Ni en sus mejores sueños, Carlos III pudo imaginar un Trooping the Colour tan lucido. Este sábado, 15 de junio, el soberano británico cumplía con la tradición de celebrar, a través de este acto de la más alta relevancia institucional, su cumpleaños de manera oficial (cumplirá 76 años el 14 de noviembre). Una cita instaurada por Jorge II y que, desde entonces, se ha alzado como una de las más esperadas en el calendario de los Windsor.
Ni la previsión meteorológica, ni sus problemas de salud, ni mucho menos la esperada ausencia de Kate parecían sumar a su favor en esta ocasión. No obstante, la suerte quiso que no fuera así. Apenas 12 horas antes de comenzar los fastos, era la propia princesa de Gales quien, a través de un comunicado, anunciaba al mundo su reincorporación a sus labores oficiales. Una noticia tan esperada como deseada, que rápidamente le daba la vuelta a esta jornada en la que, año tras año, se había convertido en una de las grandes protagonistas, junto a sus tres hijos.
Impecable, con una sonrisa radiante, visiblemente más delgada pero con fuerzas renovadas, capaces de aguantar las más de tres horas ininterrumpidas de agenda, Middleton demostró que tiene la altura de Estado que los británicos esperan para la futura Reina de Inglaterra.
Durante toda la jornada, las miradas de amor de Kate y Guillermo fueron una constante resumiendo lo que han vivido, la esperanza en el futuro y lo que significan el uno para el otro
“Cuando te sientes más fuerte, quieres aprovechar al máximo esa sensación”, escribía la propia Kate de su puño y letra. Una oportunidad que exprimió al máximo el pasado sábado, dándose un auténtico baño de multitudes, escoltada por sus pequeños George, Louis y Charlotte que, pletóricos, saludaban desde el carruaje en el que, junto a su madre, realizaron todo el recorrido por The Mall.
Primero desde Buckingham Palace hasta Horse Guards Parade y, más tarde, de vuelta a palacio, donde disfrutaron, desde el balcón principal, de la espectacular exhibición de la Royal Air Force. Un balcón que, de nuevo, se convirtió en escenario de una instantánea para la historia: la de Carlos III y su nuera bromeando, sonriendo y, sobre todo, haciendo gala de una imagen de fortaleza ante la adversidad que haría sentir orgullosa a Isabel II, ejemplo de resiliencia durante sus más de siete décadas de reinado.
“Mamá, todos parecen muy felices”, le llegó a confesar George a su madre, emocionado durante el recorrido en la carroza de cristal, al ver a miles de personas aclamándola bajo una ola de paraguas
Un regreso aplaudido por todos
Hacía seis meses que no veíamos en público a la princesa de Gales. Concretamente, desde el 25 de diciembre, cuando como cada año desfiló con su familia el día de Navidad, para asistir a la tradicional misa en Sandringham. Tres meses después, rodeada de especulaciones, rumores y sobre todo terribles teorías de la conspiración, llegaba el vídeo en el que confirmaba la peor de las noticias: se estaba sometiendo a quimioterapia preventiva para luchar contra un tipo de cáncer que, aún hoy, no ha trascendido. Estaría apartada de la vida pública hasta que los médicos le dieran luz verde, como a su suegro. Una noticia que conmocionó al mundo y que, por fin, la tarde del pasado viernes era ampliada por su propia protagonista, con el mejor de los augurios: regresaba a la agenda y además por la puerta grande. De alguna manera, devolvía públicamente el apoyo que su suegro le ha brindado en privado durante todos estos meses, en los que la enfermedad les ha unido más.
El pueblo británico respondió como se esperaba. Desde su llegada a Buckingham en el vehículo oficial, hasta el esperado posado junto al resto de miembros de su familia política, las muestras de cariño hicieron que hasta la lluvia torrencial, que les acompañó durante una parte del recorrido, pasara desapercibida. Las pancartas que asomaban entre los paraguas, los gritos de “ We love you, Kate!” y demás saludos efusivos llegaron incluso a provocar la sorpresa de sus niños, que la miraban con orgullo y admiración por el cariño de la calle.
