Hace una década que Charlene Wittstock se convirtió en princesa del Principado al contraer matrimonio con Alberto de Mónaco después de cinco años de noviazgo. Tuvieron una boda de ensueño de tres días que contó con una ceremonia civil, celebrada el 1 de julio de 2011, y otra religiosa que se llevó a cabo al día siguiente, ambas en el palacio Grimaldi. Desde ese momento, la pareja ha festejado de manera anual su aniversario con bonitos posados y retratos en los que también han aparecido sus dos hijos, los gemelos Jacques y Gabriella, de 6 años. El pasado año la celebración se vio empañada después de que Alberto diera positivo en coronavirus y tuviera que ser aislado durante varias semanas. No obstante, nadie podía presagiar que en su décimo aniversario, que se celebra este jueves, la pareja estaría separada por más de 12.000 kilómetros. El soberano del principado se encuentra realizando sus compromisos oficiales desde Mónaco mientras que Charlene se ha visto obligada a permanecer en Sudáfrica, su país natal, después de contraer una infección otorrinolaringológica que no ha acabado de superar.
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"Este año será el primero que no estaré con mi marido en nuestro aniversario en julio, lo que es difícil y me entristece", confesaba la Princesa en un comunicado a través de su Fundación en el que detallaba su estado de salud y el gran apoyo que significa el príncipe Alberto en estos momentos tan complicados. A pesar de que es una fecha que les encantaría compartir junto a sus hijos, el matrimonio ha tenido que respetar las indicaciones médicas de que Charlene no viaje a Mónaco hasta que consiga superar la infección después de someterse a numerosas pruebas, tratamientos y operaciones. "Mis conversaciones diarias con Alberto y con los niños me ayudan inmensamente a mantener el ánimo, pero echo de menos estar con ellos", lamentaba la sudafricana que, aun así, se mantiene con fuerzas esperando su recuperación total y su vuelta a palacio junto a su familia.
El pasado 23 de mayo la Princesa no pudo atender su cita anual del Gran Premio de Fórmula 1 de Mónaco pero, sin duda, lo más doloroso es no poder celebrar una fecha tan importante como la década que ha transcurrido desde su excepcional ceremonia nupcial con Alberto. Para la ocasión, el palacio de Grimaldi ha querido homenajear la vida matrimonial de la pareja con una miniserie que contará con un total de diez capítulos. En ellos, se hará un viaje en el tiempo hasta 2011 para revivir una de las bodas más espectaculares de la década y se infiltrará en algunos de los momentos más privados de la familia. El documental estará disponible a partir del 1 de julio con motivo del décimo aniversario de la boda real. Para ello, también se ponen a la venta una serie de cuatro sellos conmemorativos del matrimonio que recuerdan alguno de sus momentos más emotivos de estos últimos diez años.
Una de las estampas de las impresiones de edición limitada es una fotografía de Charlene y Alberto junto a sus hijos, Jacques y Gabriella, la misma que utilizaron para conmemorar su noveno aniversario en 2020. Fue tomada durante el Día de San Juan, el 24 de junio de 2020, una jornada llena de celebraciones de las que pudieron disfrutar en familia desde el balcón de su residencia real. En la imagen, cargada de amor, unión y mucho glamour, los cuatro miran fijamente al objetivo de la cámara con gestos de cariño de Charlene hacia la pequeña Gabriella, quien se sienta sobre su regazo, y de Alberto hacia Jacques, en un posado de lo más familiar. Con él, quisieron demostrar que, a pesar de tratarse del aniversario de boda, para ellos lo más importante es su rol como padres, su mayor orgullo, y poder festejarlo junto a ellos.
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Una ceremonia para el recuerdo
La boda entre Charlene y Alberto de Mónaco fue uno de los eventos reales más recordados en los últimos años pues contó con cientos de invitados de todas partes del mundo, una ceremonia civil y una religiosa, por la cual se transformó el Patio de Honor del palacio de Grimaldi en una auténtica iglesia. Las celebraciones duraron un total de tres días en los que no faltó la pomposidad y la ostentación: 900 sillas y butacas, una gran lámpara de araña y una impresionante tarta blanca de seis pisos ornamentada con motivos florales. Ambos vestidos de blanco, los novios se dieron el 'sí, quiero' frente a un altar colocado estratégicamente en el centro de una enorme escalinata blanca y del que fueron testigos la gran mayoría de miembros de la realeza europea.