El rey Carlos III pasó casi toda su vida como heredero de la Corona británica, lo que le llevó a tener que demostrar durante décadas que podía estar a la altura de su madre, Isabel II; cuya longevidad hizo que su hijo accediera el trono con 73 años. Por si fuera poco, el nuevo rey arrastraba la losa que Diana de Gales esparció sobre la remota posibilidad de que el trono pasara de abuela a nieto, al actual príncipe de Gales, una idea fuera de toda lógica dinástica, pero que caló a fondo en un imaginario colectivo que elevó a "ley" lo que dijo su princesa favorita antes de morir.El cáncer, que le fue diagnosticado cuando llevaba poco más de un año reinado, vino a rematar esa imagen vino a rematar esa imagen de rey de "transición", como si lo suyo fuera un pequeño alto entre dos grandes reinados, el de Isabel II y el que se le presupone al brillante matrimonio formado por Guillermo y Kate. Sin embargo, Carlos III está demostrando que su reinado puede ser decisivo.
En apenas semanas, ha emergido como un mediador crucial en el complicado tablero de la política internacional. Un ejemplo es su papel en el tenso enfrentamiento entre Donald Trump y Volodymyr Zelensky, que puso en jaque los esfuerzos por consolidar una solución negociada en Ucrania. En un gesto cargado de simbolismo, Carlos recibió a Zelensky en Sandringham, mostrando un apoyo claro, pero diplomático a Ucrania, mientras buscaba suavizar las tensiones. Por otro lado, su invitación a Donald Trump a una residencia real en Escocia, entregada personalmente por el primer ministro británico, Keir Starmer, subraya la habilidad de Carlos para utilizar el poder blando de la monarquía. Esta escena, casi teatral, culminó con el propio Trump describiendo al rey como "todo un caballero". Este tipo de gestos muestra que Carlos no da puntada sin hilo, moviendo piezas en un delicado equilibrio entre los intereses nacionales del Reino Unido, las relaciones internacionales y el peso histórico de la monarquía.
El "triángulo diplomático" se repite entre Justin Trudeau, Presidente de Canadá, Carlos III y Donald Trump, aunque con dinámicas diferentes. Recientemente, Trudeau se reunió con Carlos III, también en Sandringham, la residencia en la que el rey británico parece sentirse cómodo mientras avanzan las obras en el Palacio de Buckingham, para discutir las tensiones generadas por las declaraciones de Trump sobre una posible anexión de Canadá como el "Estado 51" de Estados Unidos. Estas declaraciones causaron un enorme malestar en Canadá y Trudeau buscó el apoyo del monarca británico, que es a su vez reconocido como jefe del Estado en Canadá, ya que es uno de los territorios principales que están dentro de la Commonwealth.
Si bien muchos imaginaron un reinado de calma y transición, la realidad es que Carlos III está en el epicentro de la historia, demostrando que la experiencia acumulada durante décadas lo convierte en un monarca clave para navegar los desafíos globales. Su capacidad para mediar en conflictos, mantener relaciones estratégicas y proyectar estabilidad en tiempos turbulentos lo posicionan como un rey que está moldeando su propio legado.