El pasado martes, cuando faltaban cinco días para este primer aniversario de su coronación, Carlos III regresó a la vida pública después de tres meses de tratamiento contra el cáncer en los que no se retiró de los actos de Estado, pero sí se alejó de los actos masivos. El soberano estuvo pletórico, hizo bromas, confortó a aquellos que, cómo él, luchan contra el cáncer y mostró hasta cierta euforia por su retorno. Ese entusiasmo -que ha continuado en sus apariciones posteriores- no lo vimos en el día de su coronación, donde dio el aspecto de ser un hombre nervioso, cansado y todavía dolido por la muerte de su madre. Desde ese histórico 6 de mayo de 2023 hasta ahora la imagen de Carlos III se ha humanizado mucho más y eso que como príncipe de Gales ya demostró ser un hombre de impulsos y de emociones, algo que no es habitual en un Windsor. Ahora regresa como un hombre nuevo, con esa ilusión característica de aquellos a los que la vida les brinda una segunda oportunidad, sin embargo, el reto que tiene por delante es todavía mayor al que tenía hace un año.
Cuando Carlos III asumió la jefatura del Estado, en septiembre de 2022 en el mismo segundo que expiró la vida de su madre, el desafío era convertirse en figura de unión en un país política y socialmente poco cohesionado. Además tenía que hacerlo a los 73 años y tras un reinado como el de Isabel II, así que desde el principio la era de Carlos III corría el peligro de pasar a la historia como un "reinado de transición". Han sido los últimos acontecimientos -su enfermedad y la que también padece Kate Middleton, la princesa de Gales- los que han puesto su contador a cero, exactamente con los mismos apoyos que tenía cuando empezó, ya que las encuestas no han variado desde entonces, sigue contando con el apoyo de dos tercios de los británicos.
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Este dato es especialmente positivo si tenemos en cuenta que uno de los reproches que se le hacía al comienzo de su reinado es que era un hombre muy distinto a su madre en muchos sentidos y en este año lo ha confirmado. Carlos III ha tomado medidas que difícilmente habrían sucedido en la era de Isabel II: ha sido transparente con su enfermedad, se ha mostrado vulnerable y cercano, y ha permitido que el príncipe de Gales se retire para cuidar de su mujer, Kate. Esta última maniobra, la de que autorizar la ausencia del heredero, pieza clave en todas las monarquías, y, más incluso, la forma de hacerlo público, le dibujan como un hombre comprensivo a la vez que deja claro que él es el rey, el que manda en la institución y en la familia. Otro efecto colateral de esta situación ha sido el papel que ha asumido la reina Camilla, que se ha convertido en la cara visible y, durante semanas, en el miembro de mayor rango en activo de la Casa Real británica, un papel del todo inesperado para una mujer que hasta hace dos años no tenía claro cuál sería su título oficial durante el reinado de su marido.
Por otro lado, estos meses han puesto de manifiesto que la corriente de monarquías reducidas que impera en Europa y que el resto de casas reales ha implementado con éxito, no funciona para ellos. De forma tradicional, los Windsor son una monarquía muy activa, nada prosaica, tanto por número como por el tipo de actos a los que acuden, así que la retirada del soberano, seguida por la de los príncipes de Gales, ha dejado al descubierto que se han reducido por encima de sus posibilidades. La reina Camilla, la princesa Ana y los condes de Wessex han multiplicado sus actos, mientras amenaza la sombra de ser una monarquía "envejecida" que no llega a todas las generaciones. En este contexto quizá se eche algo de menos a los duques de Sussex, que ahora mismo no parecen tan prescindibles como hace cuatro años, cuando anunciaron su salida de la Casa Real británica al no permitirles crear un marco de trabajo propio. Las que sí están haciendo apariciones puntuales de apoyo al soberano son sus sobrinas son Zara Phillips y las princesas de York, que junto a sus padres, el príncipe Andrés y Sarah Ferguson, están teniendo una presencia inesperada en este reinado.
¿Cómo se presenta el próximo año?
A pesar de que Carlos III ha regresado con una ilusión nunca vista y todo son mensajes positivos y esperanzadores, desde el Palacio de Buckingham invitan a la cautela y aclaran que todos los planes de este año (que son bastantes para un hombre que cumplirá los 76 años mientras lucha contra el cáncer) estarán supeditados a criterios médicos: "El ritmo del programa del Rey se calibrará cuidadosamente a medida que continúe su recuperación, en estrecha consulta con su equipo médico". Además, de forma oficial, han abierto la puerta a cambios de última hora y advierten a los medios de comunicación que la presencia del jefe del Estado se comunicará con menos antelación de lo habitual.
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En su agenda están desde las tradicionales fiestas en el jardín del palacio hasta las carreras reales de Ascot, donde el jefe del Estado ya ha anunciado una presencia "significativa". Aunque estas citas públicas son muy vistosas e importantes para crear "comunidad", una de los lemas del reinado de Carlos III, donde los focos están puestos es en las actividades de Estado. Normalmente la monarquía británica recibe a dos jefes de Estado extranjeros al año y, de momento, sigue en pie el viaje del emperador Naruhito de Japón al Reino Unido, que se ha anunciado para final de junio pero todavía sin fechas concretas. Ese mismo mes, el 15 de junio, se celebrará Trooping the colour, el desfile militar que festeja el cumpleaños del soberano, el Palacio de Buckingham ya está trabajando para buscar la forma en la que el soberano (que tradicionalmente asiste a caballo) participe de forma segura en medio de esa impresionante y masiva exhibición de pompa.
Otra cuestión, que por motivos médicos tardará más en confirmarse y es especialmente delicada, es si el jefe del Estado viajará a Australia el próximo otoño y, sobre todo, si asistirá a la reunión de Jefes de Gobierno de la Commonwealth que se celebrará del 21 al 25 de octubre en Samoa. Esta cumbre será la primera de alto nivel celebrada desde la muerte de la reina Isabel II y la primera presidida por el rey Carlos III como jefe de la Commonwealth, es decir, su presencia es clave para liderar la asociación internacional que se desarrolló a partir de los antiguos territorios del Imperio Británico. Como príncipe de Gales cuidó las relaciones también con los países que dentro de esa mancomunidad de naciones decidieron destituir al monarca británico como su jefe del Estado, fue el caso de Barbados en el año 2021. Por eso, velando por relaciones beneficiosas para el Reino Unido, Carlos III ha estado presente en ceremonias de retrocesión, independencia e, incluso, en escenificaciones del final de la monarquía.
Isabel II dejó este tema (las relaciones con la Commonwealth y sobre todo con los países que la cuestionan) en manos de su hijo y parecía que Carlos III, después de años de dedicación haría algo similar, es decir, pasar el testigo a su heredero, siendo el germen de este "traspaso de poderes" la gira que los príncipes de Gales, Guillermo y Kate, hicieron por el Caribe en el año 2022. "Las relaciones evolucionan, la amistad perdura", dijo entonces el príncipe Guillermo, consciente de que su superviviencia pasaba por liderar el cambio y ser la cabeza visible de una organización muy distinta a la que se creó durante el reinado de su abuela. Sin embargo, ahora mismo, con los príncipes de Gales centrados en la enfermedad de Kate, el escenario es distinto y no parece que Carlos III pueda, al menos por el momento, ceder la que es posible que sea la piedra angular de su reinado. Es precisamente este el motivo por el que el desafío de Carlos III es mayor ahora que hace un año: la ausencia de los príncipes de Gales deja muchos planes en el aire. Ahora todo se juega a una única carta, la de que Carlos III se recupere del todo.
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