El anuncio personal en el que Kate Middleton desveló que tenía cáncer puso al mundo en vilo. Antes que ella, hace 157 años, otra princesa de Gales también provocó una gran preocupación al padecer una fiebre reumática de lo más peligrosa. Alejandra de Dinamarca, reina consorte británica por su matrimonio con Eduardo VII, también atravesó por momentos parecidos a los de Kate cuando aún era esposa del heredero a la Corona y estaba a punto de dar a luz a su tercer hijo. En cuestión de horas, lo que parecía que podía ser un malestar pasajero se convirtió en una crisis. Sin embargo, la princesa Alejandra no contó con el apoyo de su marido, algo que sí ha hecho el príncipe Guillermo quien se ha volcado con la enfermedad de Kate. Repasamos la historia de esta Princesa que, a pesar de no ser británica de nacimiento, marcó una época en Reino Unido.
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Con tan solo 16 años. Alejandra fue elegida como futura esposa de Alberto Eduardo, príncipe de Gales y heredero de la reina Victoria, lo que la convirtió en princesa de Gales desde 1863 hasta 1901, la mujer que más tiempo ha ostentado este título en la Historia. Se ganó el cariño del pueblo y se volvió muy popular por su porte y estilo, que fue copiado por las mujeres de la época.
En 1867, cuando la princesa tenía 23 años y dio a luz a su tercer hijo, el parto se complicó con un ataque de fiebre reumática que amenazó su vida y la dejó una cojera permanente. Curiosamente, este defecto al andar fue imitado por las damas de la época que vieron en ella todo un referente de elegancia y distinción. En cuestión de horas, el estado de la princesa de Gales empeoró, pero a diferencia del príncipe Guillermo, el futuro Eduardo VII no prestó la atención que requería su esposa. Acababa de llegar de un viaje por Rusia cuando su esposa enfermó, pero eso no le impidió acudir a una carrera y asistir a un par de cenas en Windsor.
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Un marido que no responde a los telegramas
Sola y sin el apoyo de su marido, Alejandra se hospedó en Marlborough House, en el barrio londinense de Westminster, muy cerca del Palacio de Buckingham y que en la actualidad alberga el Secretariado General de la Mancomunidad de Naciones. Cuando el estado de su salud se volvió crítico, se envió un telegrama urgente a Windsor para que su marido regresara a Londres, pero este no respondió. Le siguieronotros dos telegramas cada vez más urgentes, pero el príncipe de Gales se tomó su tiempo para volver a Londres a pesar de que según el biógrafo Christopher Hibbert su mujer “tenía dolores espantosos en la pierna y la cadera y permaneció durante días en el estado más lamentable”. “El príncipe de Gales no estaba preocupado, aunque su esposa no podía comer porque tenía la boca muy inflamada y no podía dormir sin fuertes dosis de medicamentos”, cuenta este autor en declaraciones recogidas por el Daily Mail.
El estado tan lastimoso de la Princesa no preocupó al príncipe Alberto Eduardo quien le quitó importancia haciendo una vida con total normalidad y siguiendo sus rutinas. Salía por la noche porque “si se quedaba con ella se aburría”. Iba a locales y la Princesa se negaba a tomar su somnífero hasta que su marido no regresara a darle las buenas noches. En ocasiones le esperó hasta las tres de la madrugada, que era cuando regresaba a casa.
La enfermedad de Alejandra de Dinamarca se prolongó durante meses, pero la actitud de su marido no mejoró. Sus salidas nocturnas se incrementaron y casi siempre lo hacía en compañía de mujeres, lo que llegó a oídos de la opinión pública que le afeó el abandono de su mujer. A lo largo de su matrimonio, ese príncipe de Gales mantuvo relaciones con actrices y con mujeres de la alta sociedad como Alice Keppel, bisabuela de la reina Camilla.
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Un diagnóstico erróneo
A los males de Alejandra se añadió que los médicos de la época se equivocaron con su diagnóstico. En 2016, el doctor Robert Pinals argumentó en una revista académica que no padecía fiebre reumática, sino artritis gonocócica, una enfermedad de transmisión sexual y que la infección se la contagió su marido. Finalmente, la princesa tardó casi seis meses en recuperarse y sus primeros actos fueron en silla de ruedas. Además de la cojera, se le agravó su sordera, lo que la llevó a alejarse de la corte. Ya convertidos en reyes, la pareja real pasó cada vez más tiempo separada.
A pesar de todas las calamidades, Alejandra conservó su apariencia juvenil hasta la vejez, aunque ya en el final de sus días llevó muchos velos y maquillaje. En 1920 sufrió el derrame de un vaso sanguíneo en un ojo que la dejó temporal y parcialmente ciega. Murió a punto de cumplir los 81 años en la finca de Sandringham después de sufrir un ataque al corazón.