Charlotte riñó a su hermano Louis mientras bailaba, ante la divertida mirada de Kate, dándole “codazos” para que escuchara firme el himno nacional
La carroza de cristal estatal se convirtió en la mejor aliada para poder ser testigos de cómo vivió la princesa su vuelta a la agenda, y sus tres hijos, en sus mejores compañeros de viaje. Mientras Charlotte se esforzaba por quitar el vaho que se acumulaba en el interior, sus hermanos comentaban con entusiasmo las muestras de cariño que recibían desde el exterior. Miradas cómplices y de admiración hacia su madre, más aún después de vivir unos meses tan complicados en casa. “Mamá, todos parecen muy felices”, llegó incluso a decirle su primogénito.
El look de Kate al detalle
Aunque la sonrisa fue la principal protagonista, el look estaba cuidado tan al detalle como siempre. La princesa de Gales, engamada con sus hijos, eligió para su reincorporación un vestido de Jenny Packham, una de sus diseñadoras favoritas. Aunque podría haber estrenado, como ha hecho en ocasiones anteriores, Kate prefirió tirar de fondo de armario y “customizar” el vestido blanco, de manga larga y ribetes negros, que ya había lucido en 2023, combinado de otra manera. Con ayuda de la firma, le dio un giro, añadiéndole un lazo de rayas negras y blancas sobre el hombro y un nuevo cinturón. Lo combinó con unos salones de Jimmy Choo, clutch negro de Mulberry y los pendientes de perlas de Cassandra Goad que estrenó en el bautizo de Louis. El accesorio más llamativo fue, sin duda, el tocado de ala ancha de Philip Treacy, que combinaba los tonos del vestido y que iba sujeto a un impresionante recogido, que no dejó indiferente a nadie. Por supuesto, tampoco olvidó lucir el broche del regimiento de la Guardia Irlandesa, de la que es coronel en jefe y a la que dedicó unas líneas en otra misiva, apenas una semana antes del Trooping the Colour, excusándose por no poder pasar revista tal y como estaba previsto.
Una celebración diferente
La posible ausencia de la esposa del príncipe Guillermo no era la única modificación que estaba prevista, durante esta jornada. Los problemas de salud de Carlos III habían obligado al soberano a cambiar una de las tradiciones más instauradas: la de hacer todo el recorrido a caballo. Por consejo médico, el monarca encabezó la procesión a bordo de un carruaje Ascot Landau, en compañía de su esposa, mientras que su hijo Guillermo y dos de sus hermanos los escoltaban a caballo durante todo el camino, en el que participaron 1.400 soldados, 200 caballos y 400 músicos. Salvando este pequeño cambio en la logística, el resto de la jornada se desarrolló con total normalidad y, a pesar de las inclemencias del tiempo (que en algún momento amenazaron con llevarse volando el sombrero de la Reina), todo salió según lo previsto. Carlos III, acompañado por su mujer y sin poder ocultar su alegría, pasó revista a sus tropas, primero en la Horse Guards Parade y, más tarde, a las puertas del palacio de Buckingham, donde arreció la lluvia.
Kate estuvo muy pendiente de su hija Charlotte, mientras que Guillermo protagonizó la escena más entrañable, dando un tirón de orejas a Louis
Durante la primera parada, la princesa de Gales, en lugar de ocupar su puesto en la tribuna, prefirió disfrutar del espectáculo desde uno de los balcones del edificio. Desde allí, explicó a sus hijos los detalles de la exhibición protagonizada por el regimiento de la Guardia Irlandesa, de la que, como decíamos, es coronel en jefe, y que tuvo que realizar gran parte de los movimientos bajo una intensa lluvia.
Un tiempo de lo más desapacible que dejó paso a un sol radiante, en cuanto la familia al completo puso un pie en el balcón. Quizá tuviera algo que ver que la orquesta militar, minutos antes del gran momento, dejara las marchas para otro momento y decidiera tocar Somewhere over the rainbow , para gran deleite de los cientos de ciudadanos que se agolpaban ante el monumento, ansiosos por homenajear a su Rey y dar la bienvenida a Kate.
Lugar de honor en el balcón
Con la puntualidad que les caracteriza, los Windsor convocados para acompañar a Carlos III salían al balcón segundos antes de la una del mediodía, para disfrutar del espectáculo que cada año prepara la Royal Air Force, y que esperan con emoción los más pequeños de la familia. Helicópteros, aviones y la tradicional bandera aérea pusieron el broche final a una jornada en la que no suele haber imprevistos.
