Animado, con un amplia sonrisa en el rostro y saludando a los ciudadanos que intentaban captar su mirada. Así se mostraba Carlos III hace poco más de 24 horas cuando acudía junto a su esposa, la reina Camilla, a un servicio religioso en la iglesia de Santa María Magdalena en Sandringham (Norfolk). Las imágenes, para muchos, resultaban incluso tranquilizadoras sobre la evolución de su estado de salud. Nada hacía presagiar por tanto lo que este lunes se comunicaba desde Buckingham Palace, que al soberano "se le ha identificado una forma de cáncer tras las pruebas de diagnóstico pertinentes".
A partir de aquí, tras el mazazo que supone una noticia así para los Windsor, el jefe del Estado no estará solo en la nueva y difícil etapa que le toca afrontar. La familia más directa, lógicamente, cobra ahora mayor relevancia que nunca. A su lado, como lo ha estado siempre, su mujer supondrá su mayor bastón en el que apoyarse y quien le arropará de forma incondicional en el día a día de su convivencia en su hogar de Clarence House.
Buena muestra de ello lo tenemos en el reciente ingreso hospitalario del soberano por su operación de agrandamiento de próstata, cuando ella apenas se separó de él a lo largo de tres días en constantes idas y venidas al The London Clinic donde este se encontraba. Precisamente, ahora hemos sabido de manera oficial que fue durante esa convalecencia en el centro médico del barrio de Mayfair donde a Carlos III se le detectaba "otro asunto de preocupación", han señalado con estas palabras.
Además de la Reina consorte, quien deberá dar un paso al frente es el príncipe Guillermo ante la complicada situación con la que debe lidiar su padre. También la princesa Ana, hermana del Rey y una de las personas de su máxima confianza, se erige como figura importante ante el panorama que se presenta. No tendrá problema alguno Carlos III en delegar en ella, a la que ha premiado ya en varias ocasiones dada su inquebrantable lealtad.
Por último, en este núcleo duro encontramos también a los duques de Edimburgo, siempre al servicio de la monarquía y con un perfil idóneo alejado de cualquier polémica, quienes además cumplen perfecta y sobradamente con lo que se espera de ellos. Volviendo al heredero al trono, este podrá a partir de ahora suplir al Rey en cualquier acto institucional que se presente, si bien todos los miembros en activo de la Familia Real británica pueden hacerlo de una manera u otra.
Es decir, que los citados 'royals' continuarán con su agenda de compromisos a tiempo completo y pueden, incluso, acometer actividades adicionales en nombre del monarca si es necesario. Una medida con la que Carlos III quiere dejar clara una premisa: la Corona no para y atiende todos sus deberes o funciones esté o no su máximo representante al frente. La institución siempre prevalece por encima de los nombres, algo que ya proclamaba en su día con enorme firmeza su madre, la recordada Isabel II, quien se lo inculcó fielmente a su primogénito para cuando este reinara.
Por su parte, se prevé que el número uno en la línea de sucesión retome su propia agenda en breve -que compaginará con la de su progenitor en cuanto sea solicitado para ello- una vez que su esposa, la Princesa de Gales, se recupera satisfactoriamente en casa desde hace una semana tras la cirugía abdominal programada a la que se sometió. Es importante destacar que, pese al enorme impacto que produce un tema tan delicado y sensible como este, Carlos III no estará de baja absoluta y "continuará llevando a cabo tareas de Estado", se aclara en el comunicado.
Es decir, que tras comenzar con el tratamiento regular y por prescripción médica, el soberano ha pospuesto sus apariciones públicas durante un tiempo indefinido. Será hasta que los doctores le den el visto bueno para volver, pero en cualquier caso continuará ejerciendo su papel con todas las garantías, señalan desde Buckingham. Mientras tanto, "su Majestad espera regresar lo antes posible a sus funciones plenas en cuanto sea posible", se ha destacado por último desde Casa Real.
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