Guillermo y Stéphanie de Luxemburgo están sentando las bases de lo que será su próximo gran paso institucional. A partir de octubre, el gran duque heredero se convertirá en lugarteniente-representante y asumirá funciones de jefe de Estado. Una especie de relevo en el trono de segundo nivel que no significa la abdicación de su padre, el gran duque Enrique, pero sí supondrá mayores responsabilidades para su primogénito. El príncipe Guillermo ha sentado ya las bases de lo que podría ser su futuro reinado en el que tiene muy claro que va a diferenciar la vida oficial de la familiar de forma radical.
Conciliación familiar
Cuando algún día el príncipe Guillermo se convierta en soberano debería vivir en el castillo de Berg con su familia. Sin embargo, a través de un comunicado, ha anunciado su deseo de tener “un estilo de vida más contemporáneo” y ha decidido hacerse una casa al lado de esta fortaleza. Su objetivo es poder mantener una verdadera conciliación familiar que solo ve posible lejos del castillo, en un ambiente menos majestuoso. “Como padres y como futuro jefe de Estado, la Princesa y yo enfrentamos el desafío de equilibrar nuestro compromiso con la nación y nuestra vida familiar con nuestros hijos. Los momentos que pasamos con ellos deben ser preciosos y el entorno en el que crecen es decisivo para su desarrollo, pero también para ayudarles a afrontar con responsabilidad sus tareas futuras. Por estos motivos queremos orientar nuestro estilo de vida en una dirección que consideramos más contemporánea y familiar. Queremos que nuestros hijos crezcan en un ambiente familiar íntimo. Por eso, con el acuerdo del gran duque y del gobierno, planeamos construir un anexo en los terrenos del castillo de Colmar-Berg”.
Este lugar de cuento es la actual residencia de la familia gran ducal y se levanta en la localidad de Colmar-Berg, en el centro de Luxemburgo, cerca de la confluencia de los ríos Alzette y Attert. En origen era propiedad de la Familia Real holandesa, pero Guillermo II de los Países Bajos, quien era gran duque luxemburgués, lo compró para tener una residencia oficial en el gran ducado. En 1848 ya fue reconocida como residencia oficial del soberano de Luxemburgo. Con la separación del gran ducado del reino de los Países Bajos (1890), el castillo se mantuvo como propiedad de Guillermina I de Países Bajos que lo vendió al gran duque Adolfo I de Luxemburgo. En 1906, el gran duque Guillermo IV lo demolió y construyó uno nuevo que se acabó en 1911.
Con la Gran Depresión y tras las dificultades económicas que pasó la familia Gran Ducal, la gran duquesa Carlota acordó traspasarlo al Gobierno para que se mantuviera con el erario público. Durante la Segunda Guerra Mundial sufrió graves daños y tras una ambiciosa rehabilitación, en 1964 el gran duque Jean pasó a ocuparlo. Desde entonces se ha convertido en la residencia oficial.
Este palacio cargado de historia resulta abrumador para Guillermo de Luxemburgo y poco acorde con los tiempos actuales. “Esta dependencia quedará reservada a nuestra vida familiar y se financiará con nuestros propios medios, por lo tanto, la construcción se realizará sin fondos públicos. Además, es evidente que se cumplen estrictamente todas las disposiciones legales y reglamentarias que se aplican a este tipo de proyectos en el Gran Ducado. El castillo conservará su función como lugar de trabajo para recepciones oficiales o de personalidades. Además, se podría explorar la posibilidad de abrirlo al público en determinadas épocas del año, como ya se hace a día de hoy en el Palacio Gran Ducal. Estamos convencidos de que esta es la mejor manera posible de combinar nuestras obligaciones institucionales con nuestra vida familiar. Junto a la Princesa, quiero agradecer a todas las personas que nos han acompañado en este proyecto hasta ahora y nos seguirán acompañando. Guillermo”, finaliza el comunicado. Actualmente, la familia del gran duque heredero Guillermo vive en el castillo de Fischbach, la residencia que normalmente ocupa la pareja de herederos al trono.
Reyes que no viven en Palacios
Los herederos luxemburgueses son los últimos miembros de la realeza que rechazan vivir en Palacios y Castillos históricos y optan por viviendas más manejables y prácticas. El rey Carlos III de Reino Unido anunció al poco de la muerte de su madre que no tenía ninguna intención de vivir en el Palacio de Buckingham y que prefería seguir haciéndolo en Clarence House, su residencia de las últimas décadas. El bastión de la Familia Real británica sigue siendo su lugar de trabajo. El príncipe Guillermo y Kate Middleton han encontrado su sitio en Adelaide Cottage, una encantadora casita rosa en los terrenos del Castillo de Windsor, a donde se mudaron hace un tiempo dejando atrás el Palacio de Kensington, situado en el bullicioso centro de Londres, buscando un entorno más tranquilo y en el campo por el bien de sus hijos. En España, los reyes Felipe y Letizia viven en el Pabellón del Príncipe, su residencia situada en el recinto del Palacio de la Zarzuela, aunque el Palacio Real es la residencia del monarca español.