Carlos III y Camilla han sido coronados en una ceremonia religiosa que ya es parte de la Historia. Reino Unido y todo el planeta han vivido el gran acontecimiento royal del año, preparado con gran precisión y detalle, nunca visto en setenta años donde los Reyes británicos han sido ungidos, bendecidos y consagrados en una liturgia con mil años de antigüedad, que se ha celebrado, como manda la tradición, en la Abadía de Westminster de Londres y que ha sido oficiada por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, ante más de 2.300 invitados vendidos de todos los rincones del mundo.
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El desfile de los reyes británicos en la Abadía de Westminster
A mediodía hora española, el monarca y su esposa han accedido a la imponente Abadía, engalanada con 120 variedades de flores, procedentes del Palacio de Buckingham, un trayecto que han realizado en el carruaje de Estado del Jubileo de Diamante tirado por seis caballos grises Windsor y que se produce ocho meses después del fallecimiento de Isabel II, la monarca británica con el reinado más largo. Carlos III se ha convertido en el soberano número 40 en ser coronado en este lugar y ha sido la primera vez en 86 años que el mundo ha visto cómo se colocaba la corona a una reina consorte, la última fue la Reina Madre, abuela del protagonista del día.
Les ha precedido una procesión de la que han formado parte líderes religiosos (musulmanes, hindúes, sijs y judíos), gobernadores del reino, primeros ministros y representantes de naciones de la Commonwealth - la organización de países que guardan un pasado común con Gran Bretaña-, que han portado las banderas nacionales. La bandera de Reino Unido ha sido llevada por el suboficial cadete Elliott Tyson-Lee y tras él se ha visto al primer ministro británico Rishi Sunat con su esposa Akshata.
Después ha sido el turno del marqués de Anglesey; el duque de Westminster, el millonario padrino del príncipe George que acaba de comprometerse; el conde de Caledon y el conde de Dundee, que han portado los estandartes de varios acuartelamientos. Francis Dymoke ha llevado el estandarte real, un privilegio otorgado a su familia en todas las coronaciones desde el siglo XI. Tras ellos, un numeroso séquito con las personas que han portado las joyas de la Corona y otros símbolos como las coronas del Rey la Reina consorte, la espada, las espuelas, el cetro, los brazaletes, los anillos o el orbe.
La presencia de mujeres por primera vez
Ha sido la primera vez en la historia que una mujer, la suboficial Amy Taylor, ha llevado una de estas insignias (la espada enjoyada) en la ofrenda. También ha sido novedoso que hayan participado las obispas de Londres, Sarah Mullaly, y de Dover, Rose Hudson-Wilkin, en esta jornada irrepetible.
Ya camino hacia el altar mayor y más concretamente al pavimento cosmati, un suelo típico de la época medieval con decoraciones geométricas que simboliza todo el cosmos en el Día del Juicio, ha tenido lugar la coronación propiamente dicha. Carlos y Camilla de Reino Unido han estado acompañados por representantes internacionales de 203 países incluidos un centenar de jefes de Estado, además de miembros de la Familia Real -entre ellos los príncipes de Gales y el príncipe Harry sin Meghan Markle, sentado en tercera fila con sus primos-, familiares y amigos personales, miembros de la realeza comodon Felipe y doña Letizia o Guillermo y Máxima de Países Bajos, rompiendo así con el antiguo protocolo real por el que durante siglos ningún otro miembro de la realeza ha estado presente en la bendición de un monarca británico, ya que se entendía que el servicio religioso era un intercambio íntimo entre el Rey y su pueblo en la presencia de Dios.
De hecho, el duque de Norfolk, conde mariscal y organizador de este evento, quiso recientemente poner el énfasis en que “el corazón de esta coronación es cristiano, pero también se trata del servicio que el Rey se enorgullece de realizar como soberano y el servicio que tantos individuos desinteresados dedican a sus comunidades para el bien público en toda la nación y la Commonwealth”.
