Charlene de Mónaco asistió por última vez a un acto oficial a principios de 2021, y no se la ha vuelto a ver desde el 8 de noviembre, cuando regresó al principado por unas horas, tras su reclusión obligada de seis meses en Sudáfrica. Entonces, todo parecía ir bien, pero nada más lejos. Después de una estancia relámpago en Mónaco, la princesa tomaba la decisión de ingresar en una clínica suiza y volvía a dejar atrás a sus hijos y a su marido.
Sufría un profundo agotamiento emocional y físico y puso tierra de por medio para ser tratada en un retiro terapéutico. Había pasado por tres operaciones, estaba débil -solo tomaba líquidos y perdió mucho peso-, y le había provocado mucha angustia el hecho de no haber podido reunirse con sus mellizos.
Según Bunte, Charlene ingresó en la Clínica Les Alpes, una de las mejores del mundo en salud mental, donde se trabaja con la interacción entre Mente, Cuerpo y Espíritu. Está ubicada en un castillo alpino en las montañas, tiene vistas a las cumbres, y cuenta con 27 suites, gimnasio, piscina, salas de yoga y pilates, biblioteca, restaurante y todas las comodidades.
Allí, pudo abrazar a su familia en vísperas de Nochebuena y también el dos de enero, cuando el príncipe y sus hijos fueron nuevamente a visitarla. Había ganado peso, recuperado fuerzas y ya no se sentía tan cansada.
Nueva York: un gran destino para su reaparición
Dos meses después, los médicos la autorizaban a volver a Mónaco. El viaje de regreso se programó para el 12 de marzo, dos días antes del 64º cumpleaños de su marido. Ese sábado, según Bunte, Charlene llegaba por la tarde en un avión chárter al aeropuerto de Niza, donde la esperaba un helicóptero para trasladarla a Mónaco. Llevaba casi un año fuera de su hogar y, según las mismas fuentes, había llegado a la conclusión de que no podía volver a su vida anterior.
En las últimas semanas, no ha habido nuevos datos sobre su salud, ni tampoco se ha fijado la fecha en la que retomará su agenda. La más cercana en el calendario con la que se ha especulado es la del 13 de abril. El príncipe Alberto recibirá ese día en Nueva York, en la Gala Stars of Stony Brook, un premio por su dedicación a la conservación y sostenibilidad de los océanos. Sería una gran oportunidad para reaparecer apoyando a su marido en un escenario internacional. Si no se cumple, también hay otras celebraciones señaladas en el horizonte: el Gran Premio de F1 de Mónaco, a finales de mayo, o la Water Bike Challenge , que su Fundación está organizando para junio.
No está en palacio. No vivía ahí antes de enfermar y, tampoco ha vuelto ahora
Charlene ha encontrado su refugio lejos del Palacio Grimaldi. Antes, en cuanto podía se escapaba de la fortaleza rosada repartiendo su tiempo entre Roc Agel, Córcega, y su piso sobre una fábrica de chocolate, antiguo apartamento de la Princesa Estefanía, en Mónaco. Y nada ha cambiado.
La princesa se recupera en el hogar de verano construido por el príncipe Rainiero y Grace Kelly en la década de los cincuenta. La propiedad de 56 hectáreas, situada muy cerca de Mónaco, lo tiene todo: huertos de cultivo ecológico, animales (vacas y gallinas), y hasta elefantes -los de Estefanía, que tanto le recuerdan sus escapadas de niña a la Sabana-; y una casa reformada. Charlene aportó su toque en 2015 haciendo desaparecer el estilo americano. Fue desde allí donde se preparó para su boda. En Roc Agel, juega a golf, nada, lee -uno de sus autores favoritos es Rudyard Kippling- y cocina platos vegetarianos.
Las intrigas con la princesa Carolina en el punto de mira
Charlene no es feliz en Palacio y estaría cansada de las intrigas. Cuando llegó estaba llena de buena voluntad, pero no tardó en sentirse juzgada e incomprendida. Vivía una vida de ensueño y sus preocupaciones no se tomaron en serio.
En 1994, haciendo referencia a su futura esposa, Alberto de Mónaco dijo que: “La parte más difícil seguirá siendo que mis hermanas la acepten. La cantidad de mis infelices novias que estas dos despedazaron...” Y muchos años más tarde, fue la propia Charlene la que habló en Paris Match de las dificultades a las que se enfrentó y de cómo algunas personas “se han mostrado hostiles hacia mí”. No dio nombres, pero, entre líneas muchos leyeron el nombre de Carolina.
