Carlota Casiraghi ha dicho adiós a su larga melena con flequillo y se ha apuntado al long bob, el corte de pelo de moda que favorece a mujeres de cualquier edad. La hija mayor de Carolina de Mónaco ha estrenado su nueva imagen, que aporta más frescura a su legendaria belleza, durante la última cita de Les Rendez-Vous Littéraires rue Cambon , las charlas literarias que la joven Grimaldi lidera desde que se convirtió en embajadora y portavoz de Chanel, a principios de este año.
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Este cambio de imagen parece un símbolo de la nueva Carlota: más feminista y combativa que nunca, puesto que en esta ocasión, la charla literaria ha girado en torno a la figura de Virginia Woolf , una de las autoras que más perseveró en la lucha por la emancipación y la igualdad de la mujer a principios del siglo XX.
La elección de la pionera de Bloomsbury para el debate no ha sido al azar, ya que en esta ocasión, el encuentro no ha tenido lugar en París, como en los tres anteriores, sino que se ha celebrado en plena Semana de la Moda de Londres, concretamente en Somerset House, un importante centro artístico de la capital británica.
Por ello, para este primer encuentro en lengua inglesa, Carlota decidió rendir homenaje a Woolf, una de las grandes figuras de la Literatura, de la que dijo: “Luchó toda su vida por desafiar las convenciones de su tiempo y defender la capacidad de las mujeres para escribir y crear”.
Acompañada por la escritora Jeanette Winterson y la actriz británica Keira Knightley, la princesa filósofa ha relatado cómo durante mucho tiempo vio a Virginia Woolf como una escritora de difícil acceso. “A veces era más poeta que novelista”, ha manifestado Carlota. ”Hay pasajes extraordinarios de Virginia Woolf que son pura belleza; puedes disfrutarlos sin necesidad de entenderlo todo”.
Keira Knightley abrió el programa leyendo un extracto de Profesiones para la mujer, una conferencia que Virginia Woolf pronunció en 1931. En él, abordó el tema del trabajo para las mujeres y su propia relación con la escritura para hacer más visibles los obstáculos para la emancipación de las mujeres y su acceso al trabajo. La autora evoca el momento en que una joven (ella misma) se dispone a escribir la reseña de un libro escrito por un hombre famoso. Virginia rompió con la retórica dominante del siglo XIX y con la concepción de la mujer siempre abnegada y carente de necesidades propias: “… Descubrí que si quería dedicarme a la crítica de libros, tendría que librar una batalla con cierto fantasma. Y este fantasma era una mujer, y, cuando conocí mejor a esta mujer, le di el nombre de la protagonista de una famosa poseía, El Ángel de la Casa. Ella era quien solía obstaculizar mi trabajo, metiéndose entre el papel y yo, cuando escribía reseñas de libros. Ella era quien me estorbaba, quien me hacía perder el tiempo, quien de tal manera me atormentaba que, al fin, la maté”.
Al cuestionar la imagen de El Ángel de la Casa, una mujer a la que la autora de La señora Dalloway describe como “intensamente comprensiva, intensamente encantadora. Carecía totalmente de egoísmo. Destacaba en las difíciles artes de la vida familiar. Se sacrificaba a diario (...) jamás tenía una opinión o un deseo propios…”, examinó el acto de escribir, asociándolo con la lucha por repensar el papel de la mujer en la sociedad.
En su intervención, Carlota Casiraghi también se ha detenido en esta imagen de El Ángel de la Casa, el arquetipo de la mujer, la madre, la devoción, la pureza, todos los símbolos que, como Woolf, hay que “matar” para alcanzar la libertad de ser y escribir, evocando las zonas oscuras e impensadas que todavía existen hoy en día en torno a ciertos temas relacionados con la fisicalidad de las mujeres.