En su camino por la nave central de la Abadía, el séquito real ha desfilado delante de miembros del Gobierno británico, representantes de la Iglesia anglicana y de otras confesiones, miembros de Defensa, del cuerpo diplomático, de las organizaciones de las que Carlos y Camilla son patronos, así como las personas distinguidas con la Medalla del Imperio Británico y 400 jóvenes en representación de organizaciones benéficas. En definitiva, una muestra de la diversidad y multiculturalidad del país que tanto defiende el jefe del Estado británico.
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El vestido abrigo de Camilla lleno de simbolismo y la sobrecamisa de Carlos
Ha sido entonces cuando se ha desvelado uno de los secretos del acto: el vestido que Camilla ha elegido y que ha creado para ella Bruce Oldfield, que también fue el encargado de vestir a la recordada princesa Diana durante muchos años. El modista ha creado la pieza en los talleres de alta costura que tiene en Battersea, Londres. Se trata de un vestido-abrigo sobre una falda bordada de peau de soie, con una tela de seda con acabado de brillo opaco y tejido por Stephen Walters en Sufflok en color marfil, plata y oro y escote en V, y que iba rematada con una cola corta realizada para complementar cada una de las dos túnicas que ha usado en el acto. Está cargado de simbolismo, pues lleva una rosa, un cardo, un narciso y un trébol, las flores de las cuatro naciones del Reino Unido, en los puños de las mangas. Los zapatos de Camilla han sido hechos por el diseñador británico Elliot Zed y están forrados con la misma tela del vestido.
La Reina ha complementado su atuendo con un fabuloso collar que fue fabricado para la reina Victoria en 1858. La espectacular pieza cuenta con 25 diamantes brillantes y un enorme colgante de 22,48 quilates conocido como el Lahore Daimond. Ha sido usado por varias reinas consortes durante sus coronaciones y por Isabel II en su propia consagración.
Las damas de honor de la Reina, su hermana Annabel Elliot, y la marquesa de Lansdowne, una de sus íntimas amigas, han vestido de Fiona Clare, que ha creado dos vestidos largos de color marfil con pequeñas modificaciones para que puedan complementarse entre sí.
Por su parte, el rey Carlos ha vestido a su llegada la túnica de coronación carmesí y una sobrecamisa de seda en color crema con pantalones de la Marina Real. Se creía en un primer momento que vestiría uniforme militar completo, pero se ha optado por un diseño parecido a las camisas que usaron Jorge V y Jorge VI en sus consagraciones, que ha sido creada por Tumbull&Asser en Gloucestershire con seda inglesa hilada. En los cuellos y los puños hay bellotas y hojas de roble bordadas. Los pantalones del monarca son de su vestidor y los usa regularmente como parte del traje ceremonial completo de la Marina Real. Carlos de Inglaterra ha llevado los collares de las órdenes de San Jorge y de la Jarretera, además de la insignia de esta última.
Los Reyes han llevado, a su vez, los mantos de terciopelo carmesí que les han sujetado sus pajes de honor, entre los que se encontraba el príncipe George, hijo del príncipe Guillermo, y los nietos adolescentes de Camilla, vestidos con sus correspondientes uniformes ceremoniales.
La fabulosa toga del soberano está hecha en terciopelo y fue usada por su abuelo, Jorge VI en su coronación en 1937. Por su parte, Camilla de Reino Unido ha usado la que se hizo para su suegra en su consagración en 1953, también hecha en el mismo tejido. Dos piezas que rápidamente nos han transportado a otra época, a plena Edad Media cuando en 1066, Guillermo I el Conquistador decidió ser ungido y consagrado en esta abadía. Desde entonces todos los reyes británicos han recibido la corona sobre sus cabezas en este mismo escenario.
En el pavimento cosmati, los Reyes han ocupado las sillas de Estado, fabricadas en 1953 para la coronación de Isabel II, realizadas en madera tallada y dorada al estilo del siglo XVII con patas doradas y que han sido restauradas y cambiada la tapicería de damasco roja por una nueva con los monogramas del monarca y su esposa. Una vez sentados, ha dado comienzo el servicio religioso que se ha dividido en cinco partes: el reconocimiento, el juramento, la unción, la investidura y coronación y la entronización y homenaje.
