La princesa Charlene no viaja a Mónaco desde que, el pasado mes de mayo, durante un viaje a Sudáfrica, contrajo una infección en las vías respiratorias que, por prescripción médica, la obligó a permanecer en su país de nacimiento y le impidió regresar de nuevo al principado. El palacio ha detallado las distintas operaciones y ha afirmado que la esposa del soberano volverá en cuanto se reponga de esta dolencia. Sin embargo, todas estas explicaciones parecen no ser suficientes para acallar los insistentes rumores sobre una separación entre el matrimonio. Este es el último capítulo de la larga recuperación de la princesa, convertida ya en todo un culebrón. A todo esto, el pasado 1 de septiembre, se unió la preocupación por un nuevo ingreso hospitalario tras sufrir un desmayo derivado de esta enfermedad. Una situación límite que ha llevado a Alberto de Mónaco a ofrecer todos los pormenores en una entrevista para la revista People.
“¡No se fue de Mónaco por una rabieta! No se marchó porque estuviera enfadada conmigo, ni con nadie. (…) No se fue al exilio. Tenía un problema médico que necesitaba ser tratado”, ha confesado, con el ánimo de que cesen las informaciones. El príncipe también ha revelado por qué motivo ha tardado en desmentir su divorcio. “Probablemente debería haberme pronunciado antes sobre los rumores. Pero estaba concentrado en cuidar de los niños. (...) Malinterpretar los hechos es siempre nocivo. Somos una diana fácil, porque pasamos mucho tiempo en el punto de mira mediático”, ha dicho. La ausencia de Charlene cada vez es más evidente y ha sido significativa en el primer día de colegio de sus hijos, los príncipes Jacques y Gabriella, o en la celebración del décimo aniversario de su boda con su marido. Antes de su último ingreso, el soberano monegasco confesó que su mujer estaba lista para volver. ¿Terminará este culebrón con el esperado regreso de la princesa?