hola 3999 luxemburgo© Sophie Margue/COUR GRAND DUCAL

La gran duquesa María Teresa de Luxemburgo: reflexiones sobre el amor, la familia, el deber y las nuevas generaciones de la realeza, en su cuarenta aniversario de boda

El 14 de febrero de 1981 contrajo matrimonio con el príncipe heredero Henri, haciendo realidad su historia de cuento de hadas


19 de marzo de 2021 - 7:19 CET

Conversamos con la gran duquesa  María Teresa de Luxemburgo  en un perfecto español, pausado y elegante, salpicado de algunas palabras en francés y otras conservadas con nostalgia de  su infancia en Cuba , de la que partió con su familia, cuando estalló la revolución, para comenzar una nueva vida, primero en Nueva York, después en Santander y luego en Suiza. En la Universidad de Ginebra, poco después de cumplir los veinte años, se enamoró de su compañero de pupitre: un apuesto joven (usaba el apellido ficticio de Clairvaux) cuyo destino era el de heredar el Trono de Luxemburgo. “Yo no sabía nada sobre Luxemburgo ni sobre la realeza, pero un amigo común me pidió que ayudara a Henri en sus primeros días en la Universidad. Me hice la promesa de no enamorarme de un príncipe, porque sería algo muy complicado, pero cuando lo vi pensé: ‘¡Estoy perdida!’”.

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María Teresa y Enrique de Luxemburgo boda HOLA 3999© AGENCIAS
© Sophie Margue/COUR GRAND DUCAL
Arriba, la recordada imagen del día de su boda. Sobre estas líneas, un romántico retrato al cumplir sus cuarenta años de matrimonio.

El 14 de febrero de 1981, Enrique y María Teresa protagonizaron una boda de cuento de hadas, una de las primeras que se celebraban sin más motivo que el amor verdadero, romántica, auténtica, inolvidable.

“Yo no sabía nada sobre Luxemburgo ni sobre la realeza, pero un amigo común me pidió que ayudara a Henri en sus primeros días en la Universidad. Me hice la promesa de no enamorarme de un príncipe, porque sería algo muy complicado, pero cuando lo vi pensé: ‘Estoy perdida’ ”

“Para nosotros fue un día increíblemente feliz, porque era un sueño que, por fin, se hacía realidad. Durante cinco años habíamos vivido nuestro amor entre la presión de los estudios, la vida universitaria y la incertidumbre de no saber si el futuro que deseábamos, cada día con mayor fuerza, iba a ser posible. Yo no pertenecía a la realeza y eso, que hoy en día parece normal, en aquel momento era excepcional. Solo Sonia de Noruega y Silvia de Suecia habían entrado a formar parte de la realeza sin pertenecer a ella por nacimiento. Por eso aquel día tan frío y precioso, con un cielo increíblemente azul, fue la culminación de nuestra historia de amor, tanto para mi marido como para mí”.

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Sin embargo, aquella boda, que en los cuentos de hadas suele ser el “final feliz”, en esta historia real fue también el comienzo de cuarenta años de trabajo en común, de alegrías y dificultades compartidas y de entregarse juntos a la bendita locura de formar una familia numerosa, ¡cinco hijos en diez años!

No siempre fue fácil compaginar ambas responsabilidades. La gran dificultad, desde mi punto de vista, son las prioridades. Hubo momentos en que la prioridad eran los niños, otros, el deber hacia el país; otros, la pareja... Y las mujeres solemos tener la tendencia a olvidarnos de nosotras mismas. Mi consejo a todas las mujeres es que, si queremos estar para todos, tenemos que empezar a estar un poco también para nosotras”.

“Mi marido y yo nos queremos más que el primer día. Hemos crecido juntos, hemos evolucionado y hemos sabido ayudarnos el uno al otro, impulsándonos hacia arriba, de una manera positiva”
© Reginald Davis/SHUTTERSTOCK
© CordonPress
Arriba, un retrato de los recién casados, que siguen dedicándose miradas como las de entonces. Debajo, con sus cinco hijos, en una foto de archivo: los príncipes Guillaume, Félix, Louis, Alejandra y Sebastián.

“Claro que hay momentos en los que uno falla. Algunas veces, yo le di demasiada prioridad al país o a mis fundaciones o a mis actividades, y los niños se sintieron solos. Eso son penas con las cuales hay que vivir”.

“Pero debo añadir que, si no hubiera sido por la ayuda que me dio mi marido en todo momento, sobre todo con los niños, no hubiera podido hacerlo. Él, en los años ochenta, fue precursor en eso: se levantaba por las noches, se ocupaba de los bebés...”.

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La suya ha sido una historia de amor de cuento de hadas, pero también de compromiso y deber cumplido.

Ahora, aquellos cinco niños ya son hombres y mujeres adultos, independientes y padres de sus propios hijos. “Lo importante para mi marido y para mí era que nuestros hijos, los que no están llamados a subir al Trono, no dependieran de la Corona. Guillaume y su esposa, Stephanie, como herederos, están preparándose muy bien para asumir, en el futuro, las responsabilidades de su papel. Pero a los otros cuatro los hemos educado mi marido y yo para que se sientan libres e independientes, entendiendo que, de lo contrario, podrían llegar a sentirse muy infelices”.