Carlos, presentado como 'Rey indudable'
Carlos III ha sido presentado a la congregación para ser reconocido como su ‘Rey indudable’. A continuación, el moderador de la Asamblea General de la Iglesia de Escocia ha presentado la Biblia al Rey, sobre la cual ha hecho el juramento de coronación, seguido por el juramento de declaración de adhesión. Carlos de Reino Unido ha puesto su mano sobre las Sagradas Escrituras y el arzobispo le ha preguntado si jura solemnemente gobernar los pueblos del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, sus otros reinos y los territorios a cualquiera de ellos perteneciente de acuerdo con sus respectivas leyes y costumbres. El Rey ha contestado: “Prometo solemnemente que así lo haré".
El sermón del arzobispo de Canterbury
Como todo servicio religioso, ha habido lecturas. El primer ministro ha leído la epístola de los Colosenses 1:9-17, el decano de las Capillas Reales ha sido el encargado del Evangelio de Lucas 4:16-21y el arzobispo de Canterbury ha sido el responsable del sermón. "Estamos aquí para coronar a un Rey y coronamos a un Rey para servir. Lo que se da hoy es para beneficio de todos. Porque Jesucrito anunció un Reino en el que los pobres y oprimidos son liberados de las cadenas de la injusticia. Los ciegos ven. Los heridos y los quebranos de corazón son sanados (...) La unidad que mostráis, el ejemplo que dáis, es lo que nos une y ofrece sociedades fuertes, alegres, felices y gloriosas. Podemos decirle al Rey de Reyes, Dios mismo, como lo hace el Rey aquí hoy que 'da gracia para que en tu servicio pueda encontrar la libertad perfecta", ha dicho Justin Welby.
El momento más íntimo y sagrado
A continuación ha tenido lugar la unción, uno de los momentos más sagrados e íntimos de la ceremonia que no se ha podido ver. Se ha colocado un biombo con tres lados, fabricado expresamente para esta coronación, ricamente adornado con bordados que ha impedido que los invitados vean como el deán de Westminster ha vertido el aceite sagrado de la ampolla en forma de águila con las alas desplegadas en la cuchara de la coronación, la pieza más antigua (1349). El Rey, despojado de toda vestidura y solo con la camisa blanca se ha sentado en la silla de coronación y tras una oración de Acción de Gracias el aceite crismal, que fue consagrado en marzo en Jerusalén, ha sido ungido en las manos, el pecho y la cabeza por el arzobispo de Canterbury con la ayuda del deán de Westminster y el arzobispo de York que han hecho la señala de la cruz.
La investidura y coronación, el instante más esperado
El Rey ha sido investido con el Colobium Sinodis, una especie de camisón blanco de lino, la Supertúnica de oro bordada y la espada y el cinturón. Todos estos elementos se han utilizado en las coronaciones de Jorge V, Jorge VI e Isabel II. Ha sido entonces el momento en el que el Rey ha recibido los objetos y símbolos como las espuelas, los brazaletes, el orbe, el anillo, el guante, la vara y el centro que se custodian en la Torre de Londres, de incalculable valor, que han hecho que la Abadía de Westminster y la capital británica estén blindadas. El Rey ha ofrecido la espada enjoyada y ha sido investido con la estola real y el manto imperial, con la ayuda de su primogénito y heredero, el príncipe Guillermo. Justo después, el arzobispo de Canterbury ha colocado sobre la cabeza de Carlos de Inglaterra la corona de San Eduardo y toda la Abadía ha proclamado: “Dios salve al Rey” tras lo que han sonado las campanas del templo, una fanfarria y se han escuchado salvas.
La entronización con recuerdo a Felipe de Edimburgo
Tras la bendición, el soberano ha vuelto a su silla donde ha sido entronizado, como quinta y una parte de un servicio religioso en el que la música ha tenido un papel fundamental. En total se han escuchado doce piezas musicales, elegidas personalmente por Carlos III. Un repertorio que ha servido también para rendir homenaje a su padre, Felipe de Edimburgo, con obras ortodoxas griegas, haciendo un guiño al país natal del marido de Isabel II y que también ha incluido un pequeño coro de góspel.
