El 19 de noviembre es el día más importante del año para los monegascos y, en consecuencia, para la familia Grimaldi. De forma tradicional, el Principado se engalana de rojo y blanco –los colores de la bandera- y participa en las celebraciones que se hacen desde la Catedral de Mónaco hasta el Palacio Grimaldi, habitualmente rodeado de muchos monegascos que celebran su particular identidad y su lealtad al Príncipe. Sin embargo, en un año marcado por la pandemia, el príncipe Alberto ha querido evitar cualquier aglomeración y ha diseñado un programa siguiendo las restricciones sanitarias. ¿Lo más llamativo? A pesar de los escuetos festejos el día de hoy pasara a la historia: por primera vez, el legendario balcón del Palacio Grimaldi -esa ventana desde la que se ha narrado la historia familiar- no se ha abierto. Eso sí, el savoir faire Grimaldi, que sirvió a los príncipes Raniero y Grace para poner a su país en el mapa, no ha faltado.
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La mañana ha amanecido luminosa en Mónaco, con los medios de comunicación apostados en los puntos estratégicos y en torno a las 9:30 de la mañana ya se podía ver la Catedral de Mónaco llena “a medias” con las autoridades del Principado y con parte de la nueva generación Grimaldi que accedió, como todos los invitados, tras ser sometidos a un control de temperatura. Andrea Casiraghi, Tatiana Santo Domingo, Pierre Casiraghi, Beatrice Borromeo, Alejandra de Hannover, Louis Ducruet y Marie Chevallier han asistido a la ceremonia religiosa con mascarillas (algunos con el escudo nacional bordado) y ocupando sus lugares habituales: los miembros de la familia por nacimiento en primera fila y los miembros por matrimonio en segunda.
Con rigurosa puntualidad los príncipes Alberto, Charlene y Carolina han hecho su aparición en la plaza del palacio, que ya lucía el Puente de Hércules cubierto de flores rojas, y han sido escoltados hasta el templo dedicado a San Nicolás, donde la orquesta filarmónica del Principado ha anunciado su llegada. El Te Deum o la misa de acción de gracias, ha comenzado y se ha podido comprobar que las ausentes del día eran Carlota Casiraghi (que ya lleva tres años sin acudir) y, la más sorprendente, Estefanía de Mónaco, que nunca se pierde el Día Nacional, tampoco han estado Pauline Ducruet (que si ha publicado una foto en redes sociales de un año anterior) y su hermana, Camille Gottlieb. Los que nunca faltan y han ocupado un lugar entre el público son los hermanos de Charlene, Gareth y Sean Wittstock, muy presentes en la vida pública.
La cita era muy esperada ya que la familia no se reunía en público desde el 17 de junio, cuando despidieron a su prima Elizabeth-Ann de Massy (su hija Melania llegó este jueves junto a los Casiraghi y ocupó un lugar entre el público) en un sentido y solemne funeral también en la Catedral de Mónaco. Aunque lo cierto es que a lo largo del verano, tanto Andrea y Pierre Casiraghi como Tatiana Santo Domingo y Beatrice Borromeo han hecho apariciones esporádicas en el Principado, sobre todo, en actos para reactiva la vida social, como fue la inauguración de un nuevo casino o la apertura de una nueva plaza que fue remodelada para acoger la ópera al aire libre. La presencia y el compromiso de Louis Ducruet y su mujer, Marie Chevallier, con Mónaco también es muy significativa, ya que se acaban de trasladar al Reino Unido por motivos laborales, el hijo de la princesa Estefanía ha fichado por un periodo de dos años por el club de fútbol Nottingham Forest.
Alberto de Mónaco, que ha sufrido en carne propia el coronavirus y también ha visto como su hija mayor, Jazmin Grace, tenía que estar ingresada por lo mismo en los Estados Unidos, ha buscado la manera de hacer una fête nationale segura para todos y para ello solo ha querido invitar a los residentes de Mónaco, evitando así los desplazamientos desde el país vecino, Francia, que está confinada hasta el 1 de diciembre. El único momento en el que se han podido ver las caras en el interior de la catedral ha sido en el momento de la Comunión. Entonces, siguiendo las instrucciones sanitarias, uno a una se ha quitado la mascarillas muy pocos segundos para recibir el Cuerpo de Cristo mientras sonaba exclusivamente el órgano del templo.
