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La BBC la emitió el 24 de febrero de 1981 siguiendo el formato habitual de la realeza

Carlos y Diana: ¿por qué esta entrevista de compromiso es única y trágicamente icónica?

La única respuesta espontánea es la que más se recuerda de una entrevista que presagiaba la complejidad de una relación que no podía funcionar: él buscaba la forma de quererla, mientras ella se convencía de que él la quería


24 de febrero de 2025 - 15:28 CET

Entrevistas de compromiso ha habido muchas, pero ninguna tan peculiar, icónica y reveladora como la que tuvo lugar en el Palacio de Buckingham el 24 de febrero de 1981. Tal día como hoy, Carlos y Diana presentaron su compromiso matrimonial ante el mundo, la realeza británica tiene proyección internacional, y anunciaron que ese mismo verano el Reino Unido tendría su gran boda real. La expectación era máxima en torno a la pareja, él era el futuro jefe del Estado y ella era "apropiada" para ser reina: Diana Spencer contaba con una imagen favorable ante la opinión pública, moldeable para la institución, descendía de la nobleza, le encantaban los niños y era trece años más joven que el príncipe, así que la descendencia parecía asegurada, igual que la garantía de que ella no había vivido demasiado. El final de la historia ya lo conocemos, sin embargo, esa entrevista que la pareja concedió a la BBC constituye de igual modo un documento histórico, una grabación única que en términos de imagen ha soportado excepcionalmente bien el paso del tiempo y en cuanto a contenido es uno de esos delirios que solo da la vida real.

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Este tipo de entrevistas son habituales en la realeza, pero la suya carecía por completo de ilusión

Antes de analizar esta entrevista que ha sido recreada en películas y series de televisión, hay que decir que es única por el modo en el que se desarrolló, pero es un "formato" habitual para la realeza: el príncipe o la princesa de turno presenta a su prometida o prometido en un gesto de cortesía ante los medios de comunicación y los propios ciudadanos a lo que representarán. Lo más normal es que la figura pública, como sucedió en el caso del príncipe Guillermo, toma el mando de la conversación e introduce a su pareja, en este caso a Kate Middleton, dejándole responder a las preguntas más "fáciles" y siendo él quien ataje aquellos contenidos más incómodos o susceptibles de segundas interpretaciones. Es poco frecuente lo que sucedió en el caso de Harry y Meghan, donde fue ella, como actriz cómoda ante las cámaras, la que habló durante la mayor parte del tiempo dominando la escena y los contenidos. 

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Estas entrevistas suelen dar una imagen fiel de cómo es la pareja y pistas del modo en el que enfrentarán la vida pública: los Gales iban a ser tan profesionales como reservados en términos familiares; Meghan no tenía ni idea de qué era ser miembro de la realeza; los York eran socarrones y bromistas; y los Wessex bastante prudentes, ya que casaban cuando las torres más altas habían caído, es decir, después de los divorcios de los años noventa. Sin embargo, todos "viajaban" en el mismo vehículo, cada pareja daba muestras de tener un lenguaje común, un contexto propio, una ilusión a su manera y sobre todo una historia compartida,  menos Carlos y Diana que desde el primer momento habían tomado, quizá sin saberlo, caminos separados. 

Diana estaba visiblemente desorientada en esa entrevista, mientras Carlos cumplía con su imagen de servidor público

El entonces heredero había pasado con holgura los treinta años y las presiones para casarse y tener descendencia eran constantes, así que su imagen es la del servidor público que cumple lo que se le pide: "El apuesto príncipe ha concluido su búsqueda". Mientras que Diana, por mucha educación aristocrática que tuviera, llegaba con el bagaje de una joven de 19 años cuya única experiencia era de la maestra de guardería, desprendiendo inocencia. Así que Diana estaba visiblemente desorientada en esa entrevista, además, nadie la había preparado, no sabía a donde mirar, tampoco cómo responder ni como gesticular. Con el tiempo hemos sabido que no solo estaba así durante esa entrevista, es que según la versión que ella misma le brindó a Andrew Morton a comienzos de los noventa, nadie le introdujo ni en el Palacio de Buckingham ni en los usos y costumbres de la realeza. La noche anterior a esa entrevista, un coche la había recogido de su casa de Coleherne Court y la había llevado hasta Clarence House, el único contacto humano que había tenido había sido con el policía de Scotland Yard que le había acompañado y le había despedido con este mensaje: "Esta es la última noche de libertad del resto de tu vida, aprovéchala al máximo".

