermosa obra.
—¿Les ha hablado a sus hijos, el príncipe Jacques y la princesa Gabriella, de los mitos y leyendas que les rodean en las paredes del palacio?
—Es muy importante que lo sepan. No les he contado todo aún a mis hijos, pero conocen la historia no solo de nuestra familia, sino también del Principado. Y también saben lo que significan estos frescos y estos retratos de nuestros antepasados.
“Para nosotros, era un lugar de juego”
—Gracias a estos hallazgos, ¿qué aprendió sobre la historia de los Grimaldi?
—El deseo de preservar un patrimonio que, con estos descubrimientos, resulta mucho más rico y significativo, incluso desde un punto de vista filosófico. Estos frescos, y las diferentes interpretaciones de las referencias mitológicas que contienen, forman un conjunto apasionante. Nos permiten redescubrir la historia de nuestra familia en el siglo XVI. En esa época, hubo intensas batallas porque los genoveses querían reconquistar la fortaleza y hubo daños y destrucciones. Hacia finales de ese siglo, se reconoció Mónaco como un lugar estratégico en Europa, así que era necesario que este palacio se convirtiera en el símbolo de la dinastía y reflejara la importancia que tenía el Principado. Estos ornamentos y decoraciones lo demuestran. Nos hemos reapropiado de parte de nuestra historia. Era muy importante saber a qué época y bajo qué antepasado se inició esta transformación.
—Sus hermanas, las princesas Carolina y Estefanía, crecieron aquí también y, como usted, conocen cada recoveco del lugar. ¿Qué les parecieron los cambios en el palacio de su infancia?
—Desde el inicio, se apasionaron por el proyecto. Hice varias visitas de las obras, en particular con mi hermana la princesa Carolina. Pero Estefanía también está muy interesada. Les impresionó mucho que pudiéramos redescubrir elementos como estos en estos lugares que conocemos muy bien. Imagínese. De niños, patinábamos en esta Galería de Hércules. Para nosotros, era un lugar de juego, como lo es ahora para mis hijos. Estos descubrimientos tienen un significado especial, porque es el lugar donde vivimos.
“No les he contado todo aún a mis hijos, pero conocen la historia no solo de nuestra familia, sino del Principado”
—Quería que esta obra fuese decididamente ecorresponsable, ¿qué indicaciones dio al equipo?
—Esta filosofía y esta exigencia surgieron de forma totalmente natural con los responsables de la obra. Creé hace unos años una comisión para supervisar las diversas normas medioambientales del palacio, usando, por ejemplo, los productos menos nocivos para el mantenimiento general. En todas las fases de la restauración, se han procurado usar los pigmentos más naturales posibles y métodos tradicionales. Tenemos que ser coherentes. Si yo predico por la ecorresponsabilidad y todo lo que pueda conducir a una mayor sostenibilidad, se tiene que reflejar en todo lo que hacemos aquí en el palacio.
“Nuestros padres velan por nosotros”
—Es una inversión financiera muy importante, ¿sentía que era su deber, como guardián del templo?
—Cuando uno es responsable de un lugar como este y de sus dependencias, es natural que quiera cuidar de este patrimonio para transmitirlo a las generaciones futuras. Tenemos que hacer todo lo posible para mantener este edificio en buen estado y también para realzar todo lo que merece ser realzado. Pensé que era mi responsabilidad y la de mi familia cuidar de esta residencia histórica que tiene aspectos verdaderamente extraordinarios.
Un equipo de 22 restauradores y expertos internacionales ha trabajado con la paleta, el láser o el pincel para devolver a la Sala del Trono su lustre de antaño
—Mónaco celebra este año el centenario del nacimiento de su padre, el príncipe Rainiero. Era un amante del arte y de la arquitectura. ¿Qué habría opinado de estas obras?
—Creo que le hubiera gustado mucho y las habría apoyado. Era muy exigente con todos los trabajos que se hacían en el palacio. Le habría interesado mucho y se habría alegrado mucho de poder acompañar este proyecto.
—¿Y su madre, la princesa Grace? En su día, dio un “gran toque azul” a la decoración del palacio. ¿Le transmitió su pasión por el arte?
—Mi madre tenía un gusto muy seguro. Apreciaba las cosas bellas, siempre fomentaba las artes, ya fueran figurativas o líricas, la danza, etc. A ella también le habría encantado este proyecto. Estoy convencido de que nuestros padres velan por nosotros y nos animan a seguir por este camino.