A lo largo de estos años, medios franceses y alemanes han apuntado a que uno de los principales problemas son sus desavenencias con sus cuñadas, especialmente con la princesa de Hannover. Empezando por el momento en el que las hermanas se opusieron a que Alberto le entregara el anillo de compromiso de su madre, Grace.
Es difícil saber cuál es la verdadera naturaleza de sus relaciones. Philippe Delorme cuenta en su libro Charlene y estas divertidas damas de Mónaco, que se lleva bien con Estefanía y comparte con ella la pasión por la vida tranquila y el deporte. Y, en cuanto a la princesa Carolina, la propia familia de Charlene cree que ha sido un gran soporte durante su enfermedad y que las dos hermanas se han desvivido por cuidar de Jacques y Gabriella, de siete años.
Cada vez había menos ocasiones de verlas juntas, hasta que prácticamente dejaron de coincidir
Más allá de las especulaciones, hay un hecho. Al principio, incluso antes del compromiso, compartían la pista del Baile de la Rosa e iban de la mano a la gala de la Cruz Roja, pero con el paso del tiempo y mientras se escudriñaban sus gestos -no se han mirado, no se han dirigido la palabra-, cada vez había menos ocasiones de verlas juntas, hasta que prácticamente dejaron de coincidir.
2015 marcó la primera ausencia de Charlene en el Baile de la Rosa. Y, 2018, fue definitivamente el antes y el después. La deslumbrante Carlota Casiraghi -eligió a Charlene como madrina de su primer hijo, Raphael Elmaleh, en 2013-, se había prometido con Dimitri Rassam y Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo, esperaban otro bebé… También fue aquel el último baile para Karl Lagerfeld, quien falleció en febrero de 2019. Después, la pandemia se encargó del resto.
En cuanto a la gala de la Cruz Roja, aunque en los primeros años, las dos hermanas Grimaldi siempre los acompañaban, desde 2014, la sala ya solo era para Charlene y Alberto… Una situación que se revirtió este último año cuando, junto al Soberano, Carolina se puso de nuevo al frente con toda su familia. Charlene, que acababa de ser nombrada vicepresidenta de la Cruz Roja Monegasca por decisión de su marido, el presidente, seguía recuperándose en Sudáfrica.
La terapia de Charlene
El príncipe Alberto y sus hijos están muy involucrados en el proceso de recuperación, pero se mantiene el seguimiento médico, que incluye sesiones regulares. Los terapeutas deben volar a Monte Carlo o al revés. De hecho, a finales de marzo, se la vio en el aeropuerto de Niza camino de Suiza para una revisión. La información fue publicada por el programa Royal Talk, transmitida por el canal alemán RTL y se presentó como prueba una foto tomada muy de lejos. Aún así, se pudo apreciar su último cambio de imagen: la princesa lleva el cabello muy corto y rubio platino.
‘En mi corazón y en mis venas’
Todos están muy pendientes de Charlene. Y esto incluye a su hermano Gareth, que vive en Montecarlo con su mujer, Roisin Gavin, y sus dos hijos, Kaia Rose y Bodie. Después de la boda, llevó a toda su familia a Mónaco. Necesitaba su apoyo. Pero ahora solo tiene a su hermano mayor. Sus padres y el segundo, Sea, viven nuevamente en Sudáfrica, el país que la exnadadora representó al país en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, y que tanto echa de menos. “Está en mi corazón y en mis venas”, dice.
La princesa triste no es la primera vez que debe enfrentar la adversidad. En los últimos años, ha perdido a tres buenos amigos; y su adolescencia no fue precisamente de color de rosa. Un primo suyo se ahogó cuando tenía cinco años, un amigo de la familia fue asesinado a tiros; y sufrió desarraigo cuando tuvo que huir de Rhodesia (ahora Zimbabwe), devastada por la guerra, a Sudáfrica.
“Me enfrenté a la segregación racial”, y la familia, como refugiados que eran, pasó dificultades económicas. Llevaba ropa de segunda mano y “no teníamos electricidad porque no podíamos pagar la factura. Sé lo que se siente cuando tienes que ir caminando bajo la lluvia kilómetros para ir a la escuela”.