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Diana se ofendió al hablar del amor, mientras que Carlos dio una respuesta que pasó a la historia

Así que después de esa noche, en la que Diana sacó de su maleta ese trajecito azul que había comprado con su madre en los almacenes Harrods, que todavía no eran propiedad de los Al-Fayed, pero que constituye uno de los tantos presagios de esta entrevista, se presentó ante las cámaras de la BBC del brazo del príncipe Carlos y llevando en anillo de zafiro que ella misma había elegido e Isabel II pagadoCarlos hizo su papel, habló de una forma un tanto dispersa sobre el compromiso y sus sentimientos, y dijo que estaba "encantado y francamente sorprendido" de que Diana hubiera estado "preparada" para aceptar un compromiso de esta magnitud. Una muestra de Diana no estaba preparada, es que no ocultó su molestia ni supo esquivar con gracia la pregunta del periodista de si estaban enamorados. "Por supuesto", dijo ella visiblemente incómoda y Carlos trató de suavizar ese momento con la única respuesta que posiblemente no se había preparado y el resultado fue una de esas frases que hacen historia: "Lo que sea que signifique estar enamorado". Con el tiempo y las propias entrevistas que dieron, es evidente que ella estaba obnubilada por la figura del príncipe y todo lo que representaba, mientras él sabía perfectamente qué era el amor.

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Carlos también necesitaba desesperadamente que esa relación funcionara y acariciaba a Diana convenciéndose de que ese matrimonio era posible

El príncipe Carlos fue el encargado de contar cómo fue la pedida de mano, cuándo se lo dijo a la reina y confirmó que la boda sería a final de julio. Él habló la mayor parte del tiempo con la mirada clavada en el suelo y puntualmente levantaba la cabeza para mirar al periodista, su movimiento se repetía con cada respuesta, mientras que Diana de Gales popularizó ese modo de ser incapaz de sostener la mirada, ni a su propio prometido. El caso es que la timidez de ella enloqueció a un público que escuchó exactamente lo que quería escuchar. Carlos había crecido en un entorno de afectos limitados y había sido convencido (por sus padres, sus mentores y la institución) de que su posición exigía sacrificios y trató de cumplir con las expectativas hasta el final. Es más, esa entrevista refleja que Carlos también necesitaba desesperadamente que esa relación funcionara, tomaba a Diana de la mano y la acariciaba como un autómata. Con el tiempo hemos sabido que su corazón siempre estuvo en otro lado, pero entonces solo se hablaba de la perfección de Diana para ser reina y, sobre todo, para madre de un futuro rey, ya que incluso tenía sangre Estuardo, la casa que había reinado en Inglaterra siglos antes que los Windsor.

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El resultado es una entrevista indiscutiblemente triste: él buscaba la forma de quererla, mientras ella se convencía de que él la quería

El resultado es una entrevista indiscutiblemente triste, da la impresión que él buscaba la forma de quererla, mientras ella se convencía de que él la quería. Mirando hacia atrás, es vista como un presagio de los desafíos que enfrentarían en su matrimonio y en cada detalle se ve la complejidad y tragedia de su historia. La propia Diana de Gales contó a Andrew Morton que en el tiempo que transcurrió entre esta entrevista y su boda, es decir, de febrero a julio, ella ya se dio cuenta de que era un error y fue su hermana la que le dijo que no había marcha atrás: "Tu cara ya está hasta en los paños de cocina". Mientras que Carlos tuvo que pasarse el resto de su vida viendo como biógrafos e historiadores trataban de descubrir si fue un villano o una víctima en toda esta historia, una historia de dos personas que compartieron un mismo camino pero siempre viajando en coches separados. 

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