Es posible que este año haya sido uno de los más complicados en la vida del príncipe Guillermo y eso que su 1997, año en el que murió Diana de Gales, no fue nada fácil. El futuro rey británico ha estado lidiando con un grave momento personal, el cáncer que ha atravesado Kate Middleton, al tiempo que ponía en marcha sus planes como príncipe de Gales. Este 2024 era clave para él, tanto en lo público como en lo privado, y si bien a comienzos del año dio la impresión de estar algo desorientado en un reinado que avanzaba sin él, en cuestión de meses todo ha cambiado. La recuperación de su mujer le ha permitido centrarse en sus planes: forjarse una imagen global, para la que ha recuperado el legado humanitario de su madre, y ganar terreno como hombre de Estado. A sus 42 años y después de dos como heredero de la Corona británica, el príncipe Guillermo demuestra que lleva décadas aprendido de los éxitos y fracasos de los otros Windsor, incluido su hermano Harry, y es ahora cuando empieza a desplegar todas sus armas para garantizarse un brillante reinado. El tiempo de cumplir los códigos impuestos por Isabel II pasó, Guillermo estuvo al lado de su abuela hasta el final y nunca desafió sus normas, pero ahora el futuro es suyo y está dispuesto a hacerlo a su manera.
El príncipe Guillermo ha cambiado y eso es evidente hasta físicamente, no hay más que ver el nuevo estilo que ha estrenado durante su viaje a Sudáfrica, más relajado, más juvenil, más cercano y definitivamente sabiendo qué teclas hay que tocar para asegurarse un mayor número de titulares y que estos sean positivos. El príncipe de Gales está consiguiendo una muy buena cobertura mediática durante sus días en Ciudad del Cabo, más teniendo en cuenta que es un viaje en solitario, y cada día demuestra que su agenda y su forma de actuar están muy pensadas. Él tiene claro lo que funciona, lo que interesa, lo que conviene que se sepa y los temas que quedan en secreto. Dosifica la información sobre su vida privada, potencia una imagen accesible y cuida sus contactos: sabe perfectamente que parte de la fuerza que tienen los Windsor en un país que ha perdido la influencia en el escenario global reside en su agenda, algo que ya demostró Carlos III al reunir a más de cien jefes de Estado bajo un mismo techo para su coronación.
El fin de este viaje es la entrega de los premios de Eartshot: su proyecto más internacional y con el que se posiciona a nivel personal (al margen de la Casa Windsor) como un líder mundial que promueve los objetivos de desarrollo sostenible que marcaron las Naciones Unidas, lo que se conoce, y no está exento de polémica, como la Agenda 2030. Durante ese viaje de cuatro días también cumplió con una misión diplomática, la de reunirse con Cyril Ramaphosa, el presidente sudafricano que hace dos semanas declinó la cumbre de la Commonwealth, liderada por Carlos III en Samoa, para viajar a Kazan con los presidentes de Rusia, China y el resto de economías emergentes, incluida la India, que tampoco estuvo en Samoa y es la mayor economía de los países que forman la Commonwealth. Así que el príncipe Guillermo debía reforzar unos lazos que no atraviesan su mejor momento, algo que empezó por la propia decisión de entregar el galardón en suelo sudafricano.
Todas las aristas de un hombre de Estado
Esa es la cara de Guillermo como “hombre de Estado”, una faceta que no es nueva, ya que tenía las máximas competencias institucionales desde que reinaba Isabel II, pero que ahora son más relevantes que antes dada su posición como heredero. Por otro lado, el príncipe de Gales, con la barba que su abuela no le dejaba llevar y una camisa de moda sostenible de la firma española ECOALF, estuvo jugando al rugby, visitando una escuela y deslizando algunos comentarios sobre la salud de Kate, un tema que siempre da la vuelta al mundo, y enseñando la pulsera que le habían hecho sus hijos para este viaje con las palabra “papá”. Allí estaba el otro Guillermo, el ser humano, el padre y el marido.
Él siempre se ha presentado como un modelo de masculinidad distinta, nunca se ha sentido amenazado por el éxito de Kate y asume bien el rol de “cuidador”. Es posible que haya que bucear en su infancia para encontrar los motivos, lo que se sabe por el libro de Andrew Morton, ese que con el tiempo se descubrió que había sido dictado por la propia Diana, es que desde bien pequeño Guillermo sintió que debía proteger a su madre. “Cuando sea mayor, quiero ser policía y cuidar de ti, mamá, le dijo Guillermo con cariño. Harry replicó rápidamente, con una nota de triunfo en la voz: 'Oh, no, no puedes, tienes que ser el rey”.
