No es un viaje cualquiera el que ha comenzado este viernes Carlos III. Es su primera visita a Australia como soberano y también el destino de su primera gran gira internacional desde que fue diagnosticado de cáncer. Ha aterrizado en Sidney junto a la reina Camilla, en medio de la lluvia. Mientras ella se protegía con su habitual paraguas transparente, el Rey ha hecho gala de su estoicismo británico y lo ha llevado plegado mientras bajaba las escalerillas del avión y eran recibidos por las autoridades.
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Camilla, con un vestido azul eléctrico, uno de sus colores fetiche, lucía un fabuloso broche de diamantes de Isabel II, que visitó Australia hasta en 16 ocasiones a lo largo de su largo reinado. A pie de pista se encontraba Anthony Albanese, primer ministro australiano y su esposa Jody Haydon, así como otros representantes oficiales, como el gobernador general, Sam Mostyn y el primer ministro del Estado de Nueva Gales del Sur, Chris Minns. Tras los saludos de rigor y una breve, pero amistosa charla, daba oficialmente comienzo este primer viaje como reyes a un país de la Commonwealth.
Además del caluroso recibimiento, el edificio de la Ópera de Sidney, que se erige imponente presidiendo la bahía, se ha iluminado para la ocasión con imágenes de anteriores visitas tanto de Isabel II como de Carlos III, entonces príncipe de Gales, a lo largo de los años proyectadas en cada una de las semiesferas que componen la obra del arquitecto danés Jorn Utzon. Todo un espectáculo que no se han perdido multitud de curiosos.
Ya guarecidos de la intensa lluvia y para que se sintieran como en casa, los reyes Carlos y Camilla han sido invitados por el primer ministro y su mujer a tomar el té a la Admiralty House, la residencia gubernamental que, además, se encuentra en un enclave perfecto para admirar el ya de por sí espectacular edificio de la Ópera. Después de la bienvenida oficial, retomarán los actos el lunes y se prolongarán durante tres días en los que visitarán Sidney y Canberra antes de poner rumbo a Samoa donde se reunirá con jefes de Gobierno de la Mancomunidad Británica de Naciones. El viaje, que deja fuera de agenda a Nueva Zelanda por motivos de salud, llegará a su fin el 26 de octubre,
Carlos III aún continúa en pleno tratamiento contra el cáncer, pero ya hace tiempo que retomó su agenda pública, gradualmente y siempre siguiendo el consejo médico. Su incorporación a la actividad institucional ha transmitido una imagen de normalidad muy alejada de la que arrojaron esos primeros meses tras el diagnóstico de su enfermedad -y también la de la princesa de Gales- que dejó a la Monarquía británica sin sus principales activos. Ahora, con este viaje transoceánico se reafirma esa imagen, aunque esta gira no deja de estar adaptada a su delicada salud.
Con el beneplácito de los médicos el Rey suspenderá durante once días su tratamiento, pero con todo bien atado para no correr ningún tipo de riesgo. Su red de seguridad es un equipo médico equipado con un desfibrilador portátil y medicamentos de emergencia que no se aleja de él en ningún momento, según informa HELLO!. Además, lleva a bordo bolsas de su propia sangre, una práctica que no está únicamente relacionada con su enfermedad sino que se suele hacer cuando viaja un miembro de la realeza británica. "Hay que asegurarse de cubrir cualquier eventualidad y el avión llevaría sangre en caso de que hiciese falta una transfusión de sangre", explicó el ex secretario de prensa de Isabel II, Dickie Arbiter, a HELLO!.