A Isabel II, el espectacular vestido de novia de la duquesa de Sussex diseñado por la firma francesa Givenchy le parecía "demasiado blanco" ya que, en opinión de la difunta monarca y según sus convicciones religiosas, no era muy apropiado que una mujer divorciada que se volvía a casar por la iglesia luciera de manera tan ostentosa un aspecto tan virginal. Esto es algo que, lógicamente, la soberana nunca expresó públicamente pero sí lo habría hecho a una sus confidentes de Palacio.
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Así lo afirma la escritora británica y experta en temas de realeza Ingrid Seward, que plasma esta y otras revelaciones sobre los Windsor en su obra My mother and I (Mi madre y yo) cuyo adelanto publicaba este fin de semana el Daily Mail. No fue la única queja que tuvo la jefa de Estado sobre la boda
Al parecer, tampoco le gustó a la Reina la decisión que tomó su primogénito y heredero al trono, el por entonces príncipe Carlos, de acompañar a la novia hasta el altar sustituyendo al padre de esta, Thomas Markle. Incluso, también le preocupaba en aquella fecha que su marido, el duque de Edimburgo, acudiera cojeando al enlace de su nieto tras la operación de cadera a la que se había sometido tan solo un mes antes.
Una vez comenzó la ceremonia religiosa donde la pareja de enamorados se dio el 'sí, quiero', Isabel II quedó sorprendida (y no para bien) por el largo sermón de más de 14 minutos que dio el arzobispo estadounidense Michael Curry. Desesperados por que terminara de una vez, también se percataron de que algunos de los invitados que estaban a su alrededor no podían contener la risa ante una situación que se tornó bastante incómoda.
Asegura la autora inglesa que estos comentarios se los hizo la monarca a su prima Lady Elizabeth Anson o Liza, como la conocían sus allegados, con quien solía hablar por teléfono a diario. Pese a todo ello, se recuerda que la relación de la jefa del Estado con Meghan Markle no era ni mucho menos mala, más bien todo lo contrario, ya que desde un principio ella la vio como la persona de ideal para rejuvenecer la imagen algo vetusta de la Corona.
No pensaba igual su esposo, el príncipe Felipe, quien comparaba a la mujer de Harry de Inglaterra con una figura histórica muy controvertida dentro de la Familia Real británica: la duquesa de Windsor. Es más, se asegura que se refería a la exactriz californiana con el apodo de DoW, las iniciales del título que ostentó en su día la norteamericana Wallis Simpson. Ella fue la mujer por la que Eduardo VIII renunció al trono por amor, dejando perpleja a la encorsetada sociedad de la época.
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