Durante años fue clandestina, después negada y juzgada, pero, con el paso del tiempo, es evidente que la gran historia de amor de la realeza británica es la de los reyes Carlos y Camilla. Si alguien a estas alturas no lo ve, quizá siga influido por la narrativa que se estableció en los años noventa en torno al matrimonio de los entonces príncipes de Gales o siga fascinado por la figura de la princesa Diana, que, como contamos en nuestro podcast, se convirtió en un mito. Si en los años setenta se hubiera permitido que el futuro rey eligiera libremente a su esposa, la historia habría sido otra, nunca lo sabremos, lo que sí ha quedado demostrado es que ese enamoramiento juvenil ha sido capaz de vencer el paso del tiempo y sobrevivir a todo tipo de tempestades. Este 9 de abril celebran los diecinueve años de casados.
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Comenzaba la década de los setenta cuando Carlos y Camilla se hicieron amigos, les presentó una amiga en común, Lucía Santa Cruz, hija del embajador de Chile en Londres y la que los puso en contexto con una frase que se ha hecho famosa: "Vosotros dos debéis tener cuidado, tenéis antecedentes genéticos". Se refería a que la bisabuela de Camilla había sido amante (una relación larga y que contaba con el beneplácito de todos) del tatarabuelo de Carlos, el rey Eduardo VII.
A Carlos le gustó Camilla desde el principio, era simpática, divertida y espontánea, distinta a todas las novias que le adjudicaban y se sentía cómodo con ella. A Camilla le costó un poco más, sin embargo, disfrutaba de su compañía y comenzaron a salir. Nunca transcendió el motivo de su ruptura en 1973, se ha contado que a ella no le entusiasmaba la idea de un futuro como consorte real y es obvio que no cumplía con los estándares que la Casa Real tenía fijados para el heredero. Camilla Shand, que había tenido una infancia feliz y contaba con un sólido respaldo familiar, era católica y no anglicana, tenía más experiencia, era muy libre a nivel emocional, menos moldeable y, en definitiva, menos conveniente para el futuro rey.
En esencia el príncipe podría ser un romántico, pero en un contexto pragmático en el que su boda era un asunto de Estado; se lo recordaban su padre, el duque de Edimburgo, y su tío abuelo y mentor, Lord Mountbatten. Así que Carlos terminó aceptando que su vida amorosa era un sacrificio más de los que implicaba la Corona, si había sobrevivido a una infancia de afectos medidos, quizá podría hacer lo mismo con su matrimonio. Mientras Camilla se reencontró con un novio intermitente, Andrew Parker-Bowles, que había tenido un romance con la princesa Ana, era compañero de polo de Carlos y siendo niño había participado en la coronación de Isabel II como paje. Se casaron en julio de 1973 y varios biógrafos coinciden en que esta boda dejó devastado al príncipe Carlos.
Camilla comenzó a disfrutar de su vida soñada: una existencia sencilla pero muy acomodada, rutinaria y fácil. Los Parker-Bowles se instalaron en el campo en una localidad pequeña del condado de Wiltshire, allí ella lo tenía todo, tuvo dos hijos (Tom y Laura), sus caballos y una rica vida social, a dos horas de Londres. Mientras, el heredero ya pasaba la treintena y la Casa Real británica se empezaba a impacientar: tenían que buscar a la princesa de Gales perfecta. Según Lord Mountbatten (que propuso a su propia nieta, pero ella nunca acabó de estar interesada del todo, debía ser "atractiva y de carácter dulce", y así llegó Diana Spencer, miembro de una de las familias nobles más importantes de Inglaterra y con solo 19 años.
La boda del siglo llegó en 1981 y la Casa Real británica exportó al mundo la idea de la gran historia de amor entre Carlos y Diana, pero ese matrimonio estaba roto desde el principio y no es lo mismo ser infeliz en privado, que serlo cada día en público mientras te esfuerzas por aparentar lo contrario. Carlos llevaba toda la vida haciendo algo parecido, pero a Diana esa situación no compensó e hizo que el mundo descubriera si verdad: en su matrimonio eran tres. Lo contó ella misma en la televisión pública. Para Diana de Gales fue tremendamente doloroso, pero la realidad es que ella nunca tuvo opciones: Carlos siempre había querido estar con Camilla.
Diana de Gales y la entrevista que lo cambió todo
A día de hoy el escándalo en torno al matrimonio de los Gales sigue siendo uno de los más potentes de los años noventa, ya que coincidió con el auge de los tabloides británicos y con un momento en el que la realeza alcanzó una exposición pública que jamás nunca habían experimentado las generaciones anteriores. En ese momento que su historia de amor saliera a la luz no benefició ni a Carlos ni a Camilla. Tanto el Reino Unido como la Casa Real se puso de parte de Diana de Gales y ellos, enamorados desde los años setenta, se convirtieron en los villanos nacionales, un panorama que empeoró del todo con la trágica muerte de la princesa Diana, que desató todo tipo de teorías.