El soberano, que ha querido que este día sea también un homenaje a las víctimas de la COVID-19 y a los que luchan en primera línea, había comenzado la semana haciendo una entrega de medallas a los sanitarios del Principado. Del mismo modo, y como un gesto que no ha pasado por alto, todos han vestido en tonos oscuros. Finalizada la misa, el jefe del Estado y su mujer se han subido a sus silenciosos coches oficiales eléctricos y han recorrido los 170 metros de la rue Colonel Bellando de Castro, que separa la catedral del Palacio.
Esta misma semana, el soberano concedía una entrevista a Monaco Matin en la que se mostraba optimista y confiado asegurando que su país tiene la capacidad y los activos para recuperarse de la crisis sanitaria y económica. “Estamos lejos de la saturación de nuestros servicios hospitalarios, así que, en nuestra opinión, no es necesario confinar el Principado, pero esto puede cambiar… “, añadía en forma de contundente advertencia.
Las celebraciones han continuado en el interior del palacio con una versión reducida del desfile militar en el que ha primado la distancia entre los invitados y en el que se ha producido el gran momento del día: la llegada de los nuevos Grimaldi. Pierre Casiraghi y Beatrice Borromeo han sorprendido apareciendo de la mano con sus pequeños, Stéfano, de tres años, y el pequeño Francesco, de dos. Minutos después se anunciaba la aparición del soberano que traía de la mano a su heredero, el príncipe Jacques, que vestido de carabinero estaba listo para pasar revista a las tropas. Mientras, la princesa Gabriella buscaba la mano de su madre, la princesa Charlene, y seguía con atención todos los movimientos de su hermano.
Este 2020 pasará a la historia de Mónaco por ser el año en el que los Grimaldi no se asomaron al balcón y no es poca cosa, ya que a lo largo de los años esa ha sido su ventana de presentación al mundo. Independientemente de los avatares por los que pasara la familia, la cita con los monegascos desde el balcón del palacio ha sido sagrada. Ha habido momentos tristes, como el primer "balcón" sin la princesa Grace o como cuando Alberto se asomó convertido en Príncipe y con el dolor de la muerte de Raniero presente. La alegría tras el nacimiento de los tres hijos de Carolina tambíen se narró desde allí, como la posterior tragedia que tendría lugar con el accidente de Stéfano Casiraghi. Tampoco hay que olvidar que el año pasado la princesa Carolina se asomó con cinco de sus siete nietos y que incluso ha habido "balcones" que escenificaban la ruptura familiar, como cuando la princesa Estefanía se asomó con Daniel Ducruet en uno que estaba muy alejado al que ocupaba su padre.
A pesar de la situación -y de que este año no ha habido saludo desde el balcón para evitar las aglomeraciones que eso producía en las calles aledañas- son muchas las cosas que se celebran este 19 de noviembre como la idiosincrasia monegasca, un “estatus” del que solo presumen unas 39.000 personas de 108 nacionalidades distintas y que en tienen en común, además de la pasión por sus 300 días de sol y sus casinos, la posibilidad de vivir en país sin impuestos y totalmente seguro. Es más, en Mónaco se presume de poder dejar las llaves puestas en el Ferrari. Por otro lado, es el "Día del soberano" (como ha dejado claro el encargado de oficiar la misa) y originalmente variaba según el nombre del príncipe reinante, sin embargo, Alberto II terminó con esa tradición. El jefe del Estado quiso mantener la fiesta en honor a su padre, Raniero III, que llegó al trono un 19 de noviembre, fecha que se hizo coincidir con su santo, Rainiero de Arezzo. Así que para los Grimaldi este también es un día de recogimiento para honrar la memoria de un príncipe que falleció el 6 de abril de 2005.