El momento más animado de la ceremonia
La intervención musical de la pequeña agrupación afronorteamericana -compuesto por hombres y mujeres que han bailado y contado vestidos íntegramente de blanco- ha sido uno de los momentos más animados de esta solemne ceremonia y que nos ha recordado a la boda del príncipe Harry y Meghan Markle en su boda. Carlos de Inglaterra es un gran melómano y según contó el duque de Sussex en su libro de memorias fue su padre el que les ayudó a elegir la música para su enlace. Tras esta actuación, el rey Carlos ha esbozado una sonrisa.
El homenaje de la sangre real de Guillermo de Inglaterra
Antes del punto final ha tenido lugar el homenaje de la sangre real donde el príncipe de Gales ha prometido lealtad a su padre con la siguiente fórmula arrodillado ante su padre y Rey con sus manos entrelazadas: “Yo, Guillermo, príncipe de Gales, te prometo mi lealtad y te dará fe y verdad, como tu señor”. Después ha tocado la corona y le ha dado un beso en la mejilla. Finalmente, el arzobispo de Canterbury ha invitado a todos los presentes a participar en un homenaje público o a un momento de reflexión privado, algo novedoso pues en la coronación de Isabel II fueron diferentes miembros de la nobleza los que dieron homenaje a la entonces soberana. Las siguientes proclamas: “Dios salve al rey Carlos, larga vida al rey Carlos y que el Rey viva por siempre” han cerrado la histórica coronación del monarca.
El turno de Camilla
Con Carlos ya coronado, ungido, bendecido y consagrado ha sido el momento de la reina Camilla a la que también han sido presentadas el anillo, la vara y el cetro y que ha sido coronada por el arzobispo de Canterbury con la corona de la reina María de Teck, que usó la bisabuela de su marido para su coronación en 1911 y con la que también ha querido honrar a su recordada suegra al colocar los fabulosos diamantes Cullinan III, IV, y V que formaron parte del joyero personal de Isabel II y que usó en muchas ocasiones, la mayoría de las veces en forma de broches. Ha sido la primera vez en la historia reciente del Reino Unido en que se ha reutilizado una corona para una consorte, en aras de la sostenibilidad y la eficiencia por la que tanto aboga el rey Carlos.
La reverencia de Camilla
Ya coronada, la Reina se ha dirigido hacia donde estaba su marido y ha realizado una reverencia al Rey recién coronado tras lo que Camilla no ha podido evitar esbozar una sonrisa y ha procedido a sentarse junto a él en los tronos.
El arzobispo de Canterbury ha colocado la corona sobre la Reina y ha pronunciado las siguientes palabras: “Que tu sierva Camilla, que lleva esta corona, sea colmada de tu abundante gracia y de todas las virtudes principescas; reina en su corazón, oh Rey de amor, para que, estado seguro de tu protección, sea coronada con tu grato favor; a través de Jesucristo nuestro Señor. Amén”.
Los mantos púrpuras de los reyes coronados
Con la reina consorte coronada, los Reyes británicos se han quitado sus coronas y han regresado a sus asientos para recibir la Comunión. Después se han trasladado a la capilla de San Eduardo, detrás del Altar Mayor para cambiarse y ponerse sus túnicas de Estado. El Rey se ha cambiado de manto de armiño para ponerse uno nuevo con elementos de la naturaleza y el medio ambiente, que interesan sobremanera a los protagonistas del día. Por primera vez los insectos, incluidas las abejas y un escarabajo, aparecen en un manto púrpura de coronación. Además, ha habido una serie de plantas que aparecen en la túnica como el lillo del valle, que estaba en el ramo de novia de Camilla, y una de las flores favoritas de Isabel II, el mirto, que representa la esperanza, así como el delphinium, una de las flores favoritas del Rey y la flor de julio, mes de nacimiento de la reina consorte.
En ese momento Carlos se ha colocado la corona del Estado Imperial, con 2.868 diamantes, 17 zafiros, 11 esmeraldas y 269 perlas, una colosal pieza de joyería que también se usa en la apertura anual del Parlamento británico, y el himno nacional británico, cantado desde hace más de 250 años, ha dado por concluido el servicio religioso.