Carlos III y el príncipe Andrés están enzarzados en una guerra cada vez menos discreta a cuenta de la negativa del hermano del rey a asumir su nuevo estatus real y cambiar su casa de treinta habitaciones, el disputado Royal Lodge, por una de cinco, Frogmore Cottage, la que fue la residencia de Harry y Meghan en suelo británico. El enfrentamiento ha pasado por varias fases y a pesar de los esfuerzos del soberano para forzar la salida de su hermano de esta propiedad que pertenece al Crown Estate, el patrimonio público de la Corona, el duque de York no está dispuesto a ceder, aunque eso implique desafiar públicamente la autoridad del nuevo soberano y también haya fomentado preguntas incómodas en torno al origen de su patrimonio y de la financiación de toda la casa. El rey Carlos III tendrá que pensar una nueva estrategia porque su hermano parece dispuesto a morir peleando, sin embargo, en este conflicto todavía hay límites y fronteras que no se han cruzado. Las princesas York consiguen mantenerse al margen y quizá sean las únicas capaces de solventar esta situación.
Días después de la última maniobra financiera del príncipe Andrés, que ha convencido a las autoridades de palacio que cuenta con el dinero suficiente para vivir en una casa de treinta millones de libras, dando pie a que en el Reino Unido se pregunten por el origen de ese dinero y si se está aprovechando de su antiguo puesto oficial de embajador comercial en beneficio propio, su hija mayor, Beatriz de York, ha representado a su tío. La princesa de York, embarazada de nuevo, acudió a la celebración del décimo aniversario del programa Future Textiles de la Fundación del Rey, un proyecto que impulsó Carlos III hace diez años, como príncipe de Gales, con el fin de abordar la brecha de habilidades que ponía en peligro a la industria textil británica. Durante su visita, la hija del príncipe Andrés se reunió con estudiantes, personal y exalumnos para aprender más sobre un programa de capacitación del que ya se han beneficiado más de siete mil alumnos.
Si bien este encuentro no tenía nada que ver con la jefatura del Estado, ya que los actos de la máxima relevancia institucional siguen quedando en manos de Carlos III o del príncipe Guillermo, la princesa Beatriz sí que representaba al rey y a su fundación, una organización que aglutina los muchos proyectos y patronazgos que Carlos III impulsó durante su larga trayectoria como príncipe de Gales y con los que ahora necesita ayuda dado que su agenda ha sido reemplazada por las labores de Estado. Esta aparición parece indicar que el problema entre Carlos y Andrés no es extrapolable a las princesas York, que siguen siendo valoradas como activos de la casa Windsor, tanto por el rey como por el heredero, y a las que tienen mucho cariño.
No es la primera vez que las hermanas York son vistas como el único as reputacional que queda en la manga del príncipe Andrés y que le han servido para amortiguar una caída que comenzó en el 2019 a raíz de su vinculación con el caso Epstein. Hace unos meses comenzó a circular la idea de que las intenciones de Andrés con respecto al Royal Lodge era que sus hijas heredaran su contrato de arrendamiento, consciente de que ellas sí seguían contando con la protección de una institución que tras la muerte de Isabel II no consigue poner a Andrés en el lugar que le corresponde según el nuevo soberano.
Esta historia cada vez es más larga, pero hay que recordar que durante el último años Carlos III ha declarado una "guerra financiera" a su hermano con el fin de que le fuera imposible afrontar el mantenimiento de una mansión valorada en treinta millones de libras. El rey le retiró la asignación anual que iba a recibir de forma vitalicia aunque no ejerciera de príncipe y también dejó de encargarse de su factura de personal y seguridad, ambos intentos fueron estériles ante un príncipe Andrés que sacó pecho y convenció a las autoridades de palacio de que tiene fondos suficientes y legítimos para sobrevivir en esa casa, un asunto que ha ocupado noticias y columnas de opinión en los principales medios del país, ya que la pregunta ahora reside en los motivos que podría tener alguien en encargarse de las facturas del duque de York.
Por otro lado, la imagen que está dejando el príncipe Andrés no es la de un hombre aferrado a su casa, más bien podría ser el caso de un príncipe que lucha por un símbolo y por un estatus que ya no tiene, el de Alteza Real. Son varios los biógrafos de Isabel II que coinciden en que como hijo favorito el duque de York daba por sentado un trato privilegiado que ni Carlos III ni el príncipe Guillermo parecen dispuestos a mantener. Eso sin olvidar que entre los dos hermanos la relación nunca ha sido de fácil: Carlos era el heredero y Andrés el carismático, Carlos tenía que cumplir las expectativas de todos y para Andrés era suficiente con ser el favorito. Al final del reinado de Isabel II estaba muy asentada la idea de que Carlos III optaría por una monarquía reducida para su reinado, como así ha sido, sin embargo, las princesas York siguen estando presentes y son valoradas, dentro y fuera de la institución, por méritos propios y al margen de su padre.