Y rey va a ser, de hecho, Guillermo también tiene rasgos propios de lo que se podría denominar “el Windsor supremo”: Isabel II, mano de hierro con guante de seda. El príncipe de Gales se deja ver compresivo, empático, sensible, pero siempre domina sus emociones, algo que nunca ha conseguido su padre, Carlos III, el Windsor más transparente. Guillermo siempre parece dispuesto al diálogo y nunca pierde los estribos, la única excepción conocida es el día que espetó a la prensa “no somos una familia racista”, horas después de que Harry y Meghan hubieran deslizado esa idea durante la entrevista con Oprah Winfrey. A pesar de su buen talante, Guillermo ha dado muestras de ser implacable, hermético y dispuesto a usar su rango dinástico para frenar a todos aquellos que pongan en peligro la estabilidad de su sistema y la supervivencia de su dinastía.
Para esta nueva “era” como príncipe de Gales, Guillermo ha recuperado una faceta que tenía algo perdida: la de protector del legado de su madre. Quizá durante sus años en la retaguardia no tenía la posibilidad o la fuerza de impulsar grandes iniciativas que reavivaran el recuerdo de Diana, una presencia siempre incómoda para los actuales reyes, Carlos y Camilla. Sin embargo, en cuanto ocupó el primer puesto en la línea sucesoria, el príncipe Guillermo comenzó a trabajar en una idea para frenar el sinhogarismo, un asunto que preocupaba a Diana. Esta es una historia poco conocida que ha explotado ahora: Diana llevaba a su hijos a pasar tiempo en refugios para personas sin hogar de Londres con el fin de que conocieran esa realidad y el resultado ha llegado ahora. "Tienen el conocimiento, puede que nunca lo utilicen, pero la semilla está ahí y espero que crezca porque el conocimiento es poder”, dijo la princesa Diana cuando no parecía que su vida fuera tan corta.
Para dar a conocer ese proyecto, Homewards, Guillermo recuperó fotos inéditas de su madre, un capital emocional inagotable, y mencionó de pasada a su hermano Harry, un nombre que no pronunciaba en público desde el 2020. La combinación fue un éxito: medios de todo el mundo se hicieron eco de su nueva iniciativa y la cosa no había hecho más que empezar. Guillermo lo grabó todo en un emotivo documental con una cadena de televisión británica -no podía ser de otro modo siendo el futuro jefe del Estado- y después se cerró un acuerdo para que una de las grandes plataformas de streaming estadounidense lo distribuyera a nivel global. Si la vida del príncipe Harry interesó a Netflix, la de Guillermo a Disney. También de la experiencia de su hermano pequeño el príncipe de Gales sacó sus propias lecciones: él también tiene que establecer su propia narrativa a nivel global, puede que el Reino Unido ya no sea un imperio, pero los Windsor siempre pueden seguir siendo la realeza más internacional.
Otra estrategia que le está resultando interesante es la de buscarse socios conocidos: artistas, atletas, músicos, modelos y personalidades influyentes. Heidi Klum, Winnie Harlow o Billy Porter se desplazaron a Sudáfrica para participar en la entrega de su Premio Earthshot y al día siguiente hicieron una barbacoa juntos a bordo de un barco para conocer un proyecto vinculado con los océanos. Más sorprenderte fue la reciente presencia de David Beckham inaugurando helicópteros de salvamento de la Royal Air Force junto al príncipe Guillermo, pero su colaboración ya empieza a ser algo habitual. El exfutbolista y propietario del Inter de Miami fue una de las estrellas que viajó a Nueva York para estar presente en el Earthshot del año pasado y esta misma semana Daily Mail ha publicado que el príncipe ha fichado en su equipo a la ex jefa de relaciones públicas de Beckham, Victoria Shires. Algo que sirve para hacerse una idea de los nuevos pasos del heredero.