Llegados a este punto la pareja solo tenía una opción: volver a esconder su amor y esperar a que vinieran tiempos mejores. El príncipe Carlos se había quedado con dos hijos devastados por la muerte de su madre y la vida de Camilla se había vuelto bastante complicada, sin embargo, una cosa tenían clara, llegados a este punto, no iban a renunciar a sus sentimientos. Así fue como contrataron a un equipo de relaciones públicas muy próximo a determinados medios de comunicación para desarrollar una estrategia que mejorara la hundida imagen de Carlos y que sondeara las opciones para convertir a Camilla su pareja oficial. No se hizo de la noche a la mañana pero es que en la realeza los tiempos son largos.
En 1999, cuando Diana llevaba dos años fallecida, sacaron la primera imagen de los dos juntos en una fiesta y así se lanzó el mensaje de que la pareja ya no se escondía; en el año 2000 Isabel II, que nunca había querido coincidir con Camilla, aceptó que estuviera en el 60º cumpleaños del rey Constantino de Grecia; en el 2001 fue el príncipe Guillermo el que se dejó ver en el mismo acto que ella, casualmente una fiesta repleta de editores de periódicos; en el 2002 Camilla es invitada al funeral de la Reina Madre; en el 2003 Camilla se muda a Clarence House, residencia oficial del heredero; y en el año 2005 Isabel II no tiene más remedio que autorizar su boda. El heredero de la Corona británica, futuro defensor de la fe y Gobernador supremo de la Iglesia de Inglaterra, necesitaba un encaje formal para una relación informal de más de tres décadas y que evidentemente no era un affaire.
Su boda estuvo llena de obstáculos e imprevistos, pero se celebró el 9 de abril de 2005 en el Ayuntamiento de Windsor, los príncipes Guillermo y Harry hicieron de testigos. Gracias a las memorias del duque de Sussex sabemos que los hermanos le habían pedido a su padre que no se casara con ella, pero que vieron como esa boda a Carlos le hizo verdaderamente feliz. La "burocracia" estaba hecha, pero eso no significaba que Camilla, como duquesa de Cornualles, contara con el apoyo de los británicos, una muestra de ello es que el Palacio de Buckingham corrió a aclarar que ella nunca iba a ser princesa de Gales ni reina consorte, una "mentirijilla pasajera" en lo que se diseñaba otra estrategia encaminada a crear una nueva imagen positiva de ellos como pareja.
Entonces, con la duquesa de Cornualles incorporada a la vida pública y sin olvidar que para aquel entonces ella ya tenía 57 años y Carlos 56, se pudo ver qué aportaba ella a la institución. Camilla apoya siempre a Carlos, nunca le eclipsa, le hace las cosas fáciles, es capaz de mediar con sus cambios de humor y tiene algo que ha escaseado en la vida de Carlos, inteligencia emocional. Según el príncipe Harry, Camilla es una buena estratega y tiene mucha influencia sobre Carlos, algo que, según su equipo, hace que trabajar con él resulte más fácil. Esto ya había sido recogido por varios biógrafos y testigos, y se confirmó con las reacciones que sucedieron en torno a la muerte de Isabel II.
Digamos que la guinda a esa estrategia soñada por la pareja a finales de los noventa no llegó hasta el año 2023, cuando meses antes de morir Isabel II pidió que Camilla fuera designada "reina consorte" y todos los apoyos posibles, se lo había ganado por su lealtad a Carlos y el servicio a la Corona británica. Tras el fallecimiento de la soberana comenzó el reinado de Carlos III y fue él quien terminó de crear para Camilla un traje a medida: la palabra "consorte" desapareció de las comunicaciones oficiales; el nuevo rey la nombró en primer lugar cuando habló de sus apoyos; la familia de de ella, hermana, hijos y nietos, que nunca había tenido presencia pública, ocuparon un lugar; y fue ungida con aceite sagrado y coronada en la Abadía de Westminster, igual que lo había sido la reina madre, la querida abuela materna de Carlos III.
En menos de un año la pareja ha tenido que atravesar otra tempestad, el cáncer de Carlos, y ella, como siempre, ha sido su gran apoyo. De forma paralela, con Carlos con un agenda muy reducida, la reina consorte se convirtió en la cabeza visible de la institución, es decir, en el miembro de mayor rango en activo llevando el peso de la Corona en actos como la reciente Misa de Jueves Santo. El próximo años Carlos y Camilla cumplirán veinte años de casados, treinta años desde que emprendieron la estrategia de dejarse ver juntos y más de cincuenta desde que comenzaron su historia de amor, mucho tiempo para demostrar que fueron fieles a sus sentimientos y leales el uno con el otro.