Durante su convalecencia, en la que el pasado domingo hizo una pausa para acudir a la misa de Pascua, Carlos III ha tomado una importante decisión que lo acerca aún más a los ciudadanos que tanto le están apoyando durante su enfermedad. El monarca, que quiere que su reinado esté marcado por la transparencia, ha decidido abrir al público el castillo de Balmoral, que se acabó de construir en 1855 y al que Isabel II se refería como "mi querido paraíso en las Tierras Altas". Aunque sigue el modelo de otras residencias reales, se trata de una decisión muy significativa ya que es su casa más privada, en cuyo interior los Windsor han vivido los momentos más bonitos y también los más difíciles.
El castillo de Balmoral, donde la Familia Real suele desconectar en el verano, ofrecía al público un pequeño acceso por los jardines y el salón de baile. Ahora abre otras dependencias que han acogido hechos históricos y muestra la colección pictórica privada del monarca así como una muestra de trajes usados por los miembros de la Corona. Las visitas guiadas se harán entre el 1 de julio y el 4 de agosto, cuando se espera que lleguen los Reyes. Cada día se admite a un máximo de 40 personas divididas en grupos de diez. Las entradas del tour por el interior de esta residencia oscilan entre 116 y 175 euros. Las más caras, además de la visita, incluyen un té con pastas y aperitivos.
Según la web de Balmoral, donde las entradas se están agotando con rapidez, estas visitas son un viaje histórico que permite conocer los orígenes del castillo hasta la actualidad, cuando se ha convertido en la residencia preferida de diferentes generaciones de los Windsor. "Comprobarás por qué Balmoral es un lugar tan especial: el querido y célebre hogar de la Familia Real en las Highlands", aseguran.
Abrir las puertas de Balmoral supone compartir una parte privada de su vida ya que sería imposible entender la historia reciente de la Familia Real sin nombrar este castillo en el que el 8 de septiembre de 2022 murió Isabel II, reina de todas las reinas. Dos días antes del fallecimiento a los 96 años, la soberana recibió en estas dependencias a la Primera Ministra Liz Truss, una reunión que destaca por ser su última aparición pública. Sus restos mortales se instalaron en el salón de baile de esta residencia antes de trasladarse al Palacio de Holyroodhouse de Edimburgo, a la Catedral de San Giles y finalmente a Londres, donde se celebró su funeral de Estado el 19 de septiembre para después ser enterrada en la capilla de San Jorge de Windsor.
Este castillo fue testigo de las últimas horas de Isabel II, pero también de cientos de momentos inolvidables para ella como su luna de miel con Felipe de Edimburgo en 1947. Adoraba estar en esta residencia escocesa en la que disfrutaba haciendo vida al aire libre, montando a caballo, jugando con sus corgis, conduciendo su todoterreno e incluso lavando los platos de la comida. Tambiçen le gustaba ejercer de anfitriona en este remanso de paz y tranquilidad.
"Es el lugar más hermoso del mundo. Creo que “Granny” es la más feliz allí. Creo que realmente ama las Tierras Altas. Paseos, picnics, perros, muchos perros; siempre hay perros y personas que entran y salen todo el tiempo”, dijo la princesa Eugenia sobre la soberana y su mágica conexión con este enclave escocés en el que cada verano reunía a toda su familia y a otros invitados. Y es que en Balmoral no solo era la Reina, sino también la madre, la abuela y la bisabuela.
El verano de 1997, la Familia Real conoció la noticia de la muerte de Diana de Gales estando en Balmoral. El propio Harry lo relata en su biografía, En la sombra. El duque de Sussex cuenta que padre se sentó al lado de su cama y le explicó que su madre había tenido un accidente y no se había recuperado de las heridas sufridas aunque lo habían intentado. "Todo irá bien", le dijo. El príncipe Guillermo y él pasaron varios días sin salir del castillo mientras que Carlos III y dos de sus tías maternas viajaron a París para acompañar los restos mortales de Diana en su último viaje a Reino Unido, donde le dieron el último adiós el 6 de septiembre de 1997 en la Abadía de Westminster.
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La historia de este castillo 'doble'
El espectacular castillo que Carlos III ha heredado de Isabel II, quien a su vez lo heredó de Jorge VI, se encuentra en el Valle de Dee en Aberdeenshire, a casi diez kilómetros del pueblo de Braemar, en Escocia. Inicialmente, el terreno era de 26.000 m², pero actualmente la extensión es mucho mayor, superando los 200.000 m². La naturaleza es la gran protagonista ya que en su interior alberga los parques de Ballochbuie y Caledonian, así como el lago de Muick de agua dulce.
En 1852, Balmoral se convirtió en una propiedad de la realeza al comprarlo el príncipe Alberto para la reina Victoria, quien se enamoró de las Tierras Altas durante su primera visita a Escocia. Una vez comprado, mandaron reconstruir el edificio para adaptarlo a sus necesidades. El arquitecto William Smirh se encargó de la remodelación y como el resultado no terminó de convencer, tuvo que levantar otro edificio a unos 100 metros al noroeste. La primera piedra la colocó la citada monarca en 1853 y tres años más tarde finalizó la construcción. No fue hasta entonces cuando se derribó la construcción inicial, de la que se conserva una piedra.
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