Esta contratación es un indicador más de la vuelta de tuerca que el príncipe Guillermo está dando a su imagen y a su equipo, no hay que olvidar la producción cinematográfica con la que comunicaron que la princesa de Gales se había recuperado de su enfermedad, un video de tres minutos que ocupó informativos y en el que Guillermo y Kate, con sus tres hijos, George, Charlotte y Louis, se dedicaban de lleno a diversiones familiares, idílicas y, sobre todo, sencillas. Lo mismo habían hecho por el Día del Padre, compartiendo fotos con una ropa tan informal que es posible que no hubiera pasado el "filtro Isabel II". Algunos medios británicos como The Guardian sacaron la conclusión de que este vídeo tenía la principal finalidad de acercar a los Gales a la clase media, que por otro lado es a la que pertenecía Kate. “Es una parte clave de lo que ella le ofreció a él: la seguridad familiar, normalidad y estabilidad que nunca había tenido”, cuenta el citado medio. Desde luego sí fue una nueva forma de presentarse al mundo, un renacer para este 2024 en el que vieron paralizados sus planes de la peor forma posible.
El mérito es suyo pero es evidente que Guillermo ya creció en una monarquía que sabía que la comunicación debía ser proactiva, no era suficiente reaccionar a los acontecimientos, la suerte hay que buscarla. No obstante eso no le ha impedido tener sonados tropiezos: la polémica foto retocada de Kate, su pronunciamiento sobre el conflicto de Oriente Próximo o la confusión que generó al retirarse a última hora del servicio religioso en memoria de su padrino Constantino de Grecia, luego todo tuvo una explicación pero en ese momento la realeza mostró sus fisuras y dio la imagen de trono vacío. Lo que sí es cierto es que los Gales siempre han sabido aprovechar el momento, aunque en ocasiones lo hayan hecho de forma demasiado evidente, como cuando cogieron un vuelo low cost, algo muy poco habitual, en plena controversia por el vuelo privado de Harry y Meghan.
De lo que no se habla
Otra característica del nuevo príncipe de Gales es que ha sabido levantar un muro que separa los asuntos de los que se habla y de los que no. Cuando una investigación confirmó que su madre había sido engañada por un periodista de la BBC para dar la famosa entrevista de 1995, Guillermo fue duro, nunca antes había mostrado tanta contundencia en un comunicado que afrontó en vídeo y de la forma más directa posible. Sin embargo, nunca se han sabido los detalles de su enfrentamiento (o de su pacto, según Harry) con los tabloides británicos a cuenta de las escuchas ilegales. El duque de Sussex llevó este asunto a la esfera pública abriendo una guerra judicial y fue entonces cuando los abogados de Harry dejaron al descubierto la postura de Guillermo: él también se enfrentaba, pero de forma soterrada. En este asunto persigue fines individuales y con su posición no está interesado en hacer justicia de forma pública.
También forma parte los asuntos que no se habla todo lo afecte a su “bolsillo privado”. Beneficios, acuerdos comerciales o impuestos del ducado de Cornualles, la millonaria herencia que está vinculada a su título de heredero y que en las últimas semanas ha sido foco de una investigación periodística. The Sunday Times y el programa Dispatches'de Channel 4 aseguran que los ducados reales (Cornualles y Lancaster, este último en manos de Carlos III) sumarían un total de 5.410 propiedades y tienen acuerdos comerciales con el Sistema Nacional de Salud (NHS), el Ejército británico, escuelas, organizaciones benéficas o prisiones, entre otras. Aún así, el príncipe Guillermo ha conseguido dar una una imagen transparente y mantener ese paraguas de protección que el Reino Unido desplegó sobre él tras la muerte de su madre y le volvió a extender durante la enfermedad de su mujer.
Al margen de un pequeño bache durante el año 2011, la popularidad de Guillermo siempre ha sido de las más altas de la realeza británica, solo superada por Isabel II (que sorprendentemente sigue formando parte de las encuestas del Reino Unido dos años después de su fallecimiento) y por la propia Kate, la indiscutible joya de la Corona británica. La de los príncipes herederos es una existencia pública muy larga, una carrera de fondo: en el foco mediático desde el día de su nacimiento y obligados a demostrar que son una brillante opción para una jefatura del Estado que solo les llegará en un momento indeterminado, tras la muerte de su predecesor y tras sortear todo tipo de cambios sociales, económicos y políticos. El príncipe Guillermo ha cogido un evidente impulso, se descargó de los cientos de patronazgos y compromisos que arrastraba y no le representaban para afinar el tiro y centrarse en sí mismo. Ahora parece imparable.