Carlos III le dio un lugar de honor a su derecha en el balcón de Buckingham, reconociendo que la quiere como a una hija y lo importante que es su figura para la corona
Rodeada por su familia política y segura a cada paso, la princesa salió al balcón entre el Rey y su marido. Con paso firme y la sonrisa que no la abandonó ni un momento, disfrutó junto a sus hijos y algunos otros miembros de la Familia Real del espectáculo.
Una posición de honor, a la derecha del Rey, que no pasó desapercibida. Carlos III cuidó este momento al detalle. Incapaz de disimular la felicidad que sentía por el regreso de su nuera, a quien quiere como a una hija, la mantuvo a su lado durante todo el espectáculo aéreo, poniendo de manifiesto el inmenso cariño que siente por ella y, también, destacando la importancia de su figura como uno de los activos más importantes al servicio de la corona.
El papel de Charlotte
Junto a ella, sus hijos también tuvieron un peso importante. Por un lado, George, consciente de su herencia y del peso institucional que adquirirá en el futuro, estuvo pendiente en todo momento de los pasos de su abuelo y su padre. Aunque él es el mayor, es indudable el papel de líder entre ellos de Charlotte. La hija mediana de los príncipes de Gales estuvo en todo momento atenta al comportamiento del pequeño de la casa, y no dudó en reprenderle cuando consideró oportuno. Ante la atenta mirada de su madre, que observaba la escena desde la distancia, divertida y sin intervenir, vimos cómo le llamó la atención para que cesara de bailar, durante la marcha rápida de los Guardias Escoceses (Highland Laddie), y cómo le propinaba algún que otro ‘codazo’ para que se mantuviera firme, durante el himno nacional.
Kate reapareció elegantísima con un vestido blanco muy especial, con detalles en negro y tocado a juego
Tampoco pasaron desapercibidas las miradas de amor entre Kate y Guillermo, que durante todo el tiempo que compartieron estuvo pendiente de su mujer. Unos gestos de complicidad y cariño que resumían lo que han vivido, y también la esperanza puesta en un futuro juntos en el que seguir demostrándose, día a día, lo que significan el uno para el otro.
La paz después de la tormenta
Si 24 horas antes del gran día eran las redes sociales de los príncipes de Gales el mejor altavoz para dar buenas noticias, al día siguiente volvieron a convertirse en escenario del foco con el debut de George, Charlotte y Louis firmando un mensaje, por primera vez. El Día del Padre así lo merecía. Los pequeños, de diez, ocho y seis años respectivamente, escribieron “Te queremos, papá. Feliz Día del Padre. G, C y L”, junto a varios emoticonos y una imagen de nuevo cargada de significado.
Del bosque mágico de Kate, al abrazo del príncipe Guillermo a sus hijos el Día del Padre, con la princesa de Gales detrás de la cámara, en una playa de Norfolk
Realizada por Kate el mes pasado en Norfolk, en ella veíamos al heredero de espaldas, abrazado por sus tres pequeños, frente a un mar en calma y todos mirando hacia el horizonte, como si lo hicieran hacia el futuro. Una foto que transmite esperanza y paz, quizá dos de los sentimientos más buscados en esa casa en los últimos meses.
Fue, como decíamos, a través de ese mismo canal cómo Kate comunicó al mundo quizá una de las noticias más esperadas de los últimos meses: su regreso a la vida pública. Tras más de seis meses apartada del foco, sus palabras, cargadas de valentía y buenos augurios, no ocultaban lo difícil que ha sido todo.
“Tengo muchas ganas de asistir. Y espero unirme a algunos compromisos públicos durante el verano, pero también sé que todavía no estoy fuera de peligro”, aseguraba junto a una foto tomada en un bosque, con un estilismo compuesto por una camiseta blanca, vaqueros y americana beige. Natural, con aspecto saludable y mirada nostálgica, agradecía de corazón los mensajes de apoyo, sin perder la noción de que aún no ha pasado del todo la pesadilla. Un poco de paz tras la tormenta que el pueblo británico ha celebrado a lo largo del fin de semana, tras meses de incertidumbre y miedo.