El escueto comunicado emitido por la Casa Real de Liechtenstein informando de que la boda de la princesa María Carolina, segunda de los cuatro hijos de los príncipes herederos Alois y Sophie, con el venezolano Leopoldo Maduro Vollmer, se celebrará al final del verano de 2025, ha despertado interés por un enclave, del centro de Europa, apabullantemente rico e incorregiblemente discreto. Entre Suiza y Austria, este principado resiste los embates del tiempo. Con menos de 40.000 habitantes, la historia de la dinastía reinante se remonta a una familia que, desde el siglo XII, habitaba en el Castillo de Liechtenstein, en la Baja Austria. Sin embargo, el principado no se constituyó como tal hasta que, en el siglo XVIII, Carlos VI, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, decretó la unificación de las ciudades de Vaduz y Schellenberg bajo el nombre de Liechtenstein.
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Esta es la historia en cuatro trazos, pero detrás de estas pinceladas hay un cuadro muy completo de curiosidades históricas en torno al patriarca, Hans Adam II, a sus hijos y a sus nietos, con toda seguridad los príncipes más desconocidos de Europa, pero que, sin embargo, han amasado una ingente fortuna a lo largo de las generaciones. Entre los rasgos más curiosos de esta monarquía constitucional –aunque el referéndum de 2003 concedió amplios poderes al príncipe, como vetar leyes– está el hecho de que Hans Adams II, aunque sigue siendo el Jefe de Estado de su país, delegó en su heredero, el príncipe Alois, la toma de decisiones diarias.
Fortunas estratosféricas y amores serenos
Hay una relación inversamente proporcional entre la extensión de Liechtenstein –ciento sesenta kilómetros cuadrados– con la fortuna de Su Alteza Serena Hans Adam II, valorada en cuatro mil millones de euros, según Forbes. Su fortuna proviene de herencias familiares desde los tiempos de las Cruzadas –posee dos palacios en Viena, castillos y tierras por el centro de Europa, así como una colección de arte renacentista, con obras de Van Dyck, Murillo, Rembrant y Rubens–, pero también de un agudo olfato para los negocios (estudió Economía y Negocios en la Universidad de San Gallen, en Suiza) que le llevó a formar un banco privado, LGT Group. En los últimos años, LGT ha proporcionado a su familia cuantiosos beneficios económicos.
Hans Adam II ha vivido en Viena y en el castillo de Vaduz, una fortaleza cuyo origen se remonta al siglo XII, construida en lo alto de un monte, con vistas a la capital del principado. De los muros de sus ciento treinta habitaciones cuelga una importante colección de arte, lo que le da al castillo un aire de hogar, pero también de museo. No obstante, las cosas ya no son iguales ni en el palacio ni en la vida de Hans Adam II desde la muerte, el 21 de agosto de 2021, de su esposa, la princesa Marie.
Se conocieron cuando ella, hija del conde checo Ferdinand Carl Kinsky von Wchinitz und Tettau y de la condesa Henriette, soñaba con ser actriz de teatro y pintora, y se formaba para ello por las grandes capitales de Europa. Hans Adam y ella eran primos lejanos. Él, cinco años menor que ella, se enamoró a primera vista de Marie por su dulzura e inteligencia. Esperaron hasta que él tuvo veintiún años para comprometerse, en 1965: “Estoy feliz –mencionó ella en la entrevista que concedió en aquella ocasión– porque hemos hecho los preparativos en total complicidad con mis padres y mis suegros”. La boda se celebró en la iglesia parroquial de San Florián, en Vaduz, el 30 de julio de 1967. No se separaron nunca y la princesa Marie siempre estuvo cerca de su esposo cumpliendo con sus obligaciones dinásticas. Sin embargo, a veces se le escapó un deseo inconfesable que nunca se llegó a realizar: ambos soñaban con fugarse a una casa en mitad del bosque y ser dos perfectos anónimos, pero la responsabilidad y la familia les mantuvo siempre en el lugar en el que debían estar.
