Charlene de Mónaco, a la que no veíamos en un acto público desde principios de mes, ha acudido al arranque de las festividades de Santa Devota, patrona del Prícipado, sin el príncipe Alberto, que se encuentra aislado tras dar positivo en covid por tercera vez. Lo ha hecho junto a sus hijos, los príncipes Jacques y Gabriella, para los que ya es toda una tradición prender la llama de la hoguera con la que se incendia la barca en honor a la guardiana del pequeño país mediterráneo.
Completamente de negro, con un traje de chaqueta que se vislumbra bajo un abrigo largo, la Princesa que acaba de cumplir 45 años, ha dado un paso al frente al acudir a esta cita por primera vez sin su marido. La última vez que se le vió en público fue el 9 de enero en Nueva York en un acto con la fundación que lleva su nombre. No asistió, más adelante, ni al funeral de Constantino de Grecia ni al Festival de Circo de Montecarlo, donde era habitual su presencia.
Los que un año más han acaparado los focos en el comienzo de estas fiestas han sido Jacques y Gabriella, que se han mostrado cariñosos como hacía tiempo que no les veíamos. Si bien es cierto que las escenas de abrazos entre ellos eran frecuentes cuando eran más pequeños, últimamente no se prodigaban tanto a la hora de expresar su cariño. Sin embargo, esta noche de jueves, los niños no han dejado de abrazarse mientras la famosa barca ardía. Jacques vestía de negro, como su madre, mientras que Gabriella, aunque también lucía ese color, rompía la hegemonía con un abrigo rosa palo.
Aunque este año han asistido muchos menos miembros de la familia Grimaldi que de costumbre, esta festividad ya ha recuperado totalmente la normalidad -los dos años anteriores se celebró con mascarillas y aforo restringido por la pandemia-. La de hoy es la primera jornada de las celebraciones, y ha comenzado con la llegada de la tradicional barca a puerto, donde se ha bendecido el mar con las reliquias y se han lanzado salvas de honor antes de una ceremonia religiosa. Mientras, la embarcación era colocada para ser incendiada posteriormente.
La historia de Santa Devota cuenta que fue martirizada en el año 304 en Córcega y se ordenó que se quemara su cuerpo, pero unos cristianos consiguieron huir con él para darle sepultura. Uno de los símbolos más impresionantes de esta cita es el momento tras la ceremonia religiosa en el que prenden fuego a la barca en el puerto de Hércules, una práctica que reinstauró Luis II de Mónaco durante su tiempo como príncipe soberano. Desde que Jacques y Gabriella son algo mayores, son ellos los encargados de encender la llama, un momento que hemos vuelto a ver esta noche, cuando los niños han cogido unas largas estacas en forma de espadas en llamas acompañados de su madre. Después de esta ceremonia los fuegos artificiales han iluminado el cielo de la ciudad.