Han pasado a la historia de la moda por ser los diseñadores del icónico vestido de novia de Diana de Gales, pero lo que debía ser todo alegría y celebración se tornó mucho tiempo después en un pleito que acaba de finalizar. Una disputa legal entre dos ex que un día fueron matrimonio y reyes de la alta costura en su país, una pelea en los tribunales por aquel traje nupcial tan majestuoso como inolvidable.
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Fue en 2020, durante el confinamiento por la pandemia, cuando David Emanuel demandó a su exmujer tras acusarla de haber infringido sus derechos de autor, después de que esta reprodujera sus bocetos iniciales de aquel pomposo estilismo y los pusiera a la venta. Los dos diseñadores entraban así en una guerra judicial casi cuarenta años después de la boda de la recordada princesa con Carlos de Inglaterra, que tuvo lugar el 29 de julio de 1981 en la Catedral de San Pablo.
"El proceso ha sido horrible para mí", confiesa Elisabeth a The Telegraph, lamentando no haber llegado antes a un acuerdo con su exmarido -del que se divorció en 1994- para evitarse todo lo que ha venido después. Fue hace menos de dos semanas, el pasado 18 de octubre, cuando ambos anunciaron que habían resuelto "amistosamente" su caso en el Supremo. A partir de aquí, la modista se mostraba más que satisfecha.
"Es muy importante para mí poder reivindicar la autoría de mi trabajo y, por primera vez, decir: "Ese es mi diseño", señala, aunque al mismo tiempo reconoce la importancia de la colaboración de David. En cuanto al vestido de Lady Di, el mundo quedó fascinado con aquel estilismo de mangas farol adornadas con volantes que también se recreaban en el cuello de corte redondo, cuerpo encorsetado y falda acampanada.
Un trabajo que se confeccionó con tafetán de seda y encaje (se utilizó uno de Carrickmacross que había pertenecido a la reina María de Teck), y además se decoró con bordados a mano, lentejuelas y 10.000 perlas que se disponían en forma de corazón. Hasta el mismo día, no se supo bien qué vestido llevaría Diana y había una segunda opción por si se filtraba a la prensa el que finalmente lució.
Además de este, también se elaboraron varios en distintas tallas ya que los meses previos la princesa había adelgazado mucho por un desajuste alimenticio. En cuanto a la larga cola del vestido, medía más de 7 metros y era desmontable. Era el detalle final que a nadie dejó indiferente y que, posteriormente, muchas han querido copiar. Para su elaboración, los diseñadores tuvieron además que abandonar su atelier y hacerlo en el Palacio de Buckingham para tener más espacio.