El príncipe Alois y su heredero: firmes en el camino
Hans Adams II y la princesa Marie tuvieron cuatro hijos: el príncipe Alois, el heredero; el príncipe Maximiliano, el príncipe Constantino y la princesa Tatiana, baronesa de Lattorff. La discreción de esta familia llega a tal punto que apenas trascendió información sobre un deceso lamentable: la muerte, a los cincuenta y un años, del príncipe Constantino, el pasado 5 de diciembre. La Casa Real emitió un comunicado que apenas ocupaba una línea: “La casa principesca lamenta anunciar que Su Alteza Serena el príncipe Constantin von und zu Liechtenstein falleció de manera inesperada el 5 de diciembre de 2023”. Después, en la más estricta intimidad, se celebró un funeral cinco días después, en Vaduz, y no se mencionó públicamente nada más.
Algo pareció pasó cuando la esposa del príncipe heredero Alois, la princesa Sophie, tuvo un tumor cerebral, en 2003, que resultó benigno. Apenas se dio información al respecto hasta que, por fortuna, todo quedó en un susto. Antes de enamorarse y casarse con el príncipe Alois, el 3 de julio de 1993, la princesa Sophie ya tenía título nobiliario y pertenecía a la alta aristocracia europea. Por nacimiento, pertenecía a la realeza, aunque de una Casa Real no reinante, como la de Baviera. Y ya sea por nacimiento o por adaptación a la familia a la que se integraba, a lo largo de las más de tres décadas que permanece junto al príncipe Alois también ha hecho de la discreción su bandera.
Los regentes del Principado son padres de cuatro hijos: Joseph Wenzel (1995), el heredero y “soltero de oro” (por el momento) de las monarquías europeas; Maria Caroline (1996), quien será la novia royal del 2025; Georg (1999) y Nikolaus (2000).
Detengámonos en la figura del príncipe heredero, Joseph Wenzel, a quien bien se le podría poner el apelativo de El Hermético. Aparece en los medios en contadas ocasiones y rehúye lo más que puede de ser el centro de atención. Sobre él, hay muy pocos datos conocidos. Se sabe que estudió en un internado inglés, el Malvern College, hasta 2014, y que después se tomó un año sabático en Bolivia y Perú. Como inciso curioso al dato anterior, se nota que los miembros de la Casa Real de Liechtenstein tienen especial cariño a Latinoamérica. Hans Adams II viajó en su Luna de Miel a México; su hijo Maximilian se casó en 2000 con la panameña Angela Gisela Brown; Josef-Emanuel, su sobrino, hijo del príncipe Nicolás y la princesa Margarita de Luxemburgo, contrajo matrimonio en 2022 con la colombiana Claudia Echevarría; su nieta, Maria Carolina se compromete con un venezolano; y Joseph eligió dos países de América del Sur para viajar durante una larga temporada.
Después de la estancia de Joseph en el otro lado del océano, Joseph Wenzel, al igual que su padre, se formó y graduó, en 2017, en la Real Academia Militar de Sanhurst, la misma en la que estudiaron otros miembros de la realeza como los príncipes Harry y Guillermo o el príncipe Hussein de Jordania. En cuanto a la vida sentimental del joven príncipe es muy poco lo que ha trascendido. Durante años, y de manera intermitente, se le ha relacionado con Jonna Gazzola, una joven aspirante al doctorado en Ciencias Políticas, en Viena, y que ha trabajado en la embajada de Austria en Estados Unidos. Sin embargo, los medios de comunicación del principado jamás se inmiscuyen en la vida personal de los miembros de la Casa Real y, por lo tanto, los datos sobre este aspecto o bien llegan por comunicado oficial o bien por rumores que corren sin corroboración alguna.
Lo que sí se sabe es que, sorprendentemente, Joseph Wenzel se dejó fotografiar junto a su familia, el pasado agosto, con motivo del Día Nacional de su país. Estaba relajado, sonriente, pero sin hablar ante las cámaras ni revelar nada acerca de su vida. Él es el príncipe heredero y no sería extraño (a tenor de lo hecho previamente por su bisabuelo Francisco José II y por su abuelo Hans Adams II) que en unos años su padre, el príncipe Alois, lo nombrara príncipe regente. Por otro lado, Joseph Wenzel está demostrando que sigue al pie de la letra las lecciones de sus ancestros: cuidar el patrimonio familiar con trabajo y discreción, huir de los escándalos y seguir siendo, sin ostentaciones, pero con firmeza, la Casa Real más rica de Europa. Como botón de muestra, la fortuna que según Forbes poseen los Grimaldi es de unos dos mil millones de euros. Y ellos pagando el precio de la fama. A los príncipes de Liechtenstein muy pocos les ponen cara.