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El principe Harry y Meghan Markle en su visita a Bogotá© GTRES

El duque de Windsor puso a prueba la paciencia del 'establishmen't de un modo que Harry no puede ni soñar

¿Por qué no se puede comparar a Eduardo VIII con el príncipe Harry?

Con motivo del 40 cumpleaños del hijo del rey Carlos III se recupera el paralelismo entre su figura y la del rey que lo dejó todo para casarse con Wallis Simpson


17 de septiembre de 2024 - 6:30 CEST

Desde que Meghan Markle llegó a la vida del príncipe Harry y, en consecuencia, a la Casa Real británica, la comparación entre ellos y los fallecidos y polémicos duques de Windsor ha sido una constante y se ha utilizado invariablemente para cargar contra los duques de Sussex. Los paralelismos son evidentes: un carismático varón de la Familia Real británica que dejó su posición en la institución para casarse con una mujer divorciada de origen estadounidense. Sin embargo, más allá de la superficie, Harry y el hermano de su bisabuelo, el rey Eduardo VIII, no tenían nada que ver en cuanto a su poder, personalidad e ideología, sin embargo, ambos tensaron una y mil veces esa cuerda que siempre les mantuvo unidos a la Casa Real británica.

Meghan Markle en Colombia© Getty Images

Con motivo del 40 cumpleaños del príncipe Harry y en un momento en el que ha reinventado su perfil mediático, en el Reino Unido se hace balance de su trayectoria y se recuerda que sigue siendo el hijo del rey. En ese contexto surge de nuevo el fantasma del rey Eduardo VIII que creó una crisis política, moral, social y legal en 1936 cuando abdicó la corona para casarse con la socialité dos veces divorciada Wallis Simpson. El problema que generó no se puede comparar con el que provocó Harry, ya que la renuncia vino por parte de un jefe del Estado que había sido advertido por todos los ministros y gobernadores del entonces Imperio Británico que dimitirían en bloque si esa boda se celebraba. El resultado fue que la corona terminó en manos de su hermano, el rey Jorge VI, que si bien era más tímido y estaba menos preparado para el papel, sí estaba dispuesto a dejarse guiar por los intereses del gobierno británico.

© GTRES

Si algo tienen en común, además de un pasado militar, de que fueron muy populares durante un tiempo y de que ambos vendieron sus memorias, es que ninguno de los dos se desvinculó por completo de la Casa Real o, dicho de otro modo, ambos se convirtieron en una piedra en el zapato de la  monarquía. Aún así, el duque de Windsor puso a prueba la paciencia del establishment de un modo que Harry no puede ni soñar, a pesar de que se haya enfrentado directamente con el Gobierno británico a cuenta de su seguridad. Es cierto que los duques de Sussex han hecho apariciones y declaraciones polémicas, pero al duque de Windsor lo tuvieron que enviar como gobernador a las Bahamas para alejarlo del mapa político de Europa.

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Eduardo VIII y Wallis Simpson, la pareja más controvertida de la realeza británica del siglo XX© GTRES

En ese tiempo de entreguerras se extendió la teoría (no probada) que el duque de Windsor podría ser una pieza clave en los planes expansionistas de la Alemania de Hitler y en su propósito de establecer gobiernos títeres. Sobre los duques de Windsor hay mucha leyenda, también se dijo que Wallis Simpson era una espía que formaba parte de este plan. Sin embargo, lo que ha pasado a la historia es esa vida frívola y lujosa entre París y Nueva York que a ellos sí les costeó la monarquía británica. De nuevo, nada que ver con la historia de Meghan y Harry, que salieron con el propósito de ser financieramente independientes y, entre las herencias del príncipe y los acuerdos comerciales que firmaron, lo consiguieron en menos de un año.

En realidad los duques de Windsor (igual que el actual príncipe Andrés) nunca salieron de la Casa Real británica, ellos más bien se convirtieron en una entidad satélite que negociaba y renegociaba los acuerdos económicos con la monarquía, primero de Jorge VI y luego de Isabel II, y para ello utilizó las armas que tuvo a su alcance, desde vender artículos a la prensa con motivo de la coronación de su sobrina hasta aceptar invitaciones desde la propia Casa Blanca; el duque de Windsor conservaba y anhelaba el poder, los contactos y la relevancia que tuvo primero como príncipe de Gales y luego como jefe del Estado y los administró durante toda su vida a su favor. 

Richard Nixon con los duques de Windsor© Historical
Richard Nixon con los duques de Windsor

El tema de los títulos, en ambos casos, fue complicado. El duque de Windsor siempre reclamó un título de Alteza Real para Wallis Simpson, un tratamiento que la Casa Real británica se negó a darle y del que despojó a Harry y a Meghan tras su salida. A pesar de las muchas renuncias y reclamos, Harry y Meghan siguen utilizando el título de duques de Sussex para sus labores filantrópicas, sus negocios privados y también en los viajes que han hecho durante el 2024, en los que han sido recibidos como príncipes aunque ya no representen ni a la Corona ni al Estado británico.

El príncipe Harry y Meghan Markle con la Vicepresidenta de Colombia© Vicepresidencia de Colombia
El príncipe Harry y Meghan Markle con la Vicepresidenta de Colombia

A pesar de los múltiples paralelismos, ni por posición ni por vocación, son comparables Al duque de Windsor le gustaban las intrigas políticas, las fiestas glamurosas y él si nació para llevar la Corona, mientras el duque de Sussex, que se ha autoproclamado como un eterno "repuesto", está convencido de que debe generar un impacto social positivo más allá de la Casa Real. En cuanto a las relaciones familiares ni entonces ni ahora son fáciles: Jorge VI nunca perdonó a su hermano que renunciara a la Corona ni los constantes desafíos que les lanzó después, mientras que los lazos entre Guillermo y Harry también se rompieron por completo. Paradójicamente la relación entre los duques de Windsor ha pasado a la historia como uno de los grandes amores de la realeza, por la renuncia que él hizo para estar con ella, sin embargo, el tiempo dirá cómo encaja la otra estadounidense, Meghan Markle, en la historia de la realeza británica.