No era una sorpresa para nadie. Ser heredero durante 73 años inevitablemente deja tiempo para reflexionar sobre qué clase de rey quieres ser y, en el caso de Carlos III, siempre ha dejado claro que estaba entres sus planes una monarquía más atomizada que permitiera reducir costes. Conocido además por su compromiso con la lucha contra el cambio climático, muchas de esas medidas estaban también encaminadas a convertirse en una monarquía reducida, pero también, sostenible. Repasamos cuáles han sido sus primeros pasos para conseguirlo.
Carlos III rompe con las tradiciones estivales de su madre en su primer verano como monarca
Lo primero que hizo el nuevo monarca tras el fallecimiento de Isabel II fue aglutinar a quienes serían sus fieles escuderos. Un equipo reducido formado por solo cuatro personas de su total confianza con las que remar hacia el primer hito de su reinado: la coronación. Siguiendo la misma línea, Camilla también decidió llevar a mínimos el séquito que habitualmente acompaña y asiste a la Reina y prescindió de las damas de compañía.
El núcleo duro de la familia real también es sensiblemente más reducido, con la reina consorte y los príncipes de Gales como principales bastiones, y también con el apoyo de los nuevos duques de Edimburgo y de la princesa Ana, una de las Windsor que más actos suele acumular en su agenda a pesar de protagonizar menos titulares. Siempre leal, tanto a su madre, Isabel II, como a su hermano, pero también honesta, ha sido la única voz discordante con la idea de una monarquía reducida. "Bueno, creo que lo de 'adelgazar' la monarquía se dijo en una época en la que había más gente", dijo en una entrevista en el canal canadiense CBC News, en la que aseguró que, si bien es cierto, que el mundo ha cambiado, no le parece la mejor opción.
La huella ecológica de su reinado
El ahorro económico es importante, pero para Carlos III lo es incluso más el energético. Firme defensor de un modo de vida más sostenible, ya ha dejado su impronta ecologista en el castillo de Windsor, la última residencia de Isabel II. A diferencia de su madre, a él nunca le gustó demasiado ya que el ruido de los aviones despegando y aterrizando en el vecino aeropuerto de Heathrow le molestaba, pero poco a poco ha ido adaptándolo a sus gustos e intereses. Si bien no puede desviar el rumbo de las aeronaves, sí ha instalado puntos de carga para vehículos eléctricos y ha plantado muchos más árboles.
De momento, los reyes Carlos y Camilla continúan viviendo en Clarence House y no se trasladarán a Buckingham hasta que se lleven a cabo reformas encaminadas a hacer más eficiente del edificio y que pasan por modernizar, entre otras cosas, el cableado eléctrico, las tuberías y la calefacción, instalaciones que no se habían renovado desde la década de los 50. No se espera que finalicen los trabajos hasta 2027. Además, otro gesto con el que aspira a dar ejemplo en tiempos de crisis energética y climática ha sido la decisión de bajar algunos grados la calefacción de su residencia, medida que, previsiblemente, trasladará a Buckingham.
El espíritu del rey Carlos siempre ha sido ahorrador. Tal vez por eso, su patrimonio es uno de los más elevados de la realeza. Además de las ingentes herencias de sus padres, el duque de Edimburgo e Isabel II, y los ingresos que generan las múltiples propiedades de la Corona, también atesora una gran cartera de inversiones privadas y algunas de las colecciones de arte y de sellos más importantes del mundo. Según una investigación realizada por The Guardian, su fortuna personal supera los 2.000 millones de euros.