No veía la hora de volver a casa, pero, después de seis meses de calvario, la princesa Charlene ha podido regresar a Mónaco.
Ya está en su hogar junto a su marido y sus hijos. Durante su período de recuperación en Sudáfrica, se perdió incontables citas y tampoco pudo celebrar su décimo aniversario de boda en julio, pero ha llegado a tiempo para celebrar el Día Nacional, el séptimo cumpleaños de los príncipes Jacques y Gabriella y hacer todos los preparativos de la Navidad.
Las imágenes de la familia reunida de nuevo en las legendarias escalinatas del palacio Grimaldi —las más esperadas en el principado— ponen fin a los rumores de ruptura con el príncipe Alberto, y también a meses de especulaciones sobre su prolongada desaparición de la agenda institucional.
Viajó en ‘jet’ privado, fue recibida con abrazos y flores por su marido y sus hijos y llegó con cambio de imagen y un nuevo compañero, un perro al que ha llamado Khan
‘¡No se fue de Mónaco enfadada!’
Charlene ha vuelto por fin. El regreso anunciado por el príncipe Alberto de Mónaco se ha cumplido. El tiempo también ha dado la razón al soberano: “¡No se fue de Mónaco enfadada!”, y el reencuentro no ha podido ser más conmovedor.
También lo dijo Palacio: “El lunes por la mañana, el príncipe Alberto, acompañado por la princesa Estefanía, el príncipe heredero Jacques y la princesa Gabriella, dieron la bienvenida a la princesa de regreso al Principado de Mónaco. Un reencuentro lleno de alegría y emoción”.
Charlene, protegida con una mascarilla con el escudo de los Grimaldi, fue recibida por su familia con besos, abrazos y un enorme ramo de flores. No se veían desde el pasado agosto, cuando el soberano y sus hijos viajaron al continente africano para acompañarla durante algunos días, y había muchas ganas.
‘Estar aquí fue un momento muy difícil’
La propia princesa lo contaba antes de embarcar rumbo a Europa.
“Estar aquí fue un momento muy difícil, pero al mismo tiempo fue maravilloso regresar a Sudáfrica. Me gustaría dar las gracias a los médicos, que hicieron un trabajo impresionante y me ayudaron mucho. Y, ahora, no puedo esperar a reunirme con mis hijos. Gracias, Sudáfrica, gracias a todos. Dios los bendiga”.
Las imágenes más esperadas en el principado, después de seis meses de ausencia, ponen fin a los rumores de ruptura entre Charlene, de cuarenta y tres años y el príncipe Alberto, de sesenta y tres años
La princesa despegó desde el aeropuerto de King Shaka, en Durban —fue despedida por su gran amigo, Misuzulu kaZwlithini, el Rey de los zulúes—; el domingo por la noche, en un jet privado, llegó a Niza, después de un vuelo de diez horas, alrededor de las nueve menos cuarto de la mañana del lunes día 8 de noviembre. Y, desde el sur de Francia, se trasladó en helicóptero —el principado solo cuenta con un helipuerto— hasta Montecarlo. A pie de pista, la esperaban su marido y sus hijos, los mellizos, a los que llama Jacqui and Bella, que también la han echado muchísimo de menos.
Abrazados en el patio de palacio
Después, todos juntos posaron para los fotógrafos en el patio de palacio. En las imágenes se puede ver a la princesa, con un abrigo de Prada, vestido de cachemira y botas altas, abrazando a su marido y a sus pequeños, que llevan el uniforme del colegio.
Y no solo la familia. En la maleta, Charlene ha traído un acompañante inesperado, un cachorro de perro de la raza rhodesian ridgeback. Khan, el otro protagonista de la jornada, ha llegado a la vida de la princesa después de que el pasado octubre muriera Monte, su chihuahua. “Mi angelito murió anoche, fue atropellada. Te extrañaré mucho, descansa en paz”.
La última vez que los monegascos pudieron ver a Charlene fue a finales de enero, durante la celebración de Santa Devota, y, ahora, la próxima cita ya está fijada. Será el 19 de noviembre y reaparecerá junto a toda la familia Grimaldi, o la mayoría, que también tendrá muchas ganas de verla.
Apoyo de su marido
En su ausencia, especialmente la princesa Carolina, han apoyado a su marido en la agenda oficial y también le han echado una gran mano con sus hijos.
Medio año después de que, en una misión contra la caza furtiva de rinocerontes, sufriera una infección de nariz, oído y garganta —previamente se había sometido a un levantamiento de senos paranasales e injerto óseo—, y completando un mes de recuperación, tras la última operación que la llevó por tercera vez a quirófano, Charlene ya está en su hogar. Hasta ahora no se había podido subir a un avión, ya que, al no igualarse la presión de los oídos, no podría soportar un vuelo de más de veinte mil pies de altura.
La ilusión de curarse cuanto antes para volver a reunirse con su familia y la fe —desde que abrazó el catolicismo no ha dejado de dar testimonios de lo que la nueva religión representa en su vida— la han impulsado hasta aquí.
“No puedo esperar a reunirme con mis hijos. Gracias, Sudáfrica, gracias a todos. Dios los bendiga”, dijo la princesa antes de embarcar en el avión que la trajo a Europa
Está más delgada que nunca, y ha dejado atrás el corte de pelo radical, aunque se ha teñido de castaño. La nueva Charlene ha vuelto y ha escrito con un corazón: “Ha sido un día feliz”. “Gracias a todos por mantenerme fuerte”.