Luxemburgo está de luto. El pasado 23 de abril, el Gran Duque Juan de Luxemburgo, padre del actual Gran Duque Enrique, falleció a los 98 años de edad tras haber sido hospitalizado semanas antes debido a una neumonía. El Gobierno decretó entonces 12 días de duelo nacional que finalizarán el próximo sábado 4 de mayo, cuando tenga lugar el funeral a las 11 de la mañana en la Catedral de la capital. Hasta ese momento, los homenajes en recuerdo del fallecido se siguen sucediendo a lo largo y ancho del país. De hecho, este domingo, los ciudadanos han querido rendirle su particular tributo durante el traslado de sus restos desde el Castillo de Berg al Palacio Gran Ducal.
El silencio se ha apoderado de prácticamente todo el recorrido del cortejo fúnebre, solo roto por los aplausos al paso del coche en el que viajaba el cuerpo del Gran Duque Juan. Cabe recordar que el padre del Gran Duque Enrique era una persona muy apreciada por los luxemburgueses, que lo convirtieron en un héroe del país debido, entre otras cosas, a su papel en la Segunda Guerra Mundial.
La Gran Familia Ducal ha estado en todo momento acompañando al Gran Duque y al cortejo fúnebre y, a su llegada al Gran Palacio Ducal, a eso de las tres de la tarde se ha instalado la capilla ardiente, que permanecerá hasta el próximo sábado, día en el que está previsto el funeral. Allí los Grandes Duques de Luxemburgo, Enrique y María Teresa, sus hijos y otros familiares han bendecido los restos del Gran Duque Juan. Además, tal y como ha informado el gabinete del Gran Ducado, todos ellos han expresado su deseo de que el público que lo desee pueda unirse libremente a la misa funeral que se celebrará en su memoria el 4 de mayo a las 11 de la mañana en la catedral Notre Dame de la capital.
Los ciudadanos también podrán acudir al Gran Palacio Ducal a dar el último adiós al Gran Duque Juan y podrán hacerlo desde el lunes y hasta el viernes. En el puesto de guardia del palacio se ha instalado además un libro de condolencias para que las personas que quieran puedan dejar sus mensajes de despedida y mostrar su cariño al fallecido, quien prácticamente fue erigido en un símbolo de la independencia y la libertad de Luxemburgo, además de ser reconocido con más de una decena de condecoraciones por su labor en la campaña de los aliados.