La princesa Charlene ya está en Mónaco. Es la imagen más esperada en el Principado, donde no se le veía en público desde principios de enero, cuando asistió a la festividad de Santa Devota. Pocos meses después, no imaginaba que su último viaje a Sudáfrica, ya en primavera, iba a alargarse más de lo previsto. Una severa infección en nariz, garganta y oídos se complicó mucho más de lo previsto y, además, los médicos no le recomendaban volar al no poder soportar la presión. Así pasaron tres operaciones, algunos emotivos reencuentros familiares y una difícil recuperación que se prolongó medio año. Una extraña auencia que desató todo tipo de especulaciones sobre una crisis con su marido.
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Charlene de Mónaco se sincera sobre su estado de salud y sobre sus hijos
Este lunes, la Princesa ha vuelto a casa en un jet privado desde Sudáfrica hasta Niza y de allí en helicóptero hasta Montecarlo. A pie de pista la esperaban su marido, sus hijos; los mellizos Jacques y Gabriella y la princesa Estefanía. Con el pelo más oscuro y algo más largo, vestida con un abrigo negro, botas altas, vestido camel, bolso bandolera y llevando una mascarilla con el escudo de los Grimaldi, Charlene ha sido recibida por su familia con un enorme ramo de flores. Ha sido un reencuentro lleno de alegría y emoción ya que no se veían desde el pasado agosto cuando el monarca y sus hijos fueron al continente africano. Después, todos juntos han posado para los fotógrafos en el patio de Palacio. La Princesa aparece abrazando a su marido y a sus pequeños, que van vestido con el uniforme del colegio. En su maleta, Charlene ha traído un acompañante inesperado, un cachorro de perro de la raza Rhodesian Ridgeback llamado Khan, que también ha sido el otro protagonista de la jornada, que le regalaron después de que el pasado octubre muriera atropellado Monte, su chihuahua.
En estos meses no solo se ha perdido algunas de las citas monegascas a las que era asidua como el Gran Prix de Mónaco, si no también fechas tan señaladas como su décimo aniversario de boda. Además, su ausencia fue el caldo de cultivo perfecto para que surgieran los rumores sobre una crisis en su matrimonio. No fueron suficientes los partes médicos en los que se detallaban los motivos que le impedían volver al Principado, los comunicados y sus declaraciones públicos comenzaron a salpicarse con constantes muestras de cariño en las que expresaba lo mucho que echaba de menos a su marido y sus hijos.
No faltaron tampoco las visitas de Alberto y los niños a Sudáfrica ni las fotos abrazados celebrando el esperado reencuentro. Entre tanto, Charlene se refugiaba en la fé para superar la soledad y afrontar su recuperación, o eso hacían pensar sus últimas publicaciones en las que aparecía sujetando un rosario y con un libro que parecía la Biblia sobre la mesa. Son detalles especialmente llamativos que muestran que la conversión de la Princesa al catolicismo al contraer matrimonio con el soberano monegasco - anteriormente profesaba el protestantismo- fue algo más que un mero trámite.
Ahora se abre una nueva y muy esperada etapa para Charlene de Mónaco en la que, además de afianzar por completo su recuperación, deberá retomar su papel institucional en el Principado. Su ausencia durante tanto tiempo ha tenido como consecuencia directa que la actividad pública de la princesa Carolina se intensificara para apoyar a su hermano, y que los pequeños Jacques y Gabriella se conviertieran los mejores escuderos de su padre, acompañándole en muchas de las citas a las que por su edad podían acudir y perfilándose a pasos agigantados como el futuro del Principado que están llamados a ser.