Grace Kelly era una de las actrices más bellas y famosas del mundo cuando se casó con Raniero III de Mónaco. La estrella de Hollywood tuvo que hacer grandes sacrificios para convertirse en princesa: renunciar a su exitosa carrera, adaptarse a la exigente vida en palacio y luchar por ser aceptada por la sociedad monegasca y la realeza de su época. Su sucesora, Charlène Wittstock, era una nadadora olímpica y campeona de Sudáfrica en los 50 metros espalda cuando se casó con Alberto II de Mónaco. Al igual que su suegra, tuvo que renunciar a su profesión, estudiar el protocolo y un idioma nuevo, y encajar en la familia Grimaldi. También tuvo que aprender el funcionamiento de los resortes del poder en uno de los países más pequeños, ricos e inescrutables del mundo. Ambas pagaron un precio alto por hacer realidad su cuento de hadas.
Charlène lleva más de un año alejada de la vida pública y de sus compromisos como consorte. Tras cuatro meses de tratamiento en una clínica secreta, acaba de regresar a Mónaco, aunque palacio se ha apresurado a aclarar que la princesa sigue convaleciente y que necesita “paz y tranquilidad” para terminar de curarse de su enfermedad antes de reanudar “gradualmente” sus deberes oficiales.
Nunca se ha puesto nombre a la enfermedad que aqueja a la princesa y que la mantiene inhabilitada para cumplir con sus responsabilidades como primera dama de Mónaco e incluso como esposa y madre. El príncipe Alberto habló de agotamiento “físico y mental” de su mujer, de un “cansancio profundo” que no le permite “afrontar sus tareas”, y de una incapacidad para “afrontar los deberes oficiales, la vida en general o incluso la vida familiar”. El monarca también se refirió a la extrema delgadez de su mujer, achacándolo a que apenas puede comer.
Una enfermedad tabú
Las vagas explicaciones del príncipe coinciden con los síntomas más habituales de problemas de salud mental como la ansiedad o la depresión: estado de ánimo bajo; dificultad para conciliar el sueño; cambio grande en el apetito, a menudo con pérdida de peso; cansancio y falta de energía; sentimientos de inutilidad… Sin embargo, nadie en palacio se ha atrevido a confirmar este diagnóstico. Tampoco nadie lo ha desmentido.
El príncipe Alberto ha señalado que el delicado estado de salud de su mujer se podría deber a la grave infección de nariz, oídos y garganta que sufrió el año pasado en un viaje a Sudáfrica. La consorte tuvo que ser operada hasta en tres ocasiones y tuvo que permanecer durante ocho meses en su país natal, bajo atención médica personalizada. Pero otros aseguran que el surmenage de Charlène podría ser el resultado de una insatisfactoria vida en palacio. De hecho, en los últimos meses salió a la luz que la princesa suele buscar refugio en un apartamento de dos habitaciones a unos 300 metros de la residencia oficial de los Grimaldi.
La fama de ‘princesa triste’ persigue a la mujer de Alberto de Mónaco desde el mismo día de su boda, cuando medios franceses e ingleses publicaron que, supuestamente, la novia había intentado huir horas antes del enlace. “Esto es un rumor, una ilusión en la que todo está mal”, declaró Thierry Lacoste, el abogado e íntimo amigo del monarca. “Es una vergüenza que este tipo de rumores salgan en tan mal momento, creo que el objetivo era sabotear una ocasión grandiosa. Son mentiras descaradas”, afirmó la propia Charlène… Nadie le creyó.
Años después, confesó que se enteró de su supuesta huida mientras estaba de compras para su boda y empezó a recibir llamadas de sus mejores amigos preguntándole si efectivamente se había echado atrás en su compromiso.
Las desgracias de Grace
Grace Kelly también tuvo que hacer frente a varios sabotajes desde el mismo día de su boda. Las casas reales de Europa dieron la espalda al enlace del príncipe Raniero y la actriz. Solo acudieron el rey Faruk de Egipto y el Aga Khan. Y medio Hollywood, por supuesto. Pero las familias reales más importantes dejaron claro que desaprobaban esa relación. Con los años, Grace se ganó el favor y el cariño de la reina Victoria Eugenia de España, abuela de Don Juan Carlos. La musa de Hitchcock abrió las puertas del lujo monegasco a la reina exiliada, y esta le abrió las puertas del Gotha.
“Grace sufrió una depresión terrible durante los primeros años de su matrimonio, no muy diferente de la que está pasando ahora Charlène”, ha declarado Joel Stratte-McClure, periodista estadounidense que cubrió la vida monegasca durante décadas, al New York Post. “Ella era muy infeliz”. Múltiples biografías sostienen la misma teoría. La glamurosa Gracia no habría sido tan feliz, y en muchas ocasiones habría padecido períodos de enorme tristeza, soledad y frustración por su vida “real”, alejada de su gran pasión: la interpretación. Según Stratte-McClure y otros reporteros, Charlène también estaría teniendo problemas para encajar en palacio, junto al príncipe Alberto y sus hermanas.
“Mi hija solía nadar 20 kilómetros al día. Conociendo su forma de entrenar, sé que es dura”, declaró hace algunas semanas Michael Kenneth Wittstock, padre de Charlène, convencido de que su hija se va a recuperar. Seguramente, la exnadadora ya sabe que ser princesa es más difícil que ganar una medalla olímpica. Grace Kelly también aprendió esa lección. El papel de consorte perfecta fue el más difícil de su vida.