“Lo importante para nosotros era que nuestros hijos, los que no están llamados a subir al Trono, no dependieran de la Corona. Que fueran libres e independientes porque, de lo contrario, podrían llegar a sentirse muy infelices”
© Cour grand-ducale / Lola Velasco
La Gran Familia Ducal es grande también en número. Los grandes duques tienen ya cinco nietos.

“Guillaume es muy feliz en su matrimonio y ahora está disfrutando mucho con su pequeño Charles, que es una maravilla de bebé. Félix y Claire son una pareja preciosa, con sus dos hijos, Amalia y Liam. Félix se ocupa de varias empresas y en particular, junto a su esposa, de su viñedo del sur de Francia. Louis está muy bien, a pesar de que, desafortunadamente, se divorció; tiene dos hijos adorables y trabaja como coach y mediador para personas con dislexia, una condición con la que él también convive”. Alejandra, que acaba de cumplir treinta años, nuestra única hija, es preciosa, por dentro y por fuera, y muy discreta con su vida privada. Ella trabaja con refugiados, se dedica a su integración. Y Sebastián, el más joven, está muy interesado en la agricultura ecológica. Los cuatro viven fuera de Luxemburgo, tal y como les recomendamos mi marido y yo, para que pudieran sentirse más libres y autónomos”.

© SOPHIE MARGUE/ COUR GRAND DUCALE
© ©MANUEL LAGOS CID / PARIS MATCH / CONTACTO/ CELINE MAIA-STUDIOBYC / COUR GRAND DUCALE
El más pequeño de sus nietos, Charles, abajo a la derecha, es hijo de los príncipes herederos Guillaume y Stephanie, y como nació en pleno confinamiento, lo conocieron a través del ordenador. Arriba, la gran duquesa María Teresa con sus cuatro nietos mayores: Gabriel, Noah, Amalia y Liam.
“Claro que hay momentos en los que uno falla. Algunas veces los niños se sintieron solos. Eso son penas con las cuales hay que vivir”

En el Gran Ducado, un país de pequeñas dimensiones y grandes empresas, la gran duquesa vive volcada en sus fundaciones de ayuda a las personas en situación de precariedad, especialmente las madres con hijos pequeños, los ancianos y los jóvenes. La dislexia y el modo en que ha cambiado la manera de comprender y tratar a estos niños en los colegios del mundo entero se debe, en gran medida, al congreso que lideró la gran duquesa, hace años, en Luxemburgo. La violencia contra las mujeres es también una de las grandes preocupaciones de María Teresa. Nos habla con pasión del fórum que organizó junto con el doctor Mukwege, premio Nobel de la paz, para tratar el tema de las mujeres violadas en zonas de guerra y de guerrillas, donde, por primera vez, se escuchó la voz de estas víctimas, que después regresaron a sus países y pusieron en marcha sus propias fundaciones.

© Hola
La portada de ¡HOLA! sobre la boda real de los príncipes herederos, a la que asistieron los Reyes Felipe y Letizia de España.

“También trabajo en los programas de microcrédito, con el profesor Yunus, una actividad que comparto con  la Reina Sofía , a la que tengo un cariño inmenso, igual que al Rey Juan Carlos y a los Reyes don Felipe y doña Letizia”.

“Mi consejo a todas las mujeres es que, si queremos estar para todos, tenemos que empezar a estar un poco también para nosotras mismas”

El gran duque Enrique y la gran duquesa María Teresa son —según se mire— los más jóvenes de los monarcas mayores o los más mayores de los jóvenes. En ese sentido, su visión es muy valiosa, ya que sirven de puente de unión para los viejos tiempos y los modernos. “En el contexto en el que estamos, más que nunca, las monarquías tienen la tarea de unir, de estar muy cerca de la población para conocer sus problemas, arrojar luz y ser portavoces. No solo han de ser representación y símbolo, sino también involucrarse, congregar, servir y hacer que las personas sientan que estamos ahí para ellos”.

© CollectionPrivéHMT/JacquesSchneider
“Hemos crecido juntos, hemos evolucionado y hemos sabido ayudarnos el uno al otro, empujándonos hacia arriba, de una manera positiva”, nos dice.

Son circunstancias especiales, así lo comentamos con la gran duquesa, en las que no es posible celebrar las buenas noticias con tanta intensidad como quisiéramos. El cuarenta aniversario de su boda no pudo festejarse con los hijos y los nietos, como era su deseo, “pero estuvimos los dos juntos y  fue muy romántico celebrarlo solos los dos, cuarenta años más tarde”.

Y basta con ver las fotografías que acompañan a estas palabras para comprobar que aquella joven y romántica pareja, cuarenta años más tarde, no ha perdido la ilusión ni la intensidad de su mirada.

—Siguen queriéndose como aquel primer día, ¿no es así?

—Sí, si no más. Hemos crecido juntos, hemos evolucionado y hemos sabido ayudarnos el uno al otro, empujándonos hacia arriba, de una manera positiva. Hemos pasado dificultades, claro, como todos los matrimonios, pero el amor ha estado siempre por encima de todo.

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