Después de su breve semana en Escocia, el rey Carlos III y la reina Camilla ponen esta semana rumbo a Gales con el fin de recorrer toda Gran Bretaña antes de sus tradicionales vacaciones de verano en el Castillo de Balmoral. La presencia del soberano se espera en el Senedd, el parlamento galés que tiene su sede en Cardiff y que inauguró Isabel II hace 25 años. Mientras que Carlos III mantiene los lazos con el lugar que durante setenta años le dio un título, todo apunta a que el actual príncipe de Gales, Guillermo no va a seguir todos sus pasos como heredero a la Corona. El caso de su investidura “perdida” como príncipe de Gales es un claro ejemplo de que el príncipe Guillermo puede participar en tradiciones milenarias, pero está dispuesto a cambiar de planes y a reinventarse.
Cuando pasó el impacto generado por el fallecimiento de Isabel I y su larga despedida, el objetivo de la Casa Real británica era la rápida consolidación del nuevo rey y los preparativos de su gran coronación en la Abadía de Westminster. Así que, en un principio, todos los temas “ceremoniales” en torno al príncipe Guillermo quedaron a un lado, así lo confirmó el Palacio de Kensington, aunque eso sí, dejando claro que él era ya el nuevo príncipe de Gales y duque de Cornualles, con todo lo que ello implica en la agenda oficial, en la jerarquía institucional y también en la titularidad del patrimonio privado.
Cuando llego la coronación de Carlos III, el 6 de mayo de 2023, los nuevos príncipes de Gales y sus hijos tuvieron una presencia espectacular y Guillermo, como heredero de la Corona, tuvo un “papel protagonista” cuando clavó las rodillas en el suelo para jurar a su padre “lealtad, fe y verdad como su vasallo en la vida y en la muerte”. Un discurso medieval en pleno siglo XXI que forma parte de esa pompa y magia que siguen desplegando los Windsor. Viendo ese ceremonial y el brillo que aportó una Kate Middleton coronada a juego con sus hijos, la investidura del propio príncipe de Gales prometía, pero dos años después de la muerte de Isabel II no ha llegado y no hay planes de que vaya a llegar. El príncipe de Gales tiene muchos frentes abiertos, poco interés en emular el pasado de su padre y una visión distinta de que lo implica su papel y la forma de relacionarse con los distintos territorios que forman parte del Reino Unido.
Aunque nada se ha confirmado de forma oficial, medios como The Times descartan que el príncipe Guillermo reproduzca la ceremonia que se celebró en julio de 1969 en el castillo galés de Caernarfon. En parte es lógico, ya que el príncipe Guillermo lleva mucho tiempo cumpliendo las tradiciones propias de su casa, pero marcando un estilo propio siempre que puede, además, por el propio curso de su vida el título de príncipe de Gales le llegó en un momento muy distinto al de su padre. Con 40 años, una familia formada y una vida institucional a pleno rendimiento, no parece que sea necesario recordar que Guillermo es el heredero y que el soberano confía en él, ya que Guillermo fue una pieza clave en los últimos años del reinado de Isabel II y lo mismo sucede en la era de Carlos III.
El caso de Carlos como príncipe era otro: heredero desde los tres años y visto como un joven inexperto, sí que a los 21 años se celebró esa investidura como un voto de confianza y una forma de marcar el inicio de su vida oficial. Aún así, pasó mucho tiempo hasta que la reina Isabel II puso en sus manos asuntos de máximo calado, no es el caso del príncipe Guillermo, que como duque de Cambridge ya representaba a la jefatura del Estado en solitario, dentro y fuera del país, y ante las máximas autoridades.
En estos dos años escasos como príncipe de Gales, Guillermo, al margen de las funciones inherentes a su posición, se ha centrado en sus causas particulares y en dar mucho impulso a su premio el Earthshot, que reconoce las contribuciones al ambientalismo y que le posicionan como un experto en los Estados Unidos, y también en el fomento de la vivienda social, para lo que está grabando un documental que pronto verá la luz.
Por otro lado, hay un factor que no se puede olvidar, esa ceremonia reabriría la polémica en torno al título de príncipe de Gales, ya que es un título que históricamente pertenecía a lo príncipes nativos de Gales, que era un territorio independiente antes de que fuera conquistado por Eduardo I de Inglaterra y lo tomara en 1301 para su hijo, que terminó ascendiendo al trono como Eduardo II. Hace 55 años el debate político fue el mismo, lo que no impidió que para la proyección de la realeza británica fuera un éxito.
La investidura de Carlos III en 1969 fue impactante, colorida y teatral, una trama medieval pero ejecutada para ser retransmitida íntegramente por televisión y conseguir una audiencia millonaria. La BBC ofreció un especial de 6 horas a color que vieron 19 millones de personas en el Reino Unido y, según datos de los Archivos Nacionales británicos, en todo el mundo la vieron 500 millones de personas. Parte del éxito se debe que el marido de Isabel II, el duque de Edimburgo, y Lord Snowdon, el marido de la princesa Margarita, que era fotógrafo y director artístico de moda, diseño y teatro, lo diseñaron todo de forma que el castillo se convirtió en un plató con una visión total para las cámaras. Entonces el príncipe de Gales hizo ante Isabel II un juramento que muy similar al que pronunció Guillermo el 6 de mayo de 2023 en la Abadía de Westminster y estrenó una corona de estilo moderno y futurista que fue diseñada para la ocasión. Es decir, los Windsor reformaron esa ceremonia y la hicieron a su medida, después de todo había estado en desuso y se había recuperado también con nuevos ingredientes para Eduardo VIII, el rey que nadie quiere emular, el tío abuelo de Carlos III que dejó la corona para casarse con Wallis Simpson. Ahora es el príncipe Guillermo el que tampoco va a imitar a los príncipes que en el pasado llevaron su título.