Se prodiga mucho, pero se la conoce poco. La hemos visto en las emblemáticas citas oficiales de Mónaco, en las veladas con fines benéficos, en los circuitos de hípica, en los front row de las principales mecas de la moda, en las portadas de las revistas... y, al margen de lo que desvelan de ella sus puntos de encuentro, prácticamente no sabemos (casi) nada de la real Carlota Casiraghi. Esta vez la hija de Carolina de Mónaco, el rostro que todas las firmas quieren, no sólo da la cara (sexy, glamurosa, chic o delicada según el fotógrafo), también da un pedacito de su alma, como redactora jefe de excepción del magazine Madame del peródico francés Figaro. Un retazo de sí en unas cuantas palabras cuidadosamente escogidas.
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Libertad, alegría, pasión, imperfección...
Carlota Casiraghi rompe esquemas. La que es para la gran mayoría la perfección personificada se declara a favor de la imperfección, una de sus palabras: "¿No deberíamos sospechar de la perfección que a menudo puede conducir a la tiranía?" y en este sentido recomienda hacer "lo que podamos aceptando imperfecciones, errores y límites". Otro de esos términos que figuran en su diccionario personal, y que hablan de ella, es libertad. Hace su alegato citando al escritor y orador en materia filosófica Jiddu Krishnamurti: "Una mente libre tiene en sí la esencia de la humildad. El espíritu libre, y por tanto lleno de humildad, es capaz de aprender". La palabra le viene de familia. Los Grimaldi han hecho siempre ejercicio de libertad con una vida ajena a la galería, y ella ha seguido su ejemplo también. Tal vez por ello gusta tanto de la hípica. Dice que cuando cabalga a galope (otra de su selección) "puede olvidar las cargas de la vida cotidiana" y que este movimiento le proporciona precisamente "una impresión de libertad, confianza, ligereza y potencia".
Tal vez pueda parecer más seria de lo que en realidad es, pero que haya unido su vida al cómico Gad Elmaleh, padre del niño de sus ojos, el pequeño Raphaël, es la mejor evidencia de que Carlota reclama la alegría (y ahí va otra): "La alegría es difundida y comunicada. Incluso destinado a ser compartida". A lo largo de todo su repertorio léxico, repite una y otra vez esa propensión a la comunicación -"la vida debe ser comunicada"-, aunque como Casiraghi que es defiende "igualmente el derecho de todos a entregar sólo lo que se quiere entregar". Consejos de estilo, oui naturellement: "La camisa es la prenda más fresca. Puede ser usada con todo y en todas las circunstancias, y es la encarnación de la elegancia intemporal, masculina y femenina".
Pese a la discreción autoimpuesta, Carlota, apasionada de la focaccia monegasca y de la Dolce Vita de Fellini, entra en materia y deja entrever su lado romántico como admiradora de Balzac: "El lirio del valle es mi novela favorita. Es una invitación al amor. Honoré de Balzac forjó mi fantasía romántica del amor imposible (...). El primer amor es de alguna manera el más puro y sagrado. ¿Pero es tal vez una ilusión?". No cabe duda de que todos sus vocablos conducen a uno, su pasión (y ahí va el definitivo) por la vida: "La pasión puede ser una locura, un precipicio, una experiencia que nos quiebra el juicio, pero sin ella la vida se vuelve hueca (...). Como dijo Hegel: 'Nada importante se ha hecho sin pasión".