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Alberto y Charlène de Mónaco llevan lidiando con rumores infundados de crisis y separación desde el mismo día de su boda. Las murmuraciones sobre la vida marital de la pareja real han vuelvo a cobrar fuerza en los últimos meses, alimentadas por la larga ausencia de la consorte y por algunas personas cercanas al entorno de los Grimaldi. “Creo que pronto se divorciarán. Se han distanciado. Ella sigue su propio camino, él ha elegido el suyo”, aseguró Christa Mayrhofer-Dukor, prima de Grace Kelly, a Oggi en 2021. Poco después, Alberto contradijo a su tía. “No hay un problema de pareja. Nuestra relación no está en peligro”, aclaró. Ese mismo año, cuando Charlène volvió a Mónaco, su cuñada, Chantell Wittstock, sugirió al Daily Mail que la exnadadora olímpica no volvería a vivir en palacio. Poco después, rectificó. “Me parece lamentable que ciertos medios propaguen tales rumores sobre mi vida y mi relación”, acaba de asegurar la propia princesa monegasca a Monaco Matin.
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Hace sesenta años, esos mismos rumores ensombrecieron el matrimonio aparentemente idílico del príncipe Raniero y Grace Kelly. A comienzos de los años 60, la prensa mundial alimentó una de las historias más sensacionales de la época: Gracia, la leyenda de Hollywood que había dejado su brillante carrera actoral por amor, quería volver a la pantalla grande. Según se publicó entonces, Alfred Hitchcock le habría ofrecido a la princesa regresar a la actuación con el papel protagónico en la película Marnie, la ladrona. La tentadora oferta se filtró a la prensa, lo que habría causado cierta tensión en el matrimonio real. Finalmente, Grace se habría visto obligada a rechazar la oferta.
El barón Christian Louis de Massy, hijo de la princesa Antonieta de Mónaco y primo de Alberto, confirmó esta versión en Grace: A Disenchanted Princess, un misterioso libro publicado bajo seudónimo en Francia en 2004. Según De Massy, la princesa habría quedado desconsolada cuando palacio le prohibió hacer Marnie. Según ese libro, la princesa, cansada de vivir en una “jaula de oro”, supuestamente habría consultado a un abogado estadounidense pero, después de que le advirtieran que podría perder a sus hijos, se resignó a su destino en Mónaco.
El director de cine francés Olivier Dahan desarrolló ese capítulo en Grace de Mónaco, la polémica película sobre la vida de la princesa que protagonizó Nicole Kidman en 2014. La cinta se centra en el año 1962, seis después de la boda de la actriz. Según Dahan, se trata de un momento “crucial” para la otrora estrella de Hollywood, pues es en ese año cuando Hitchcock le propone volver para participar en Marnie, en la que finalmente no actuó por la negativa de palacio. Tippi Hedren, madre de Melanie Griffith, acabó encarnando a la embustera ladrona.
La hipótesis más controvertida de la película de Oliver Dahan es que la consorte monegasca supuestamente buscó el divorcio de Raniero. El director de cine se negó a revelar las fuentes a las que recurrió para hacer tal afirmación, pero dijo que el guion se basaba en “cientos de entrevistas que muchos biógrafos realizaron durante muchos años” con miembros del palacio y otras fuentes de primera mano. Grace: A Disenchanted Princess había sido uno de los libros que consultó.
El filme protagonizado por Kidman termina con la supuesta reconciliación entre Grace y Raniero, y con ella dando a luz a su tercer hijo, Estefanía, en febrero de 1965, poco después del estreno mundial de Marnie. La cinta concluye con una simple frase: “Grace Kelly nunca volvió a actuar”.
Antes del estreno, la familia real monegasca emitió un comunicado afirmando no desear “de ningún modo estar relacionada con una película que no refleja la realidad”, y lamentó que su historia hubiera “sido objeto de una tergiversación con fines puramente comerciales”. El cineasta se defendió argumentado que era un artista, “no un historiador”. “Nunca pretendí realizar un biopic. No hay exclusivas en mi cinta y por lo tanto nada que merezca causar un drama. Hay cosas ciertas y otras inventadas; es mi derecho a la ficción”, aseguró.
Como ocurre siempre en Mónaco, nadie sabe dónde termina la realidad y donde empieza la fantasía. Sin embargo, Oliver Dahan hizo una interesante reflexión sobre su película. Para el cineasta, el valor de la cinta es el análisis que hace de “a qué parte de ella misma tuvo que renunciar” Grace Kelly al asumir su rol en el principado. Sesenta años después, muchos se hacen la misma pregunta sobre la princesa Charlène.